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"Infinitos los veo, elementales
ejecutores de un antiguo pacto,
multiplicar el mundo como el acto
generativo, insomnes y fatales".
J. L. Borges
Me pongo ante él
y el porvenir se expande
con el ritmo elegante de una galaxia.
Las paredes me estorban.
No concibo más que puentes
y enredaderas cuando me miro
y siento que mi imagen
es sólo suya.
El espejo me obliga a confesar
cuando me someto
a su violento y dulce tercer grado.
“¿Sí o no? Contéstame”.
Me acosa a preguntas.
“Sí”…, le digo
a mi imagen reflejada que no soy yo.
Y sonrío.
Y ya no hay temblor ni velo.
Confieso que él ya no puede nada
contra mi decisión
ni mi desidia.
Confieso que ya no se me despellejarán
los dedos,
-como entonces-
por morderme las uñas,
por arrodillar las ganas
ante la frustración o el fracaso.
Las alternativas son felices
si son tangibles.
Y son tantas…
Sobre mil cariátides
descansa la esfera azul de mi templo.
(Alguna recién esculpida,
alguna recién estrenada).
Y el espejo amanece
con su mirada secuaz,
sin azogue ni júbilo.
Sólo vertical
y cristalina,
para mi mal.
....
La foto es mía. O sea, que es vuestra :-)
Besos de Ana Márquez