Los poetas somos como los leones, después de que nos disparen podemos lanzar nuestras garras. Página administrada por el poeta Ramón Palmeral, Alicante (España). Publicamos gratis portadas de los libros que nos envían. El mejor portal de poetas hispanoamericanos seleccionados. Ramón Palmeral poeta de Ciudad Real, nacido en Piedrabuena.
Contacto: ramon.palmeral@gmail.com.
La mayor satifacción que tengo al escribir es saber que alguien me lea cuando yo esté muerto.
por Antonio María FlórezDomingo 21 de enero de 2018 /publicado en LETRALIA
Alonso Aristizábal —a la izquierda en esta foto con el autor de este trabajo— nació en 1945 en Pensilvania, la muy paisa localidad del oriente de Caldas.
2017 se terminó cerrando con una noticia triste, la muerte —otra más—
de uno de nuestros intelectuales amigos, Alonso Aristizábal, con una
obra importante que lo situó en el selecto grupo de los mejores
narradores caldenses del siglo XX, especialmente por su novela Una y muchas guerras (1985) y sus libros de cuentos Un pueblo de niebla (1976) y Escrito en los muros (1985). Su condición de crítico literario (Diners, Avianca, Banrepública)
y docente de escritura creativa en varias universidades bogotanas
(Nacional, Central, Los Andes) hizo que se ganara un merecido
reconocimiento como intelectual de prestigio nacional. Sus libros sobre
Pedro Gómez Valderrama y Álvaro Mutis son referenciales, al igual que la
traducción que se hizo al alemán de su texto La casa del canario de la esquina (2001).
Con
Alonso Aristizábal solíamos hablar en nuestras infaltables citas para
tomar café en Bogotá, de literatura caldense y española.
Alonso Aristizábal Escobar había nacido en 1945 en Pensilvania, la
muy paisa localidad del oriente de Caldas, y había cursado estudios de
Filosofía y Letras en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín,
ciudad que amaba profundamente y donde lo ha pillado la infartante
muerte que no perdona personas ni momentos.
Le conoció uno siendo muy joven por los estrechos vínculos que este
servidor ha tenido con su pueblo natal, gracias a mi relación con las
familias Hoyos, Zuluaga y Aristizábal y mis frecuentes idas a jugar
baloncesto allí. Solíamos hablar en nuestras infaltables citas para
tomar café en Bogotá, de literatura caldense y española, y de la
relación de su pueblo con Marquetalia en la etapa fundacional (no en
vano uno es descendiente del fundador de ésta) y en la época de la Violencia.
Estaba empeñado en que fuera a Pensilvania para hablar de este tema,
pero desafortunadamente no pudimos cuadrar una fecha debido a los
múltiples compromisos de ambos.
Tuve la suerte de participar con él en varios proyectos de trascendencia. Cuento caldense actual (1993), compilación hecha por Octavio Escobar
y Flóbert Zapata, la más importante de este género en la región, y en
la que ambos participamos con sendos textos; el suyo, “La ilusión del
Dumbar circus”, y el nuestro, “Epigolatría”. Por ahí también aparecían
referentes de la literatura colombiana actual como Adalberto Agudelo, Jaime Echeverri, Eduardo García Aguilar,
Octavio Arbeláez, Orlando Mejía Rivera, Roberto Vélez y los dos
compiladores. El otro fue el bello proyecto que unió a escritores de
Caldas y Extremadura nombrado Estrechando círculos (1999), que dirigimos con Octavio Escobar y Manuel Simón Viola. Su cuento se titulaba “El mar que ronca en el corredor”.
Continuamente alababa mi gusto por la belleza femenina, con su fraseo
irónico y su mirada picarona, y se preocupaba por mis asuntos
sentimentales y mis amistades de aquí y allá, pero especialmente
preguntaba por mi hijo, a quien apreciaba mucho, no obstante, no
conocerle.
Siempre le agradeceré la generosa crítica que hizo de mi libro Desplazados del paraíso (Premio Nacional de Poesía “Ciudad de Bogotá” 2003) en la revista Diners, medio que lo eligió como uno de los libros del año 2004 en Colombia, y que supuso mi espaldarazo en el ámbito nacional.
Hablábamos muchos de nuestros proyectos literarios, me pedía que le
desbrozara ampliamente mis libros y me decía con franqueza su opinión
sobre ellos. Nuestra última comunicación por correo electrónico versó
sobre mi Sueños eróticos…, que cuestionó y se quejó por no haberlo aún recibido en su casa bogotana.
Se
nos ha ido en mala hora uno de los hitos de la cultura caldense de
siempre, pero especialmente un amigo generoso en sus afectos.
La última vez que nos vimos fue en Manizales, en septiembre de 2016,
donde coincidimos en la Feria del Libro de Manizales, dedicada en esa
oportunidad a Extremadura. Lo recuerdo participando lúcidamente en un
interesante conversatorio con Simón Viola y en otro con Susana Martín
Gijón. Hablamos un buen rato sobre el proyecto de hermanamiento cultural
entre Extremadura y Colombia y quedamos comprometidos en hacer
finalmente ese varias veces deseado viaje a su pueblo, que tanto quería y
al que dedicó algunas de sus obras narrativas y poéticas más
relevantes.
De él dijo Roberto Vélez Correa que su obra Una y muchas guerras
era una de las obras capitales de la literatura caldense de siempre en
la que “la nostalgia de la provincia, los anhelos de superación de sus
habitantes y el miedo irracional que los acosa, hacen que la atmósfera
respirada en la novela sea de fantasmas cuyos lamentos se escuchan en
los zaguanes y en los patios para confundirse con los gritos reales de
los agredidos en las calles y plazas públicas por cuchillos y revólveres
asesinos”. Sobre esta novela también se pronunciaron otros prestigiados
críticos como Jacques Gillard, Raymond L. Williams y Álvaro Pineda, que
escribió en Del mito a la posmodernidad:
“Alonso Aristizábal narra, en lenguaje directo y testimonial y dentro
de la tradición antioqueña, la historia de una familia oriunda de un
pueblo caldense que por efecto de la violencia tiene que emigrar a
Bogotá… Por huir de la violencia física de la región de Pensilvania, la
familia perdió sus nexos y tradiciones y cayó en la violencia
sicológica, más despiadada y humillante”.
Se nos ha ido en mala hora uno de los hitos de la cultura caldense de
siempre, pero especialmente un amigo generoso en sus afectos. Queda uno
pendiente de ir a su pueblo a hacerle el debido homenaje y a hablar de
este y otros temas. ¡Descanse en paz a pesar de las muchas guerras que
vivió en su gran obra!
Escritor
hispano-colombiano (Don Benito, Badajoz). Se crio en Marquetalia,
Colombia. Es médico especialista en drogas y deporte. Ha publicado Zoo (Poemillas de amor antiecológico) (2003), Desplazados del paraíso (2003), Dalí. El arte de escandalizar (2004), Transmutaciones. Literatura colombiana actual (2009), Bajo tus pies la ciudad (2012), En las fronteras del miedo (2013), La muerte de Manolete. Crónica en escena (2014) y Sueños eróticos de un adolescente empedernido (2016),
entre otros títulos. Ha obtenido el Premio Nacional de Poesía “Euclides
Jaramillo Arango” (1999) y el Premio Nacional de Poesía “Ciudad de
Bogotá” (2003), entre otros reconocimientos. Algunos de sus textos se
han traducido al italiano, francés, portugués, danés, inglés y catalán y
han aparecido en antologías a uno y otro lado del Atlántico. Fotografía: Daniel Mordzinski.
La
era victoriana, desde la coronación de la reina Victoria, en 1837,
hasta su muerte, en 1901, fue una época de transformaciones sociales que
obligaron a los escritores a tomar posiciones acerca de las cuestiones
más inmediatas. Así, aunque las formas de expresión románticas
continuaron dominando la literatura inglesa durante casi todo el siglo,
la atención de muchos escritores se dirigió, a veces apasionadamente, a
cuestiones como el desarrollo de la democracia inglesa, la educación de
las masas, el progreso industrial y la filosofía materialista que éste
trajo consigo, y la situación de la clase trabajadora. Por otra parte,
el cuestionamiento de determinadas creencias religiosas que llevaban
aparejados los nuevos avances científicos, particularmente la teoría de
la evolución y el estudio histórico de la Biblia,
incitaron a algunos escritores a abandonar asuntos tradicionalmente
literarios y a reflexionar sobre cuestiones de fe y verdad.
Los
tres poetas más sobresalientes de la era victoriana se ocuparon de
cuestiones sociales. Aunque empezó dentro del más puro romanticismo,
Alfred Tennyson pronto se interesó por problemas religiosos como el de
la fe, el cambio social y el poder político; ejemplo de ello es su
elegía In memoriam (1850). Su estilo, así como su conservadurismo
típicamente inglés, contrastan con el intelectualismo de Robert
Browning. El tercero de estos poetas victorianos, Matthew Arnold, se
mantiene aparte de los anteriores porque es un pensador más sutil y
equilibrado. Su labor como crítico literario es muy importante y su
poesía expone un pesimismo contrarrestado por un fuerte sentido del
deber, como ocurre en su poema “Playa de Dover” (1867). Algernon Charles
Swinburne se orientó hacia el escapismo esteticista con versos muy
musicales pero pálidos en la expresión de emociones. Dante Gabriel
Rossetti, y el también poeta y reformador social William Morris, se
asocian con el movimiento prerrafaelista, que intenta aplicar a la
poesía la reforma que ya se había introducido en la pintura.
La
novela se convirtió en la forma literaria dominante durante la época
victoriana. El realismo, es decir, la observación aguda de los problemas
individuales y las relaciones sociales, fue la tendencia que se impuso,
como se puede comprobar en las novelas de Jane Austen, como Orgullo y prejuicio (1813). Las novelas históricas de Walter Scott, de la misma época, como Ivanhoe
(1820), tipifican, sin embargo, el espíritu contra el que reaccionaban
los realistas. Pero el nuevo espíritu lo dejaron bien a la vista Charles
Dickens y William Makepeace Thackeray. Las novelas de Dickens sobre la
vida contemporánea, como Oliver Twist (1837) o David Copperfield
(1849), demuestran una asombrosa habilidad para recrear personajes
increíblemente vivos. Sus retratos de los males sociales y su capacidad
para la caricatura y el humor le proporcionaron innumerables lectores y
el reconocimiento de la crítica como uno de los grandes novelistas de
todos los tiempos. Thackeray, por otro lado, pecó menos de
sentimentalismo que Dickens y fue capaz de una gran sutileza en la
caracterización, como demuestra en La feria de las vanidades (1847-1948).
Otras
notables figuras de la novela victoriana fueron Anthony Trollope y las
hermanas Brontë. Emily escribió una de las más grandes novelas de todos
los tiempos, Cumbres borrascosas (1847), mientras sus hermanas
Charlotte y Anne también escribieron obras memorables. George Eliot es
otra destacadísima novelista de la literatura universal, así como George
Meredith y Thomas Hardy.
Una
segunda generación de novelistas más jóvenes, muchos de los cuales
continuaron su obra en el siglo XX, desarrollaron nuevas tendencias.
Robert Louis Stevenson, Rudyard Kipling y Joseph Conrad intentaron
devolver el espíritu de aventura a la novela, y alcanzaron algunas de
las grandes cimas de la narrativa inglesa. Una intensificación del
realismo se produjo con Arnold Bennett, John Galsworthy y H. G. Wells.
El
mismo espíritu de crítica social inspiró las obras de teatro del
irlandés George Bernard Shaw, que hizo más que ningún otro por despertar
al teatro de la somnolencia en la que había estado durante el siglo
XIX. En una serie de poderosas obras, claramente influenciadas por las
últimas teorías sociológicas y económicas, expuso, con enorme habilidad
técnica, la estupidez de los individuos y de las estructuras sociales de
Inglaterra y del resto del mundo moderno. Es la época floreciente de la hipocresia, la cualidad más destacada de los británicos: haz lo que quieresa pero que nos se entesren los demás
Despedida sentida de mi amigo y mentor Gaspar Peral Baeza
por Ramón Fernández PalmeralMartes 23 de enero de 2018 LETRALIA de Venezuela.Compartir14
Gaspar Peral Baeza y Ramón Fernández Palmeral.
La mañana del 23 de diciembre de 2017 hemos despedido a una buena
persona con serenidad y reflexión, y con pena contenida, como era Gaspar
Peral Baeza, un amigo y también mi mentor en temas hernandianos. A las
11:15 horas se inició la homilía en la capilla que tiene el tanatorio La
Siempreviva, en el Vial de los Cipreses, situado a un kilómetro al sur
del Cementerio de Nuestra Señora del Remedio. Un camino por donde pasó
hace 75 años, un domingo del 29 de marzo de 1942, el paupérrimo féretro
de Miguel Hernández sobre un coche fúnebre tirado por caballos negros,
tal vez, sin la típica cresta de plumas de cuervos.
La homilía la ofició un sacerdote de color, lo hago tonar por ser la
única persona de este color que había entre los cientos de files
asistentes. El sacerdote, tranquilo, pausado y sabio ofició una misa en
la versión larga de 45 minutos, en la que antes de terminar llamó al
atril del altar para dar un responso a Aitor L. Larrabide, director de
la Fundación Cultural Miguel Hernández de Orihuela que a título personal
dijo que conoció a Gaspar en los años noventa para poder hacer su tesis
de licenciatura sobre el poeta de El rayo que no cesa, y a continuación leyó unos versos del Cancionero y romancero de ausencias:
“Sigo en la sombra, lleno de luz ¿existe el día?”, en tono emocionado y
casi con lágrimas en los ojos (una copia de los versos va metida dentro
del ataúd). A continuación José Antonio Charques, y en nombre del Grupo
Poético Miguel Hernández de Alicante, recitó de memoria —una memoria
excepcional que posee— un poema propio, que sin apartar los ojos de
ataúd nos emocionó a todos por su contenido elegiaco.
Luego el sacerdote roció con el hisopo el agua bendita sobre el ataúd
con toda solemnidad y dio la mano a los hijos: Paco, Gaspar y Adela
Peral Ribelles, presentes en primera fila, junto a sus nietos (y
recuerdos de flores por sus bisnietos).
Se abrió el ala lateral de la capilla y pasó muy cerca del mí, casi
rozándome, el féretro, hasta meterlo en el coche fúnebre, sin poder
resistirme a dar, sobre el pino barnizado en caoba, un par de sordos
golpes como una adiós definitivo y para siempre. No quise ir hasta al
camposanto donde lo iban a enterrar en el panteón familiar, porque dejó
dicho antes de morir que no quería que lo incineraran.
Allí mismo me despedí dolorido de algunas caras conocidas como Paco
Esteve, Rosa Monzó Seva, José Luis Ferris, Joaquín Santo Matas y esposa,
del pintor Carrasco, que había venido desde Játiva, de Charques y de
los hijos de Gaspar, que en cuerpo de cadera rota tomó el camino del
tétrico cementerio, detrás de su alma ya huida.
De regreso a mi casa, en mi coche, yo solo, recordé que a Gaspar lo
conocí en la Senda del Poeta del año 2002 a la entrada del cementerio;
me lo presentó Manuel Parra Pozuelo, también amigo y escritor
hernandiano, con el que me unía y me une una gran amistad relacionada
con la poesía. Desde aquel año, Gaspar al enterarse de que yo estaba
preparando mi primer libro sobre Hernández, me invitó a consultar notas
en su “oceánico archivo”, que así lo llamaba desde que lo bautizara,
años atrás, el famoso hernandiano Eutimio Martín, autor de El oficio de poeta, 2010.
No solamente consulté su archivo en su casa de la Torre de las
Águilas, en la mítica calle Virgilio 5 de la Albufereta, sino que
cultivé su amistad muchas tardes, y además le serví de conductor para
llevarlo a Orihuela muchas veces como en 2006, cuando le dieron la
Medalla al Mérito Hernandiano de la Fundación Miguel Hernández; otras
veces para el III Congreso de Miguel Hernández inaugurado en la Lonja de
Orihuela en 2010, o para el curso de verano sobre Ramón Sijé, en
Orihuela en 2013, donde compartimos mesa de oradores. Así podría seguir
contando viajes y anécdotas, y horas de impagable magisterio.
Solamente me queda resaltar que Gaspar Peral Baeza había nacido el 21 de diciembre de 1924, el día de santo Tomás (Apóstol, el Incrédulo),
y falleció a los 93 años, el mismo día que los cumplía, y empieza para
nosotros el invierno. Gaspar me decía algunas veces: “Soy por naturaleza
incrédulo como el apóstol santo Tomás, santoral de mi nacimiento”.
Cuando ibas a la casa de Gaspar en Torre de las Águilas de Alicante,
en la Albufereta te podías encontrar a cualquiera de los famosos
estudiosos hernandianos, rebuscando entre sus miles de libros, y no sólo
hernandianos, sino de otros autores como Carlos Arniches o la colección
completa de Estudios Alicantinos de la primera época. En medio de la
casa hay una torre de defensa de la huerta de San Juan (siglos XVI y
XVII), donde siempre contaba que cuando su padre compró la casa
encontraron enrollado en una alfombra el esqueleto sin cabeza de un
moro.
Gaspar Peral Baeza en retrato de Ramón Fernández Palmeral.
Breve currículum
Gaspar Peral Baeza fue empresario del ramo agroalimentario.
Licenciado en derecho por la Universidad de Murcia. El 30 de marzo de
1949 se casó con Adela Ribelles, los casó el famoso jesuita padre
Vendrell (quien asistiera espiritualmente en el Reformatorio de Adultos
de Alicante al poeta Miguel Hernández), ceremonia oficiada en la
concatedral de san Nicolás. En los años cincuenta fundó Teatro de Cámara
del Instituto de Estudios Alicantinos y escribió varias obras
dramáticas. También entonces comenzó a dar conferencias sobre temas o
autores teatrales (Brecht, Rattigan, O’Neill, griegos, españoles de la
posguerra, etc.) Publicó las obras titulada Cartas en voz alta,
escrita en colaboración con su tío Lorenzo Peral Sempere, que consiguió
el primer premio de teatro “Manuel Baeza”, aparecida en Revista Española, Nº 6 y último, 1955, publicación fundada por el académico de la Lengua doctor Antonio Rodríguez-Moñino. El reloj no vuelve atrás, emitido por el teatro invisible de la emisora La Voz de Alicante en 1958. La obra en tres actos Un rincón donde dormir, Nº 100 de la colección que editó la Caja de Ahorros Provincial de Alicante, 1983.
Fue fundador en 1953, con el poeta José Albi y el director de escena
Antonio Ribes, del Teatro de Cámara del Instituto de Estudios
Alicantinos, así como de la “Tertulia Teatral” que impulsó el crítico
literario Dámaso Santos. Formé parte de otras aventuras teatrales como
la Compañía La Escena, con el profesor José Ferrándiz Casares, o La
Carreta Teatral, que anduvo por el Salón de la Caja de Ahorros
Provincial. Participó, 1955, en los coloquios que se celebraron en la
Universidad Menéndez y Pelayo, de Santander, invitado por Alfonso
Sastre, sobre “Problemas actuales del teatro en España”, colaboró con el
Grupo Alba y fue presidente de honor del Grupo de Teatro Independiente
Alba 70, que dirigió Luis de Castro. Conoció al dramaturgo Alfonso
Sastre. También dedicó tiempo a coleccionar libros sobre el comediógrafo
paisano Carlos Arniches (1866-1943), colección que alcanza unos 3.000
volúmenes.
Desempeñó funciones como teniente de alcaldía de Cultura del
Ayuntamiento de Alicante durante los años 1962 a 1967 y concejal de
Cultura. Allí tuvo la ocasión de relacionarse con el mundo cultural
alicantino de posguerra, cultivando amistad entre otros con Josefina
Manresa, Vicente Ramos, Manuel Molina,
Gastón Castelló, Polín Laporta, Margot, Vicente Mojica, Ángel
Caffarena… En la segunda época del Instituto de Estudios Alicantinos
(1968-1983) presidió la Sección de Publicaciones (1968-1973), fue
secretario técnico del IEA (1973-1974) y después vocal secretario de la
citada Sección de Publicaciones, donde se publicó la obra cumbre de
Ramón Sijé, titulada La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas, 1973, que permanecía inédita desde 1935.
Era miembro de honor del Instituto Alicantino de Cultura Juan
Gil-Albert desde 1984. La Fundación Cultural Miguel Hernández de
Orihuela le concedió la Medalla al Mérito Hernandiano en enero del año
2006 junto a Antonio Julián Ramírez y Antonio García-Molina, que acudió
en representación de Vicente Ramos (que fue a quien le concedieron la
medalla).
Fue vocal del Patronato de la Fundación Cultural Miguel Hernández, de
Orihuela, y vocal de la Asociación Amigos de Miguel Hernández de
Madrid. Publicó en casi todos los números de la revista Perito Literario-Artístico
(2005-2008) dirigida por Ramón Palmeral (autor de esta reseña). Un gran
referente hernandiano es su libro, que en realidad es índice general de
miles de documentos que coleccionó hasta 2012, titulado Archivo Miguel Hernández de Gaspar Peral Baeza,
prologado por Aitor L. Larrabide y editado por el Instituto Alicantino
de Cultura Juan Gil-Albert, estando como director José Luis Ferris, de
461 páginas, y presentado en dicho instituto el 24 enero de 2013. Una
obra imprescindible para los estudiosos de El rayo que no cesa.
La Universidad Miguel Hernández, de Elche, cuyo Consejo Social, a
petición de su Cátedra Miguel Hernández, dirigida por el profesor
Francisco Esteve, le concedió el Premio Cátedras UMH, Cátedras
Institucionales, en otro mes de enero, el del año 2013. El 24 de febrero
de 2015 se inauguró una exposición que llevaba por “Miguel Hernández y
Alicante en el Archivo de Gaspar Peral Baeza” en la Casa Bardín del
Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, por la presidenta de la
Diputación de Alicante Luisa Pastor, con publicación de catálogo hasta
el 30 de marzo del mismo año. Concedió varias entrevistas a las revistas
digitales El Eco Hernandiano y Alquiblaweb.
¡Que descanses en paz, amigo!
Escritor
español (Piedrabuena, Ciudad Real, 1947). Realizó estudios
universitarios de geografía e historia en Castellón de la Plana e inició
estudios de derecho en Granada. Colabora en medios de comunicación y
revistas especializadas con monográficos sobre Cervantes, Azorín, Miguel
Hernández, Carlos Fenoll, Ramón Sijé y Manuel Molina. Fundó en Alicante
las revistas ilustradas Palmeral (Poético-Artístico) y Perito (Literario-Artístico), las revistas digitales Nuevo Impulso y Miguel Hernández Multimedia-Centenario. Colabora actualmente con artículos culturales en Mundiario. Ha colaborado esporádicamente en prensa en Levante EMV, Diario Información, Alicante Press y Diario de Almería. Es autor de ensayos sobre Cervantes y el Quijote,
poetas como Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández y
Manuel Molina, o escritores como Azorín. Es historiador sobre temas
malagueños: Frigiliana, Torrox y Nerja. Es autor de novelas históricas
como El rey de los moriscos y El héroe de Nador, otras biográficas como El cazador del arco iris, novela negra como La mujer del Amadorio. Tiene 35 libro autopublicados en Amazon y Lulu, cuatro de ellos de poesía como Lágrimas ebrias de melancolía o La cólera de Aquiles (2017).