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lunes, 26 de septiembre de 2022

Comentario sobre la novela: Dos hermanos en la corte de Muhammad El Zurdo

 

Comentario sobre la novela: Dos hermanos en la corte de Muhammad El Zurdo

Novela histórica finalista del certamen de novela histórica “Ciutat de Llíria-Francisco Gil Moriana”, 2021.

Título: Dos hermanos en la corte de Muhammad El Zurdo
Edeta Editorial, SL
ISBN: 978-84-124972-6-7
Autora: María Isabel Peral del Valle
Ilustrador: Ángel Soler Gollonet
Categoría: Novela histórica
Páginas: 200

He terminado de leer la novela histórica de la premiada escritora María Isabel Peral del Valle, que me ha entretenido durante el presente caluroso verano en las playas de Urbanova. El tema árabe me ha fascinado desde siempre, porque mis padres eran originarios del pueblo de Frigiliana, que aún conserva el casco histórico mudéjar, y donde tuvo lugar la batalla del Peñón de Frigiliana, en junio de 1569, último bastión de resistencia morisca en tiempos de Felipe II y su hermanastro don Juan de Austria, en la sierra de las Alpujarras...

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Aclaraciones entre los términos mudéjares y musulmanes: Mudéjar es un término que deriva de la palabra árabe مدجّن (transcrita mudaʒʒan, que significa «aquel a quien se ha permitido quedarse»),1​ que se utiliza para designar a los musulmanes que permanecieron viviendo en territorio conquistado por los cristianos. Mozárabez (del árabes مستعرب [mustaʕrab], «arabizado») es el nombre con el que se conoce a la población cristianos de origen hispano-visigodos, que vivía en el territorio de Al-Andalus hata el siglo XI.

 

Mis aclaraciones de este galimatías:

 

Moriscos, mozárabes, mudéjares y muladíes

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Con estos cuatro nombres se definen a los cristianos o a los musulmanes de la Península Ibérica según habitasen los unos en los territorios de los otros conservando o no su religión, desde inicios del siglo VIII y hasta inicios del siglo XVII en caso de los moriscos. A continuación se describe a cada uno de ellos.

Moriscos.

Los moriscos es el nombre dado a los musulmanes que permanecieron en España una vez finalizada la conquista cristiana de todos los territorios peninsulares.

La toma del reino musulmán de Granada en el año 1492 supuso la incorporación de miles de familias de esta religión a la cultura cristiana, las cuales se sumaron a la ya voluminosa población de origen musulmán que vivía en los reinos cristianos desde los lejanos tiempos de la Edad Media. A principios del siglo XVI los moriscos estaban repartidos en cuatro grandes áreas: reino de Valencia, valle del Ebro, tierras de Murcia y reino de Granada.

Se mostraron muy tenaces en su resistencia a abandonar su religión y costumbres. Además suponían un peligro potencial al ser vistos como un apoyo firme y favorable a las ofensivas del imperio musulmán en el mediterráneo español. Formaban, por otro lado, comunidades muy cerradas, con un elevado número de población y con una importancia económica notable. Todo ello hizo que las relaciones entre la mayoría cristiana y la minoría musulmana fuesen siempre difíciles, hecho puesto en evidencia durante la rebelión de los moriscos en las Alpujarras (1568-1570), que tuvo como consecuencia la dispersión forzosa por tierras de Castilla de los musulmanes granadinos. Las medidas políticas que llevaron a cabo los reyes cristianos durante el siglo XVI para superar esta situación, siendo muy variadas, no ofrecieron sin embargo los resultados deseados. En el año 1609, el rey Felipe III acabó por ordenar la expulsión de todos los moriscos de España, alrededor de trescientos mil, lo que significó una fractura extraordinaria en todos los niveles y la evidencia de un fracaso.

Mozárabes.

Los mozárabes es el nombre dado a los cristianos que vivían en los territorios dominados por los musulmanes tras la conquista de la Península Ibérica en el año 711.

Desde el primer momento los musulmanes mostraron gran respeto hacia los cristianos, que eran, como ellos mismos y como los judíos, “gentes del Libro”, es decir, habían recibido la revelación divina. Como protegidos del Islam, se les garantizaba la conservación de sus bienes y de sus derechos privados, así como la libertad para practicar su religión. A cambio de esta tolerancia, los cristianos tuvieron que asumir el pago de ciertos impuestos y la aceptación de una posición social inferior. Estaban obligados a abonar un tributo de carácter personal (yizya), que afectaba a los varones entre 20 y 50 años, además de un impuesto territorial (yaray).

La comunidad mozárabe conservó su organización política, eclesiástica y jurídica. Tenían a sus propios responsables de la comunidad ante la administración musulmana, denominados condes, a sus jueces, que actuaban según las normas del derecho visigodo, a sus recaudadores de impuestos y a sus obispos. El Estado musulmán se reservaba el derecho a intervenir en el nombramiento de las autoridades civiles y eclesiásticas cristianas además de convocar sus concilios.

Durante el siglo VIII los musulmanes necesitaron la colaboración de los cristianos en las tareas de gobierno, por lo que no dudaron en utilizarlos como administradores y funcionarios, pero a medida que el dominio musulmán fue haciéndose mayor los mozárabes fueron perdiendo influencia. En el siglo IX disminuyó la tolerancia de los dirigentes omeyas, debido a la participación de los mozárabes en los movimientos separatistas de las Marcas fronterizas y en las revueltas sociales. Esto hizo que el número de conversos al Islam aumentara y que los que seguían fieles al cristianismo se islamizasen para evitar su discriminación. Contra esa dependencia se levantaron, entre los años 851 y 859, los mozárabes más intransigentes, dirigidos por Eulogio de Córdoba. Buscaban de forma voluntaria el martirio, lo que conseguían injuriando al Islam en público, castigado con la pena de muerte. Este movimiento dañó la convivencia entre cristianos y musulmanes, haciendo que muchos mozárabes emigraran a los reinos hispanocristianos de norte y otros se hiciesen musulmanes, con lo que a finales del siglo X la comunidad mozárabe era ya algo marginal en Al-Andalus. Más adelante, en los periodos de dominación de los almorávides y de los almohades, la situación de los cristianos en territorio musulmán incluso se deterioró más todavía.

Mudéjares.

Los mudéjares es el nombre dado a los musulmanes que permanecieron en los territorios ocupados por los cristianos durante el periodo de la reconquista. Tambien llamados "domesticados" peyorativamente.

El avance hacia el sur de los reinos cristianos provocó que numerosas poblaciones de credo musulmán se viesen inmersas en un sistema político cristiano, son los mudéjares. Los acuerdos pactados con las poblaciones de Al-Andalus vencidas iban variando según la forma en que eran ocupadas, pero en general se garantizaba la permanencia de los musulmanes y se les permitía conservar la religión, costumbres, organización y derecho, aunque las obligaciones tributarias que mantenían con la antigua administración fueron transferidas al nuevo poder. Este proceder de los monarcas cristianos fue debido, principalmente, por la necesidad de no despoblar y mantener la actividad económica de los territorios ocupados. Sin embargo, a medida que progresa la dominación cristiana, aumentaron en número y su situación se fue deteriorando.

La presencia de mudéjares era grande en los reinos de la Corona de Aragón, particularmente en Valencia. En su mayoría se trataba de campesinos que dependían jurisdiccionalmente de los nobles. En la Corona de Castilla la comunidad mudéjar estaba formada por pequeños campesinos y, sobre todo, artesanos, que vivían agrupados en barrios propios, llamados aljamas. Sin embargo, el incumplimiento de los compromisos contraídos hacia ellos en las capitulaciones, en donde se recogía el trato que se les había de dispensar, motivó la salida de numerosos musulmanes hacia Granada, expulsados por el rey Alfonso X después de la sublevación del año 1264.

Durante el siglo XV las disposiciones legales se hicieron más restrictivas, pero a diferencia de los judíos, los mudéjares no despertaban el recelo en las masas populares cristianas. A pesar de todo, su situación se complicó después de la conquista del reino nazarí de Granada en el año 1492. Aprovechando la sublevación que protagonizaron los musulmanes granadinos en el año 1498, los Reyes Católicos obligaron a todos los mudéjares a convertirse al cristianismo. Aquellos que lo aceptaban se quedaron en sus hogares y a partir de entonces se les pasó a conocer como moriscos. Aunque finalmente en el año 1609 los moriscos fueron expulsados de España por el rey Felipe III. Emigraron principalmente al norte de África, donde acabaron por integrarse.

La frecuente dedicación de los mudéjares a trabajos artesanales y el gusto por la sofisticación de numerosos reyes y nobles explican que podamos hablar de un «arte mudéjar» o «mudejarismo» en la mayoría de los movimientos artísticos hispanos desde el siglo XI al XVIII. Se trata de la implantación directa de elementos, maneras y estéticas del Islam de Al-Andalus (sobre todo taifas o nazaríes) en construcciones cristianas, algo que confiere enorme personalidad a estas obras.

 Etimológicamente mudéjar deriva del árabe mudayyan (‘aquel a quien se ha permitido quedarse’), expresión con la que se reconocía al vencido moro como legítimo residente en los territorios reconquistados por los reyes cristianos durante la Edad Media y los albores de la Edad Moderna. Este carácter político-étnico de los musulmanes que prefirieron no migrar a África tras el progresivo descalabro de al-Ándalus, al contacto con la ahora hegemónica presencia cristiana y sus manifestaciones artísticas, fue alumbrando una nueva manera de fabricar arte, un nuevo estilo (1) que sería determinante en aquella renovada España que comenzaba a forjarse.

Muladíes.

Los muladíes es el nombre dado a los cristianos que se convirtieron al Islam después de la conquista musulmana del año 711.

Los muladíes constituían el grupo mayoritario de la población musulmana de Al-Andalus porque, aunque éstos no perseguían a los cristianos ni intentaban atraerlos a su fe, la mayor parte de la población terminó adoptando la religión islámica. Ésta conversión masiva se explica por las ventajas económicas y sociales que comportaba el ser musulmán. Para los nobles hispanovisigodos significaba la posibilidad de mantener las propiedades y la posición de privilegio. Para el resto de la población conllevaba el librarse del pago de los impuestos, personales y territoriales, que sí que se imponían a los no musulmanes.

La integración de los muladíes fue tan profunda que externamente no era fácil distinguirlos de los musulmanes de nacimiento. Sin embargo, en la práctica las diferencias entre viejos y nuevos musulmanes se fue acentuando como consecuencia de la política nacionalista practicada por los dirigentes omeyas. Esta discriminación propició la aparición de sublevaciones y revueltas en las que se mezclaron factores sociales y políticos. Los principales focos de disidencia se localizaron en las Marcas fronterizas, aunque a finales del siglo IX se extendieran por la mayor parte de los territorios de Al-Andalus. En las ciudades de Zaragoza, Toledo y Mérida el descontento de los muladíes se transformó en movimientos independistas dirigidos por las autoridades locales. Las revueltas sociales desembocaron en una sublevación general de los muladíes contra la aristocracia musulmana en el año 878. Desde la fortaleza de Bobastro, situada en la serranía de Ronda, Omar Ben Hafsun, se alzó como defensor de los muladíes y reunía a todos los rebeldes del sur de Andalucía. Este movimiento de insumisión comenzó a declinar tras la conversión al cristianismo del dirigente muladí en el año 899. Pero aún así el movimiento continuó, aunque perseguido, hasta la época de Abd Al-Rhaman III, cuando se consiguió su represión total.