POESIA PALMERIANA

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lunes, 9 de septiembre de 2024

Exitos del tenor Migue Fleta en Monova (Alicante), años 1924 y 1925

 

En abril de 1924 y 1925 el ídolo de la época, Miguel Fleta, actuó en Monóvar

Elías Bernabé Pérez
14 abril 2020
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En abril de 1924 y 1925 el ídolo de la época, Miguel Fleta, actuó en Monóvar

 

 El tenor Miguel Fleta natural de Huesca estuvo en varias ciudades españolas entre ellas Alicante, en cuyo Teatro Principal cantó el domingo 7 de junio 1924 Rigoletto y el lunes 8 La Bohème.

Aquel 12 de abril tampoco se llenó el Kursaal. El precio de las entradas se había reducido respecto del año anterior, pero aún así resultaban prohibitivos para la mayoría de la población. El palco de seis localidades de platea había bajado a 250 pesetas, pero la entrada más económica, la de pie, se mantuvo en 10 pesetas. No se conoce cuanto cobró Fleta por esta segunda actuación, pero fue una cifra muy inferior a la del año anterior, por lo que esta vez el empresario se pudo resarcir algo, muy poco, de sus pérdidas anteriores.

Se repitió la apertura de los ventanales del teatro, y los monoveros volvieron a apiñarse. Y también se repitió lo de compartir una misma localidad, dos o tres personas, accediendo al teatro cada uno de ellos en una de las partes del concierto.

 

Teatro de Monovar

El sábado 19 de abril de 1924, y el domingo 12 de abril de 1925, Monóvar vivió sendos  acontecimientos líricos, que por aquel entonces, estaban reservados a las grandes ciudades. Más que acontecimientos cabría calificarlo de verdaderas fiestas de fervor popular.

Para inaugurar el Teatro Kursaal actuó en la ciudad natal de Azorín ni más ni menos que el gran divo internacional de la ópera. El tenor aragonés Miguel Fleta, cuando se encontraba en el cúspide de su carrera meteórica, y era solicitado por los teatros de ópera más importantes de todo el mundo. Dos meses antes de su primera actuación en Monóvar, el 13 de febrero, había debutado en el Metropolitan de Nueva York. Y tan solo un año después, el 25 de abril de 1926, estrenó Turandot, en la Scala de Milán, la ópera póstuma de Giacomo Puccini .

Cuando Fleta estuvo en Monóvar su trayectoria artística era más bien corta, pero su ascenso fue fulgurante, debido a sus condiciones naturales extraordinarias, y a los dos años de intensa preparación técnica, que le convirtieron en un fuera de serie, y hasta podríamos decir que en un objeto mediático, aún cuando sus actuaciones, éxitos y triunfos en los escenarios, y sus devaneos femeninos, solo se propagaran por medio de la prensa escrita y la rumorología ciudadana.

La más clara prueba de su calidad canora la encontramos en sus grabaciones discográficas. Aun  estando registradas en los años 20 del siglo pasado, la belleza de su timbre, sus inigualables filados y la claridad y potencia de sus agudos, suenan inmaculados. Muchísimo mejor que los de otros cantantes de primera línea mundial de su época. (1)

Cabe considerar que en aquella época todo quien estaba relacionado con el mundo de la lírica, fuese zarzuela, revista o cuplé, aquí en España, se convertía en personaje popular y admirado.

Con todo, que actuase en una ciudad como Monóvar era algo insólito. Fleta solo volvió a hacerlo en pequeñas localidades cuando estaba en la línea descendente de su fulgurante y corta carrera, se le habían cerrado las puertas de los grandes teatros y deambuló por las provincias españolas, con más pena que gloria. 

Un regalo por amor

Y alguien podrá preguntarse, siendo del todo razonable hacerlo, como fue posible que un cantante solicitado en los teatros de ópera más importantes del mundo, y que además gozaba de una agenda repleta, accediese a cantar en Monóvar.

También cabe preguntarse a quien se le ocurrió pensar en él para inaugurar el nuevo teatro, siendo de carácter privado.

Pues esa ocurrencia fue del empresario de la construcción José Sempere Molina -o de su esposa- asentado en la ciudad monovera desde hacía algunos años, y según cuentan hombre emprendedor, que igual ganaba un montón de miles de pesetas en algún negocio, que perdía los mismos, o más, en el siguiente.

Promovió un grupo de viviendas, de estructura muy avanzada para la época, justo a espaldas de donde levantó el teatro.

Molina fue el constructor, propietario único y empresario, inicialmente, del Teatro Kursaal. El hombre amaba a su esposa hasta la veneración, y le concedía todos los "caprichos" -digámoslo así- que a ella se le ocurrían. Y una de sus ocurrencias fue, primero, la de que su marido levantara un teatro, y segundo, sugerirle que para su inauguración contratase a Miguel Fleta. La señora era una ferviente admiradora del arte del antiguo jotero aragonés.

En la Historia del Kursaal Fleta, de Paco Corbí Jordá, escrita en lengua valenciana se dice: "La construcció del Teatre Kursaal Fleta fou una aventura temerària. L´apassionat impúls d´un home enamorat. Un somni enlluernant que l´audacia va tornar tangible. Una fascinant història d´amor...".

("La construcción del Teatro Kursaal fue una aventura temeraria. El apasionado impulso de un hombre enamorado. Un sueño alunado que la audacia volvió tangible. Una fascinante historia de amor...").

Y aunque pudiera parecer una misión imposible Sempere dio satisfacción al sueño de su mujer. Fleta que, por aquel entonces cobraba 11.000 pesetas por actuación en el Teatro Real de Madrid, pidió 25.000 por acudir a Monóvar. Quizá creyendo que no se los darían. Pero Sempere dijo sí. Además contrató a la orquesta de plectro La Wagneriana, de Alicante, para acompañarle en la interpretación de las habituales jotas, que el cantante siempre llevaba en repertorio. Hasta ese punto estaba el hombre dispuesto a satisfacer a su esposa.

En las arias de ópera, romanzas de zarzuela y canciones Fleta, según el periódico El luchador "estuvo acompañado al piano por su maestro mejicano, que ignoramos como se llama". Así de campante quedó el informador o periodista redactor de la crónica "ignoramos como se llama".

Y como el teatro no se llenó, dados los precios tan elevados de las localidades, las pérdidas económicas fueron cuantiosas. El déficit pudo ser menor, de haberse completado el aforo, pero hubiera sido.

La actuación de La Wagneriana, que además amenizó los dos entreactos, fue muy del agrado del público. Por tal razón en 1926 ofreció un concierto, el 15 de mayo de 1926, en el Teatro Principal, sito pared con pared del Kursaal.

Como ya dijimos en nuestro artículo referido al cierre del Teatro Real, Fleta en sus actuaciones operísticas solía brindar varias propinas al público. Había tres obras que eran las más habituales y de géneros dispares. La canción Ay ay ay, del chileno Osmán Pérez Freire. La jota de El trust de los tenorios, zarzuela del valenciano José Serrano, y el aria del último acto de Tosca -el Adiós a la vida de Fleta-de Giacomo Puccini.