Vuelta a casa de Altamira. Traslado desde México al Campello
El celebre jurista Rafael Altamira falleció en 1951 y seis años más tarde su mujer (1957). En vida destacó por su labor a favor del diálogo, la educación y la democracia, aptitudes por las que fue propuesto en dos ocasiones al Premio Nobel de la Paz, en 1933 y en 1951.
Su llegada y defunción en México estuvo marcada por el estallido de la Guerra Civil española, periodo en el que fue detenido tras intentar huir del país, a pesar de poseer inmunidad diplomática. Posteriormente llegó a Holanda, pero la invasión de Alemania a los Países Bajos en 1940 le orilló a refugiarse en la ciudad francesa de Bayona.
El escritor permaneció cuatro años en Francia, y después fue invitado por la Fundación Carnegie a dar clases en la Universidad de Columbia (Nueva York), aunque un inesperado accidente de rotura de la cadera lo obliga a instalarse en México, donde también estaban exiliadas sus dos hijas: Pilar y Nela.
Dentro de su trabajo humanista resaltó su nombramiento como uno de los diez jueces titulares del Tribunal Permanente de Justicia Internacional, que posteriormente se constituiría en el Tribunal Internacional de La Haya, en el cual fue reelegido durante mandatos consecutivos desde 1921 hasta 1940.
Ahora, después de más de siete décadas, los restos ya exhumados de Rafael Altamira se encontrarán próximamente en El Campello, municipio al que su familia sigue estrechamente vinculado. Aquí residen tres de sus bisnietos.
El destino ha querido que la exhumación se produjera un 6 de diciembre, Día de la Constitución Española.
Tras tener confirmación de que la operación se había llevado a cabo con éxito, el alcalde de El Campello, Juanjo Berenguer, agradeció al cónsul general de España en México, Manuel Hernández Ruigómez, su implicación en la causa.
“Quiero agradecerle de corazón el esfuerzo y la dedicación que ha puesto en la exhumación de Rafael Altamira y su esposa. Su trabajo refleja no solo un profundo respeto por su memoria, sino también una sensibilidad y compromiso que trascienden lo profesional”, le escribió Berenguer.
“Para quienes admiramos el legado de Altamira, su intervención en este proceso significa mucho más que un acto administrativo. Es un gesto de humanidad y justicia histórica que honra a una figura que dedicó su vida a promover los valores universales de la educación, el diálogo y los derechos humanos. Gracias por poner su empeño en preservar su legado y por recordarnos, una vez más, el valor de la cooperación entre nuestras naciones. Su labor no pasa desapercibida y será siempre recordada con gratitud. En nombre de quienes valoramos la historia y la memoria de grandes intelectuales, reciba nuestro más sincero reconocimiento. En nombre de la corporación que presido, del municipio y personalmente, quiero transmitirle gratitud, aprecio y reconocimiento”, finaliza la misiva.
“Era de justicia repatriar a Rafael Altamira y su esposa Pilar Redondo Tejerina desde México y traerlos a El Campello”, declaró ayer el primer edil, con el sentimiento certero de que se ha escrito una página más de la historia de nuestro país.