Tiene un prólogo de Ramón Fernández Palmeral, dice el prologo:
Prólogo
Toda obra de arte tiene un destino, una meta, pues a la poesía le sucede
lo mismo, tiene una misión la de llegar al lector, para que a través de su
lectura la haga propia acompañada por la evocación de sugerencias y
sentimientos que el poeta pone en sus versos. Por ello, en las conferencias
siempre comento que la poesía no es simplemente Literatura, sino que son
emociones puestas en verso que han de llegar a todas las habitaciones del
corazón de las personas.
La lectura de Luces y sombras
compuesto por 148 poemas me sugieren planteamientos de una gran polémica sobre
la poesía en nuestro tiempo: si el poema nace de la experiencia o es una
creación de la palabra, pues bien, en el caso de Pedro Piqueras es la
experiencia, a mi entender, la que pone
voz a unos sentimientos de un hombre de carne y hueso, y alma de poeta. Como la
poesía es comunicación, no caben dudas de que ejerce una gran función expresiva
y comunicativa, Pedro tiene su estilo propio y peculiar, lo cual le hace ser un
poeta diferente al que hay que estar muy atento a su lectura. Su primer libre
se titulaba Poesías de la Vida
compuesto de 150 poemas, lo que le da a este consumado poeta un bagaje importante
en su haber lírico.
Siempre he comentado que la poesía es un punto de vista, un ver las
cosas según las propia visión del mundo, y es lo que a los lectores nos
interesa, conocer ese punto de vista íntimo del poeta. La sinceridad y el compromiso
de decir lo que uno siente en su interior más hondo, o denunciar lo que uno ve
o no ve bien desde su formación y vivencias, son elementos esenciales de la
poesía, una poesía cuya columna vertebral es la experiencia del poeta y el
concepto del punto de vista con que él percibe el mundo. Como dijo nuestro
universal poeta Miguel Hernández “nos
hace poetas la vida”. El amor y el desamor, la ilusión y los anhelos son
siempre una herida abierta a la poesía con infinitos recursos a su disposición
del poeta.
Pedro Piqueras acude con frecuencia a la familia, otras veces a los
recuerdos, a la amistad o a las circunstancias de la sociedad
en la que vive. Uno no puede dar amor
sino se quiere primero a sí mismo, aunque esto parezca una egolatría, un
narcisismo necesario y casi doloroso,
porque la poesía es espejo de nuestros sentimientos y de nuestra razón; ya que
el proceso creador es siempre misterioso y casi místico, somos “pararrayos de
lo divino” como dijera el gran Rubén Darío.
Los títulos de cada poema son una sinopsis del contenido de los mismos.
Ha preferido dividir los poemas, en su mayoría cuartetos de seis o siete
estrofas, con acertadas rimas en un orden muy geométrico, estéticamente
hablando. He encontrado algunos
hallazgos que quiero destacar como “de fuego encendido que anula la razón” (verso
24, del poema “Conflictos de la vida”), también “Hambre de caricias tiene el corazón” (v. 2 de
“Mi sueño”), o en “viajar a la vida antes de partir ( v.8, del poema “Los
amigos”), o “Camino en la vida entre la niebla/ y parece que vivo de prestado”
(vv 1-2, del poemas “Sin compañía”). Hay más pero es mejor el lector los vaya
descubriendo por sí mismo.
Pero el oficio de poeta es un oficio complejo, a veces nos dejamos
llevar por los primeros impulsos que se nos vienen a la cabeza y así los
recitamos o leemos, cuando en realidad no es así, debe ser sometido al proceso
de maduración, fermentación, trasvase y etiquetado como un buen vino de la vida.
Considero que la poesía es un retorcer de las palabras que como un racimo de
uvas exprimimos hasta sacarles todo el
mosto de su interior. Pues de igual modo un poema es como un racimo de uvas que
a través de figuras del lenguaje vamos prensando su sustancia tras la lectura
hasta extraer su contenido, aunque, a veces, se nos queda, algo tan propio e
íntimo del auto que no comprendemos en su total alcance.
Pedro Piqueras es un poeta de la experiencia
que nos trae en este libro unos racimos de uvas, de buenos versos, abanico de
diversos temas universales que nos hacen pensar y sentir, y que él nos muestra
desde su punto de vista, que es lo que a los lectores nos interesa: su punto de
ver el mundo. Y llegamos a decir: esto mismo me pasa a mí, pero me lo dice
mejor que yo lo diría.
En realidad todo poeta como creador o receptor de una revelación lo que desea es comunicar sus sentimientos, oír su corazón, transmitir el mensaje de sus emociones, más que creaciones; compartir experiencia y buscar la aprobación de los demás, pero en un arte contemporáneo, del “desarraigo” del que hablara Dámaso Alonso, esta aprobación debe situarse en el plano de la distancia, porque el resultado de su creación es la técnica y no el mensaje del halo de la musas.
Porque se sentirá en el plano del artista
puro, no del “arte por el arte” sino del arte conseguido por el conocimiento o
de haber aprendido (aprenderse) la técnica a través de su inteligencia en lo
que llamaría “poesía inteligente”. Porque la poesía ha sido desposeída de sus
secretos, de sus misterios, de su halo divinizado para ser humanizada y
accesible; o sea, que lo esencia no es la forma del poema sino el sentido, el
mensaje que cala en el alma del lector como un “saeta de esperanza” como dijera
Gerardo Diego.
Para terminar, creo que este
poemario es una herramienta más que el lector dispone para pensar y ahondar en
un mundo propio, cierto y real, pues pienso que Pedro Piqueras ha hecho un gran
trabajo de despojarse de prejuicios, tópicos y otros elementos ornamentales
para mostrarnos a un hombre sincero,
transparente y espontáneo. Os recomiendo el disfrute de su lectura.
Agosto de 2013
Ramón Fernández Palmeral
Escritor, poeta y pintor