Porque te amo
Destápame en tus miedos.
Hazme sal en la lágrima derramada por ti, por mí y por los demás.
Conviérteme en la savia redentora de tus mañanas.
Celébrame con canciones dulces en las noches de confusión.
Hazme mujer, amiga, amante, hetaira, cada hora.
Dibújame túnica espléndida cubriendo tu soledad sola.
Siénteme labios dibujando tu cuerpo en éxtasis de arrebato.
Descúbreme, estigma de fuego, grabada en tu pecho sereno.
Quédate en la oquedad de mis caderas.
Piérdete en la vehemencia de mi codicia.
Ámame en la exasperación de la locura.
Silénciate en convulsiones sobre mi piel.
Recuerda el susurro de mi voz en tu armonía.
Codíciame con desespero en tu almohada.
Destruye el laberinto, Teseo magnánimo y libérate, con las manos en mi pelo, dejando en el cáliz de mi cuello la ambrosía, manjar de los dioses, que alimentará nuestra eterna desnudez en la huella de la vida.
María Fernández -Cuello