Páginas

lunes, 8 de abril de 2019

"Puerta del mundo" de Francisco Morale Lomas, reseña de Pedro García Cuerto

lunes, 24 de noviembre de 2014

RESEÑA DE PEDRO GARCÍA CUETO SOBRE PUERTA DEL MUNDO DE FRANCISCO MORALES LOMAS




EL MUNDO LUMINOSO DE MORALES LOMAS EN
PUERTA DEL MUNDO

PEDRO GARCÍA CUETO


   Como crítico, poeta, presidente de la Asociación de Críticos de Andalucía, novelista y muchas cosas más, Francisco Morales Lomas es un excelente escritor que conoce la belleza del lenguaje, su poder que imanta la imaginación, las sombras que la palabra, en su sendero de iluminación, va dejando en el lector.
   Envuelve su obra un largo proceso de encuentro con la palabra, como un tesoro de riquezas inigualables, como muestra su libro de poemas Puerta del mundo, editado por Ediciones En Huida, en el año 2012. Se trata de un poemario donde los versos galopan por el lenguaje, buscan la luz que va dejando la ventana, esa luz cenital que adviene sombras, las de la vida y las del paso del tiempo, porque el libro es una reflexión sobre nuestra caducidad, en la línea manriqueña o machadiana, un encuentro con la palabra para saber que somos solo eso, humo en volandas, palabras que se cruzan y se van, dejando las sombras chinescas de su vuelo sobre las cosas.
  La muerte es un tema esencial en el libro, como muestra en el poema que comienza: “¿Mi muerte a quien importa o mi vida? / Alegre me iré, sé que nadie me apremia, / que nadie fuerce este silencio, / que no tiene alcance ni audencia”
  El poeta navega en ese anonimato, el del hombre que es invisible y va cubierto de sombras, porque la vida es un tapiz, un lienzo que se va deshilvanando, caminamos al borde del silencio, para ir borrándonos lentamente.
   También la escritura es un tema del libro, la palabra hecha verso, que no escucha nadie, un lenguaje que se borra, porque solo se oye en sueños:
“Hay muchas palabras por explicar hoy. / Un lenguaje ajado que no admite sílabas / para un mundo oscuro que guarda sus secretos”.
   Palabra ajada, lenguaje que se quiebra, en un mundo interior que es impenetrable, el poema busca traspasar la frontera del silencio, lo no dicho, verbalizar lo que se intuye, hacerlo eco. Para el poeta, las palabras solo sirven cuando se desean, en la seducción que el lenguaje nos produce, por ello, dice:
“Y aunque las palabras dejen su retama / en los agrios labios, solo el deseo / de conquista me hace fuerte y duradero. / Nadie apresará mi canto que vibra / en limpios reclamos de la noche y el sueño. / Las palabras son como niebla que habla”.
   El lenguaje está teñido de la niebla del tiempo, de esas sombras que se ven lejanas, pero que vuelven, nos acunan en la soledad de la noche.
    Para el poeta andaluz, la madre es evocada, no en vano, el poemario está dedicado al padre, porque Morales Lomas sabe del influjo de los seres queridos, los progenitores que han dejado su huella en la piel y en la mirada.
   En el poema a su madre, la describe hundiendo el pan con “el cuchillo rojo del sueño”, clara metáfora del paso del tiempo, donde vemos y sentimos a quien no está, sus presencias viven, calan en nosotros, nos tocan y van puliendo nuestra piel, dorando nuestro besos idos:
“Mi anciana madre hendía el pan / con el cuchillo rojo del sueño. / En la alacena azul sus nostalgias / se acunaban con mimos de años / y la casa se hacía infinita / con sus manos de hierba recién / cortada, fresca hierba que crece”.
   Hubo ternura en las manos, la que caló en él, porque la madre era el paño donde sentir la caricia del tiempo, el velo donde ocultar la tristeza de la niñez, pero también el arco iris de la alegría al ver a la madre, cercana, próxima, en la cadencia de unos besos que llenaron su vida.
    Y queda la naturaleza en este bello poemario, el paisaje que inunda al poeta, más allá de las palabras, de la infancia, de cualquier atisbo del ayer, la Naturaleza permanece, es el tiempo detenido, donde iremos muriendo unos y otros, pero las estaciones seguirán, testigos de nuestra caducidad, de nuestra temporalidad.
   Lo dice Morales Lomas y cumple ese compromiso con el ser que lleva dentro y que conforma este bello libro, de un poeta de exquisita elegancia ante el lenguaje, donde el verso lleva música:
“Ya amanece el día: ya la noche / pierde su batallar de oscuridades / y la aurora despliega el temblor / del cielo. Se abre el mundo, y los pájaros / sostienen con su canto fervorosas claridades.”
     Poeta que sabe que debe seguir, que el mundo lo reclama, que morir es un destino, pero que la vida es hermosa, vale la pena y debemos ahondar en la claridad del día, tocar el mundo, amarlo, para que nuestra huella quede cuando ya no estemos, bello libro de un poeta andaluz que nos ilumina con sus versos transparentes.

    

No hay comentarios:

La creación literaria y el escritor

La creación literaria y el escritor
El creador de libros, pintura de José Boyano