Categoría (El mundo del libro, El oficio de escribir, Estafeta literaria, General) por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz el 26-04-2019
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Rosalía de Castro (1837-1875) nació en Santiago de Compostela y murió en Padrón a los 48 años, en la Casa da Matanza, donde vivió sus últimos años. El edificio fue restaurado en 1971 y convertido en Casa-Museo. Conserva su estructura original de dos plantas, y lo que rodea el edificio, antes huerta, ahora es un jardín floreado de distintas especies de camelias, que forma parte de la Ruta de la Camelia. Su interior propone un recorrido que permite al visitante acercarse a la vida y obra de la escritora gallega.
En 1945 la escritora Luisa Carnés (1905-1964), estando exiliada en México, recibe el encargo de escribir una biografía de Rosalía, con el fin de exaltar la imagen de España allí y buscar la convivencia de los exiliados republicanos con los nacionalistas de Galicia, Cataluña y Euskadi. En Rosalía de Castro. Raíz apasionada de Galicia consigue una recreación de la vida de la poeta, de sus sentimientos, como si realmente hubiera convivido con ella. El libro vuelve a estar al alcance de todos gracias a la reedición de Hoja de Lata en 2018.
Otra obra consultada, que se centra en sus últimos días de vida, es la escrita por el poeta, crítico y narrador coruñés Xavier Seoane (1954). Se trata de una biografía novelada (gran parte de su correspondencia fue destruida por su esposo para preservar su memoria y la imagen idílica del matrimonio) que busca compaginar la visión exterior (la gente de su pueblo, su hija…) con una perspectiva más cercana e íntima (reproduce en forma de soliloquio sus emociones, sentimientos…).
Kathleen N. March, filóloga e hispanista interesada en la literatura gallega, en De musa a literata: el feminismo en la narrativa de Rosalía de Castro, Ediciós do castro (1994) se centra en dar a conocer su desconocida obra prosística.
Rosalía llegó a esta vida siendo fruto de amores secretos entre doña Teresa de Castro y el canónigo de la parroquia de Santa María de Iria. Según reza el documento obtenido del párroco, nació el 21 de febrero de 1837, como hija de padres incógnitos y fue bautizada con el nombre de María Rosalía Rita. Señala Xavier Seoane que no fue entregada a la inclusa porque la amadrinó la fiel sirvienta de su madre, que pertenecía a la nobleza. Lo inusitado en este caso quizá sea que la madre fuera una doncella puesto que en Galicia abundaban las madres solteras y los curas, que surgían únicamente por deseo paterno, sin una verdadera vocación.
Luisa Carnés nos describe a una Rosalía triste, tanto en su infancia como en su adolescencia; agraciada, no bella; alta, de complexión robusta, con caderas anchas y busto desarrollado; observadora, a través de sus ojos negros, y delicada: la tuberculosis (el tifus, según Xavier Seoane) le acompaña desde la pubertad.
Con diecinueve años, sale de Galicia y se instala en Madrid, en casa de su tía María de Castro. Mientras trabaja traduciendo del francés (idioma que junto al dibujo le fue enseñado por su madre), toma consciencia de que hay muchos gallegos afanándose en una situación de inferioridad social y cree que es por el desdén con que se les mira en la corte castellana.
Tras editar su primer libro, en el periódico La Iberia de Madrid aparece un artículo crítico donde se lee “ha nacido una poetisa verdadera”. Lo firma el historiador y brillante prosista, natural de La Coruña, Manuel Murguía. Fino, sensible y apasionado de Galicia, sabe leer, y será el único que comprenda lo que valdrán sus poesías en el ambiente dulzarrón y ampuloso de la época. Y es esta admiración lo que le mueve a querer conocerla.
En 1858 se casan. Rosalía no le pregunta por sus medios pecuniarios ni por su edad (dieciocho años más), solo suspira porque tendrá esposo y sus hijos, padre. Si como marido hará desdichada a la poetisa por sus veleidades amorosas, sin embargo, como artista la hace dichosa al revelarle valores propios que ella ignora. Y por sus palabras, no cabe duda de que sintió una tierna admiración por ella: “Es demasiado pura; es demasiado sensible para habitar en este mundo”. También señala en su obra Los Precursores (1885) que “Fue muy desgraciada toda su vida. Parecía llevar en su corazón los secretos temores que sintió su madre todo el tiempo que la llevó en su seno”.
Ella, a su vez, siempre tuvo el sentimiento de no ser comprendida por él; ese fue el drama en su vida conyugal. Pero, como esposa, en varias ocasiones abandona su Padrón natal para seguirlo a donde le lleve su trabajo: Santiago, Simancas, la corte de España.
Fue madre de siete hijos. Sobrevivieron cuatro chicas y un único hijo, Ovidio, pintor. Pero todos aluden a Alexandra, la primogénita, la confidente, su más ferviente admiradora. Es delicada y sensible, como su madre, y cuida de que sobre su mesa de trabajo nunca falte un ramo de sus flores preferidas (violetas o pensamientos) y de que sus hermanos no lleguen a molestarla mientras escribe. Y ella da otra imagen de su madre contraria a la de los demás, como confirman sus propias palabras extraídas de la entrevista con el periodista coruñés Victoriano Fernández Asís en 1959: “¡Diga que no era triste mi madre! Nada de eso. Muy alegre, siempre estaba de broma, y tenía verdadero ingenio para decir ocurrencias”.
Si nos centramos en su obra, es a los once años cuando se revela la gracia poética, la espontaneidad que la caracteriza. Escribe versos, pero no los da a conocer; ella misma los rompe. En el Liceo San Agustín de Santiago de Compostela con diecisiete años empieza a subirse a los escenarios, donde protagoniza varias obras de teatro. Pero prevalece su vocación poética y años más tarde mostrará sus poemas en los periódicos de A Coruña, Vigo y Santiago. En 1857, publicará su primer libro titulado La flor. Porque sus versos son simples, sencillos, sobrios y están escritos en gallego son acogidos con indiferencia y a veces con hostilidad.
Con la aparición de Cantares gallegos (1872), son sus paisanos quienes más la atacan: diciendo que “no son cantares, ni gallegos”. Esta obra dio resonancia de gloria a su nombre y fue exaltada en Cataluña y en América. Por mucho tiempo la incomprensión de los intelectuales de su época hiere a Rosalía. Es el pueblo quien la exalta y ama, mientras que la crítica rehúsa aceptarla.
A causa de la muerte de su madre, a la que estaba profundamente unida, su voz enmudece durante ocho años. Entonces llega Follas Novas (1880) escrito en Simancas. En él se leen las más ardientes rimas de cariño a su tierra; poemas que marcan un periodo de la vida atormentada de la autora, versos que encierran toda la amargura contenida en su corazón.
En las orillas del Sar, obra escrita en castellano y editada en 1884, deja de lado su localismo y obtiene calidad universal. Su sencillez se engrandece. Sus penas son más hondas, reposadas. Resulta innovadora su poesía, con la métrica y las combinaciones que luego se pondrían definitivamente en vigor. Pero es su último libro y muestra la idea del dolor y de la muerte. Eso sí sin un destello de rebeldía contra su prematuro fin que advierte cercano; con una total resignación. Tiene 47 años, pero el dolor físico le arrebata todo deseo de vivir y la torna una vieja decrépita.
Esa calidad íntima y profundamente humana de su poesía es vasta como el mundo. Su dolor por los emigrantes, por la miseria y el abandono de Galicia, es el dolor de todos cuantos han emigrado empujados por la adversidad o atraídos por falsos soles lejanos. Sus emociones poéticas tan limitadas al espacio breve de su aldea son las emociones de toda la España sufrida, de todo el universo dolorido. Por eso conquista a su pueblo, por haberlo comprendido y compadecido como una madre amorosa comprende y compadece a sus hijos desdichados. La intimidad de sus versos es lo que la hace grande, es lo que imprime rango universal a su obra poética. El corazón de los emigrantes, perdido y desparramado en los mares y bosques americanos, es recogido por ella.
Galicia é sempre un xardín
donde se respiran aromas puros,
frescura e poesía.
donde se respiran aromas puros,
frescura e poesía.
Tal y como ha quedado claro fue una escritora bilingüe. El gallego que había sido idioma de prestigio literario durante la Edad Media y cuya importancia fue tal que habían llegado a escribirse documentos y obras de creación en gallego fuera de Galicia, vuelve a aparecer gracias a Rosalía tras siglos de silencio.
Al escribir en gallego, Rosalía muestra la viabilidad de la lengua del país para la creación literaria. He ahí el enorme esfuerzo realizado en una sociedad donde las clases acomodadas hablan y escriben en lengua castellana. Además, coloca el centro de su mundo en Galicia y crea un nuevo territorio: la cultura gallega contemporánea. No es de extrañar que la bandera gallega surgiera ligada a ella en 1891.
Rosalía se ha convertido en el verdadero símbolo del renacimiento de las letras gallegas y, en virtud de sus logros literarios, es la figura honrada en el primer O día das Letras Gallegas, fecha conmemorativa establecida en 1963. Anualmente se celebra el 17 de mayo por ser el centenario de la publicación de los Cantares Gallegos.
Otra de sus grandes preocupaciones fue la condición de la mujer. Mujer libre, mujer intelectual supo como nadie entender a las mujeres del campo y del mar. Y es en sus escritos narrativos donde más claramente se manifiesta este tema: Lieders es un texto muy breve aparecido en 1858 con un contenido denunciatorio y una actitud antirromántica, por lo que no se puede incluir en el tipo de lieder tradicional; expresa un concepto de libertad y un rechazo de los elementos que tradicionalmente han clasificado a las personas según su sexo. Las Literatas (1866) reúne en sus pocas páginas juegos irónicos y revelaciones acerca de la condición que caracterizaba los esfuerzos creativos de las mujeres decimonónicas. En dos de sus novelas La hija del mar (1859) y El caballero de las botas azules, el tema de la esclavitud femenina figura en primer plano.
Después de haber sentido tanto, amado tanto, de llevar el peso de la casa, de los problemas económicos continuos nota que su enfermedad progresa. Con los primeros síntomas del cáncer (1883) los nuevos dolores terribles y pertinaces poco tienen que ver con las molestias de su juventud. Pasa los últimos meses de su vida en Padrón. Consciente de su final le pide a Alejandra que queme delante de ella todos sus retratos, así como sus últimas obras. Además, le pide que abra la ventana, quiere ver el mar. La mujer de corazón fuerte sabe enfrentarse con su destino. Muere el 15 de julio, día soleado, de 1885.
¿Qué somos? ¿Qué es la muerte? La campana
con sus ecos responde a mis gemidos
desde la altura y sin esfuerzo el llanto
baña ardiente mi rostro enflaquecido.
con sus ecos responde a mis gemidos
desde la altura y sin esfuerzo el llanto
baña ardiente mi rostro enflaquecido.
El silencio que rodea a Rosalía de Castro después de morir impulsa al escritor Azorín a tomar la pluma en su defensa, se revuelve contra la indiferencia y la incomprensión que rodeó a la gran compostelana en vida. Murguía la incluye en su libro Los precursores, aparecido en el mismo año de su muerte. Con esta obra empieza el proceso de mitificación de la escritora. Entonces los poetas españoles lloran la muerte de la poetisa gallega. Su nombre forma parte del callejero de varias ciudades. La Real Academia Española edita en 1901 cinco poesías suyas, hecho que queda registrado en una lápida que ostenta la casa-museo. Más tarde Unamuno, Azorín, Enrique Díez-Canedo y Lorca la declaran creadora de la moderna poesía gallega.
La convierten en la autora más musicada de la literatura gallega: primero, Juan Montes en 1892 y luego Amancio Prada en su disco LP de 1975. En el año 2000, se traducen sus obras al japonés y al ruso en 2005. Su imagen, a pesar de que pidiera a su hija que quemara todos sus retratos, ha sido ampliamente mostrada. Estampada en un sello de correos en 1968, en los billetes de banco de 500 pesetas a partir de 1979 y hasta en la cola de un avión; fue en 2017 cuando la compañía noruega (Norwegian) escoge la figura de Rosalía para decorar su Boeing 737-800, de 186 plazas, y lo hace por su doble papel pionero en la recuperación del gallego como lengua de cultura y en la emancipación de la mujer.
No cabe duda de que durante su trayectoria vital no hizo otra cosa que enarbolar la tierra donde nació, el idioma en el que se crió y su condición de mujer. Y aun así, llegó hasta las cimas más altas para depositar su desmedida sensibilidad, su inmenso amor: “La mejor poeta nacida en la Península Ibérica desde la Edad de Oro española hasta García Lorca”, según The New York Times. Esa bandera suya sigue presente por ser, como toda buena literatura, atemporal.
Y es que todas las fuentes consultadas han querido meterse en sus entrañas, reconstruir sus sentimientos, gustos… De ahí que esa incertidumbre que rodea su vida pasa a ser certeza únicamente cuando leemos su obra. Y de sus escritos podemos aseverar que fue una gran mujer, avanzada poeta y fervorosa gallega.
Tomado del porta Serescritor.org