LA LOCURA DE LA GUERRA EN UCRANIA
“Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes”
Miguel Hernández
Tristes. Tristes. Triste e injustas guerras.
Mientras caen misiles en los colegios y hospitales,
Putin se bebe su vaso de vodka por la tarde.
El piloto que tiró un misil
supersónico desde
un pájaro metálico y recibe una medalla
de un general que se tomó una Aspirina
porque le dolía el dedo de dar órdenes mortales.
Como miedosos conejos
la OTAN y los americanos se esconden
temerosos en sus madrigueras
mientras las bombas destruyen
las cabezas áureas de los niños:
la esperanza del futuro.
El monstruo ruso es muy grande,
es un gigante de pies de barro y cabeza loca
y rostro cínico de asiático de la estepa.
El gigante del cuento de Gulliver
cayó al suelo y fue preso
por una decena de liliputienses.
David venció a Goliat de los filisteos con una honda
y con una fuerza en el alma y el corazón: unidos.
Las calles se visten de cascotes
-todos en ruinas-
y edificios en cataclismo de terremotos
y suena un disparo en la cabeza de un soldado
ucraniano de dieciocho años y tres meses.
Las sirenas de los bomberos suenan a terror
y los refugios se llenan de personas
con temor y horror: tristes guerras.
Y millones de personas salen de sus
tierras para convertirse en refugiados.
Tristes guerra: siembra de odio y sin razón
El criminal del nuevo Hitler
de nombre Vladimir Putin
puede destruir impunemente con sus misiles
edificios, hospitales, colegios, antenas de televisión, radares
militares, soldados, voluntarios casas, coches, árboles…
arrasar ciudades y la vida misma;
pero no puede destruir
la valerosa alma ucraniana.
Ramón Palmeral
poeta de Alicante, autor de "69 poemas y un anexo"
Y Putin no quiere reconocer que Rusia es mas pobre que antes de la invasión de Ucrania, que esta aislada económicamente y tiene que regalar el grano a África pobre porque si no, nadie se lo compra.
Ya no estamos en los tiempo que se invadía un país y no pasaba nada. Tenemos a la OTAN