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viernes, 27 de marzo de 2020

Comentario de texto: Antonio Colinas: “Laderas de Peña Trevinca” (de “Sepulcro en Tarquinia”); análisis y propuesta didáctica

Macizo de Peña Trevinca (Galicia)

ANTONIO COLINAS: “Laderas de Peña Trevinca”

Laderas de la Peña Trevinca

Vamos hacia el techo de las montañas,                      1

a las praderas del cielo

vuelven las vacas más hambrientas que al alba,

helados sus hocicos, helados van los mocos

del zagal, mas se siente                                                  5

un dios viendo abajo la noche

donde humean los techos de pizarra, las cuadras

aún aquí lame el sol gramíneas arrasadas,

raíces negras, urces, zarzas indomables,

son de cadmio las piedras, la soledad espanta,       10

sienten temor los burros subiendo más arriba

(qué horrorosa la idea de volver derrotados)

lame, sol, lame láminas de cielo tu miel,

pues no puedes ya entrar por los valles,

robar la niebla al lago muerto,                               15

suspender el paseo de la loba

(hombres duermen abajo

sobre la hoz y el heno, tenebrosa

noche de los cubiles, ¿comerían

los cerdos a aquel niño? no sé si la mujer        20

herviría la leche, rebosaban

los jarros de manteca,

la ermita aparecía roída por los rayos)

aquí el olor a estrella, olor a nube, a flores

(flores así no brotan en cien años)                     25

subimos, acaricia el mar de lomas,                       

estos prados, su verdeoscuro turbulento,

la pana remendada de los montes,

¿qué nos dicen los cascos, los relinchos?

sin paz, sin sueño, pero sin dolores,                  30

luchamos con la altura,                                        

nuestro hambre es celeste,

se nos quedan los ojos allá arriba,

en esa línea de las cresterías

tallada a diamante…                                            35

                                                                  De Sepulcro en Tarquinia (1975)


  1. ANÁLISIS
1) Resumen
Antonio Colinas Lobato (La Bañeza, León, 1946) es uno de los más sugestivos y originales poetas de la generación de los “Novísimos”. Su singular voz poética combina percepción natural, reflexión trascendente y recuerdo intimista, tamizados por un sentimiento de nostalgia y de construcción de su mundo interior, sin olvidar su compromiso con la realidad circundante.
El poema “Laderas de Peña Trevinca” resulta original, a nuestro entender, por tres razones: cuenta la historia de un viaje, físico y emocional, por un lado; por otro lado, es una contemplación bajo una perspectiva espiritual, social –casi diríamos que antropológica– y física; la tercera nota original descansa en que la mirada es colectiva o grupal; el “nosotros” prima sobre los individuos. La primera palabra del poema, “Vamos” indica el movimiento de ascensión que nunca abandonará el poema. Un grupo de personas, incluido el sujeto lírico, suben hacia una montaña; luego sabremos que lo hacen con burros. Por el título sabemos cuál es: Peña Trevinca, con sus 2127 m de altitud, hace de límite provincial entre Ourense, Zamora y León. 
La altura y la vegetación natural impresionan vivamente, de ahí que el lugar al que ascienden se denomine como “praderas del cielo” (v. 2). No es un lugar acogedor: las vacas están famélicas y los pastores que las cuidan, ateridos de frío. Extendiendo la mirada hacia el valle se aprecia una aldea oscura (los techos son de pizarra y el humo sale por sus chimeneas). Arriba, desde donde el yo poético observa, todavía quedan unos rayos de sol, aunque el paisaje no es muy amable. La vegetación está constituida por gramíneas, urces y zarzas; estos últimos son arbustos humildes y resistentes en una naturaleza dura. El color de las piedras también es extraño: como el cadmio, blanco metálico, casi gris. 
En el verso 10 aparece el primer impacto emocional: “la soledad espanta”; en esas laderas no hay nada. El sol definitivamente se ha ido y la niebla cubre algunos valles, uno de ellos con un lago. El viaje es como un reto y una aventura, pues el temor a la derrota planea en el ambiente. Es el momento de los lobos patrullando su terreno. Abajo, en la aldea, los hombres duermen en sus humildes moradas, sin camas, yaciendo entre montones de hierba. Al yo poético se le viene a la memoria un niño que vio o conoció horas antes. Algo inquietante, no aclarado, ocurre con él, pues se pregunta si los cerdos lo habrán devorado (¿estaba solo y abandonado?, ¿padecía alguna minusvalía?, no lo sabemos). El yo poético se deja ver con un verbo en primera persona (“no sé”, v. 20). Duda si una mujer hirvió la leche, acaso la que ellos han tomado, aunque su mente asocia el momento a la visión de una ermita en ruinas, una nota más de desolación. 
De pronto, vuelve a su presente y describe los olores de la montaña, agradables y proporcionados por extrañas flores y la altitud. La visión es la de un paisaje de “lomas”, con prados de aspecto inquietante, como sufridos y atormentados por su situación. Sigue la ascensión del grupo. Los sonidos acaparan ahora su atención; lo único que se oye son los cascos de los équidos y sus relinchos, que no acierta a interpretar, tal vez debido al cansancio y al hambre; se hallan en un estado de suspensión entre el dolor y la tranquilidad. El grupo descubre, tras mucho esfuerzo, de pronto, las cumbres de la últimas montañas, entre ellas, Peña Trevinca (junto con Peña Negra y Peña Survia, no tan distantes unas de otras). Es de noche, pero las cumbres un brillo inquietante y misterioso en sus desniveles apenas entrevistos, parece que admirados y temidos al mismo tiempo. El final queda abierto y en suspensión.
2) Tema
El tema de este poema lo podemos enunciar así: crónica de un viaje arduo, difícil y misterioso tanto en su vertiente física como en la emocional, inconcluso e inquietante en su desarrollo. También se desarrollan temas secundarios interesantes: exposición de la pobreza de vida de las aldeas próximas a Peña Trevinca; y, finalmente, la atmósfera de miedo y peligro con que se vive en esas inhóspitas y apartadas tierras.
3) Apartados temáticos
El poema presenta tres apartados temáticos bien visibles temática y gramaticalmente considerado. De este modo, tenemos:
-Primer apartado (vv. 1-16): se presenta el marco natural donde se desarrolla la acción, realizada por un grupo humilde de personas que, acompañado de animales de carga, enfilan el camino a la cumbre de Peña Trevinca. Hace frío y las personas viven en la pobreza y la humildad. Estamos en un tiempo presente. 
-Segundo apartado (vv. 17-23): se trata de una interpolación –de hecho, aparece entre paréntesis–, que es casi una evocación o recreación imaginaria de lo que la gente estará haciendo en ese momento en la aldea, en que cae la noche y finalizan las faenas agrícolas y ganaderas del día. 
-Tercer apartado (vv. 24-35): el yo poético vuelve a su presente inmediato; continúa la ascensión a las cumbres, en un ambiente de cansancio, oscuridad, hambre y cierta desolación. Cuando parece que la fatiga los vencerá, los caminantes descubren las bellas cumbres solemnes y graves, como si estuvieran esperando a los visitantes.
4) Aspectos métricos y de rima
Este poema está compuesto por treinta y cinco versos agrupados en una única estrofa. No se aprecia una rima regular, aunque algunas asonancias, como á-a en los primeros ocho versos, ó-a en la zona intermedia del poema y, finalmente, í-a en la sección final. De vez en cuando se localizan pareados precisamente con las asonancias señaladas. La medida de los versos es variada, pero no aleatoria. Oscila desde el heptasílabo (v. 5) al tetradecasílabo o alejandrino (v. 3), la medida más repetida, aunque hay otros tipos de versos. Se observa una cierta regularidad en la disposición de los versos largos, agrupados en bloques de cuatro o cinco versos, separados por uno o dos heptasílabos (o similares). En la parte final del poema el verso en arte menor predomina, imprimiendo cierta ligereza, como anunciando el final. En consecuencia, estamos ante un poema compuesto en verso libre. 
5) Comentario estilístico
El objeto poético de este poema está muy bien definido en el título, “Laderas de Peña Trevinca”. La montaña y sus alrededores es el foco del poema. Un yo poético sumido en un grupo de personas inicia un ascenso en un ambiente vespertino y, finalmente, nocturno. La considerable altura de esos parajes se manifiesta en las metáforas “techo de las montañas” (v. 1) y “praderas del cielo” (v. 2); esta última también nos informa que allí arriba ya no hay habitantes ni aldeas. Un símil hiperbólico advierte de la pobreza del lugar, pues las vacas tienen ahora más hambre que cuando comenzó el día. Hace mucho frío en ese lugar, como se evidencia en la repetición retórica de “helados” y su consiguiente paralelismo; afecta por igual a los animales que a la persona que los cuida.
Los caminantes sienten una presencia divina, como contemplando el pueblo que quedó abajo. La paradoja de “viendo abajo la noche” (v. 6) expresa bien la inescrutabilidad del lugar y su difícil comprensión. A través de varias perífrasis entremezcladas con metonimias y personificaciones se indica que el negro es el color dominante (“humean techos de pizarra”, v. 7) de las cuadras; ni siquiera hay casas, solo establos, compartidos por hombres y animales domésticos. Sin embargo, arriba, todavía hay sol, que metaforizado, “lame” (v. 8), una pobre vegetación, según apreciamos en la enumeración subsiguiente: gramíneas, raíces, urces y zarzas. Estos vegetales van acompañados de adjetivos de significación negativa y desoladora; estos adjetivos están metaforizados, expandiendo así su sentido de inquietud misteriosa; “arrasadas” están las gramíneas; las raíces son “negras” las zarzas son “indomables” (v. 9), las piedras brillan inquietantemente como si fueran “de cadmio” (v. 10), elemento químico que es de color blanco metálico.
El resultado de la contemplación y tránsito por estos parajes provoca “temor” en los burros que acompañan al grupo. Todos tienen miedo y presienten la derrota, pues acaso tengan que dar la vuelta inmediatamente. Eso es una idea “horrorosa” (v. 12) pues equivale a una derrota, de ahí la perseverancia del grupo, que siguen “subiendo más arriba” (v. 11); en esta tautología se aprecia la dificultad del ascenso por la altitud y el desnivel. El yo poético dialoga –o monologa– con el sol; personificado, éste “lame” (v. 13) la alta superficie, confundida con el cielo. La aliteración del sonido /l/ (v. 13) insisten en la imagen del sol en sus últimos lengüetazos, mitad repulsiva, mitad siniestra. El yo poético le advierte al sol que ya no tiene fuerza para iluminar los valles o el desolado “lago muerto” (v. 15), ni evitar la salida nocturna de animales peligrosos, como la loba, que quedan abajo; esta personificación metaforizada del lago incrementa la sensación de desolación y muerte, que lo abarca todo. Lo que el sol no puede evitar se expresa por una enumeración con infinitivos (“entrar”, “robar” y “suspender”) de significación negativa.
En el verso 17 comienza una interpolación que es como una evocación de lo que estarán haciendo los habitantes del valle. Nombra a los “hombres” (v. 17), que duermen en míseras condiciones, entre los animales (una bimembración con dos palabras metonímicas lo expresan maravillosamente “la hoz y el heno”, v. 18); sigue con “aquel niño” (v. 20), en peligro de ser comido por los cerdos por su desamparo, presumimos; y finaliza con “la mujer” (v. 20), de la que no sabe si herviría la leche para hacer manteca. Son tres miembros que representan a una familia, sorprendidos en su intimidad cotidiana, bastante humilde y casi miserable. Al niño se refiere a través de una interrogación retórica que enfatiza su terrible existencia. Esta enumeración de las personas se rompe bruscamente, sin discontinuidad con una referencia a una ermita “roída por los rayos” (v. 23); es una potente imagen de la desolación del lugar, pues ni el lugar sagrado se mantiene en pie. Se establece una analogía subterránea entre los habitantes y su aldea: miseria y abandono es su vida.
Acabada la interpolación, el yo poético vuelve al “aquí” de las altas laderas de Peña Trevinca. Ahora transmite percepciones sensitivas: el olor, que es misterioso, cósmico, también agradable; lo hace a través de tres metáforas nominalizadas de honda significación (“a estrella, a nube, a flores”, v. 23). Una hipérbole  (“flores así no brotan en cien años”, v. 25) referida a las flores, que se establece en una concatenación expresiva de “flores”, hace hincapié en el aroma placentero y extraño. Se repite el verbo con el que se había abierto el poema, “subimos”; continúa, pues el ascenso de los caminantes. Existe en esta parte del poema hipérbatos y encabalgamientos acusados que contribuyen a dotar de expresividad a una naturaleza siniestra y convulsa. La pobreza de la superficie se percibe bien en la metáfora con que se alude a ella: “la pana remendada de los montes” (v. 28); es como una tela basta, gastada y vieja; sin embargo, “acaricia” (v. 26) a las lomas, a los prados. Que todo es algo siniestro se recoge en la metáfora sinestésica “verdeoscuro turbulento” (v. 27), referido a los montes del lugar.
El yo poético trata de interpretar el sentido de los relinchos y del golpeteo de los cascos de las bestias de carga, que es lo único que se oye, y que es la segunda percepción sensorial, pero no acierta a darle un sentido, de ahí la oración interrogativa en que se nombran. Lo siniestro e inquietante avanza inexorablemente. A continuación, se centra en la descripción del estado físico y anímico de los caminantes; lo hace a través de una anáfora y sus correspondientes paralelismos (“sin paz, sin sueño, pero sin dolores”, v. 30); la elipsis –se ha suprimido el verso y el sujeto– adensa la significación y aumenta la sensación de tensión. “Luchamos” (v. 31) metaforiza muy bien el peligro en la ascensión, en pésimas condiciones (se sienten hambrientos; “nuestro hambre” parece una errata, pues la palabra es femenina), pues están a punto de desfallecer. 
Sin embargo, los caminantes descubren la “línea de cresterías” (v. 34), los tres picos de ese lugar, Peña Trevinca, algo más alta y, a su derecha, mirando hacia occidente, Survia y Negra. El impacto es tan profunda que los ojos “se nos quedan allá arriba” (v. 33); esto personificación hiperbólica hace hincapié en la majestuosidad de las tres cimas. El último verso es una metáfora muy expresiva y hermosa: “tallada a diamante” (v. 35) se refiere a la verticalidad, la belleza que emiten los picos y el asombro misterioso que genera su contemplación. El esfuerzo de los caminantes valió la pena porque el lugar encierra belleza y misterio a partes iguales. 
6) Contextualización
Como ya afirmamos, Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) es uno de los más sugestivos y originales poetas del grupo de los “Novísimos”, y eso a pesar de no aparecer en la famosa antología de José María Castellet, Nueve novísimos poetas españoles (1970); no siempre tienen por qué acertar los antologadores. Los distintos poemarios de Colinas nos han ofrecido un poeta sereno, grave, profundo y dueño de un lenguaje y un estilo poéticos personales. La contemplación, la reflexión y la intertextualidad son notas comunes a todos ellos. El poema comentado procede de un libro de juventud o primera madurez. Sin embargo, posee una asombrosa profundidad de sentido y se muestra pleno de mensajes sociales y exaltación natural. Podemos apreciar muy bien su adensamiento expresivo, su hondura indagatoria y su pulcritud expresiva. Todo está comprimido, insinuado y eludido, como si el poeta quisiera dejar al lector una puerta abierta al mundo poético, lleno de misterios y verdades, muchas de ellas desagradables.
Algunos de sus poemarios más importantes son: Sepulcro en Tarquinia (1975) –del que procede el poema que ahora comentamos–, Noche más allá de la noche (1983), Libro de la mansedumbre y Amor que enciende más amor (1999). Su producción poética total se halla en Obra poética completa (Ediciones Siruela, 2016).
Algunas notas de su poesía son:
-Equilibrio y contención: en la poesía de Colinas se aprecia una tendencia a la armonía expresiva, lejos de estridencias o salidas de tono epatantes.
-Intertextualidad y sincretismo cultural: estamos ante una poesía que recoge, quintaesenciada, distintas tradiciones poéticas y filosóficas. Colinas asimila estas corrientes en una experiencia poética personal, honda y enriquecedora.
-Diálogo del poeta y el mundo, el interior y el exterior, lo subjetivo personal y lo objetivo colectivo: de modo sereno, pero firme, Colinas abre su mirada al mundo natural y social.
-Atención a la realidad natural y antropológica: la naturaleza y el hombre no son ajenos a la mirada contemplativa del poeta. Se interesa por el respeto y el cuidado de la naturaleza y lamenta las penosas condiciones de vida de muchas personas. 
7) Interpretación y valoración
Este poema “narra” un viaje de un grupo de personas a la montaña más alta de Galicia, limítrofe entre las provincias de Ourense, Zamora y León. El lugar, ciertamente, es hermoso, delicado, solemne por humilde y muy atractivo por su aislamiento. Colinas realizó este viaje (no sabemos si real o solo imaginario) a mediados de la década de los setenta del siglo pasado. Era un adulto joven de treinta años cuando compuso el poema y, sin embargo, muestra una madurez de pensamiento y de expresión realmente asombrosa. Por cierto, la aldea a la que se alude, ha de ser San Martín de Castañeda (Zamora), o Casaio (Ourense), desde la que se puede iniciar la excursión a Peña Trevinca.
Es muy interesante observar cómo el poeta atiende a la realidad interior, a la social o exterior, a la natural y a la antropológica. Combina delicada y sutilmente cierto mensaje de denuncia por la terrible penuria de sus habitantes, condenados al abandono y a la pobreza, con otro de admiración por la belleza natural del lugar. Aunque no idealiza en absoluto: la naturaleza, en Peña Trevinca, es áspera, dura e implacable. Hace mucho frío la mayor parte del año, la vegetación es humilde y más bien escasa y la vida humana allí casi no existe. El hecho de llegar a la cima de noche, aumenta la sensación de misterio asombrado, de sobrecogimiento expectante. 
Tras una mera anécdota, se envuelve una mirada emotiva y una reflexión honda. La cuidadosa composición del poema nos revela un mundo poético rico y sensible. Obsérvese, por ejemplo, que todos los verbos en presente de indicativo del poema –excepto la interpolación intermedia– imprimen un carácter de inmediatez atemporal (valga el oxímoron). Se puede establecer una analogía entre el ascenso físico de los caminantes a Peña Trevinca, con el ascenso en la comprensión de la vida humana y natural en ese lugar. Y ello expresado con un lenguaje “tallado a diamante”, tomando el último verso de este singular y hermoso poema.
  1. PROPUESTA DIDÁCTICA
(Las siguientes actividades se pueden realizar de modo individual o en grupo; de manera oral o escrita; en clase o en casa; utilizando medios tradicionales o recursos TIC, según las circunstancias lo aconsejen).
2.1. Comprensión lectora 
1) Resume el poema (100 palabras, aproximadamente). 
2) Señala su tema principal y los secundarios. 
3) Delimita los apartados temáticos, atendiendo a las modulaciones de sentido. 
4) Analiza los aspectos métricos y de rima; deduce la estrofa empleada. 
5) ¿Qué tono tiene el poema: positivo, optimista, esperanzado, o todo lo contrario? 
6) Señala las imágenes más importantes que jalonan el poema, sobre todo referidas a los elementos de la naturaleza, y cómo impactan en el poeta. 
7) Localiza y explica una docena de recursos estilísticos y cómo crean significado. 
2.2. Interpretación y pensamiento analítico 
1) ¿Qué es Peña Trevinca? 
2) El poeta, ¿qué busca en el ascenso? ¿Lo encuentra? 
3) Localiza las percepciones auditivas, olfativas y visuales. ¿Qué sensación aportan? 
4) ¿Cómo se aprecia el modo de vida de los habitantes del lugar?
5) ¿Qué momento del día aparece en el poema? ¿Por qué será así? 
6) ¿Qué tipos de verbos y tiempos verbales predominan en el poema? ¿Qué sentido aportan? 
2.3. Fomento de la creatividad
1) Elabora un poema o texto en prosa que exprese un viaje y la contemplación de su correspondiente paisaje.  Puedes imprimir un sentido intimista, como ha realizado Antonio Colinas.
2) Imagina y transcribe una conversación o plática entre la clase y el poeta Antonio Colinas a propósito de su poema y de su vida. 
3) Realiza una exposición sobre Antonio con ayuda de medios TIC o pósteres, fotografías, pequeña exposición bibliográfica, etc. 
4) Aporta o crea imágenes de viajes, paisajes, lugares o edificios, que sirvan de metáfora de un sentimiento especialmente relevante para ti, siguiendo el ejemplo de Antonio Colinas. Colinas, su poesía y su tiempo, para ser presentada ante la clase o la comunidad escolar.

Acerca de Simón Valcárcel Martínez

Catedrático de enseñanza secundaria de Lengua Castellana y Literatura en Castilla y León. Doctor en Filología Española por la Universidad de Salamanca. Autor de novelas, cuentos y obras teatrales del ámbito infantil-juvenil. En la actualidad, es asesor de formación en el CFIE de León y profesor asociado en la Universidad de León, área de Didáctica de la Lengua y la Literatura, Dpto. de Filología Hispánica y Clásica. En este blog se puede encontrar: - Filología: artículos y monografías sobre temas y autores de la literatura española. - Didáctica de la Lengua y la Literatura: reflexiones, pautas y sugerencias para mejorar la enseñanza de la lengua y la literatura, dirigidas a maestros y profesores de la materia. - Creación literaria: novelas y cuentos originales del autor, dirigidos especialmente a niños y jóvenes, pero también a adultos. - Actividades de aprendizaje de lengua y literatura: análisis textuales realizados acompañados de propuestas didácticas para mejorar y perfeccionar la competencia comunicativa.
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