Se conoce como poesía taurina la manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa, así como el género literario constituido por esas composiciones1 cuyo tema versa sobre todo lo racionado con la fiesta de los toros y todo lo concerniente a la misma.2
Los inicios de la poesía taurina se remontan hasta la poesía épica, lírica o dramática, incluso a los cancioneros y elementos folclóricos del siglo XV en los que surgieron las primeras alusiones a acontecimientos relacionados con los festejos taurinos o a los toros tales como Estoria del Cid o Crónica del Cid, el Poema de Fernán González o las Cántigas del Rey Sabio entre otros.
La poesía taurina se desarrolló a partir de estas primeras manifestaciones hasta llegar a su momento de máximo esplendor a finales del siglo XIX e inicios del XX coincidiendo con el siglo de oro del toreo español, este momento de esplendor fue conocido como el siglo de oro de la poesía taurina.
A lo largo de los siglos XIX y XX la casi totalidad de los poetas de la generación del 98, la de generación del 14 y la generación del 27 mostraron su interés por la tauromaquia donde encontraron la inspiración para sus creaciones literarias, por un lado como reflejo del pensamiento de la sociedad tras los conflictos bélicos de 1898 y 1936, por otro debido a que la poesía taurina es testigo de los dramáticos acontecimientos sucedidos dentro del mundo taurino como los fallecimientos de los toreros Joselito El Gallo, Ignacio Sánchez Mejías y Manolete en los ruedos; y por último la amistad desarrolla por un buen número de poetas con toreros unida a la participación de ambos grupos en tertulias y en eventos sociales facilitó que lo taurino fuese un recurso ineludible para los poetas