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miércoles, 28 de noviembre de 2018

Rilke, viajó a España por una sección de espiritismo














Rilke, viajó a España por una sección de espiritismo

       Por Lieselott Delfiner-Leopold “Rilke, ese desconocido”, págs 125 y 126 de Obras de Rilke, Plaza & Janes de 1967


   «Pascha, el hijo de la princesa [Maria Turn und Taxis-Hohenlohe], practicaba el ocultismo, y su madre solía tomar parte en aquellas sesiones en las que, con ayuda de una tablilla provista de un lápiz [mesa güija], que podía manejarse automáticamente, se pretendía establecer contac­to con el más allá por invocaciones espiritistas. Rilke se interesaba mucho por estos experimentos y quiso tam­bién presenciarlos. En el curso de una de las sesiones se le indicó que debía marcharse a España y más concre­tamente a Toledo, situarse debajo de un puente en un punto donde había unas peñas y ponerse a cantar... Y decidió emprender el viaje.    Toledo le fascinó de forma tan irresistible que le costaba trabajo expresar a la princesa lo que sentía. Estaba como hechizado. Por fin, el 2 de noviembre de 1912, escribe: «Jamás sabría decir cómo es esto, mi querida amiga (es obra de ángeles cuando ayudan a los hombres); pero sea como fuere, vais a tener que fiar en mi palabra. No es po­sible describirlo; es la gran ley, sí, ahora comprendo la le­yenda. Dicen que Dios, el cuarto día, tomó el Sol y lo puso exactamente encima de Toledo.»   Y en su carta del 13 de noviembre de 1912: «Esta ciu­dad incomparable apenas puede contener en sus muros este paisaje árido, indómito, todo montaña pura, la montaña de la visión; prodigiosamente, la Tierra se separa de ella y de­lante de cada portal se convierte en mundo, creación, mon­taña, precipicio, génesis. Ante este paisaje, me veo obligado, una y otra vez, a pensar en el profeta, que se levanta de la mesa hospitalaria, se retira de la sociedad y apenas cruzado el umbral de la puerta le asalta la profecía, a la vista de estos agrestes parajes; así se manifiesta la naturaleza en los contornos de la ciudad y hasta en su mismo centro; aquí y allá levanta ésta la mirada, no la reconoce y tiene una visión.».   A continuación, Rilke se trasladó [desde Toledo a Córdoba y Sevilla y desde aquí a Ronda por recomendación] a Ronda donde se agravó su dolencia, y el 17 de diciembre de 1912 escribe de nuevo explicando que necesitaba cambiar de ambiente pues, de otro modo, todos los milagros del. mundo de nada servirían. Sentía Rilke cierto paralelismo con santa Án­gela, que dijo: «Aunque todos los sabios del mundo y todos los santos del paraíso me abrumaran con consuelos y pro­mesas y el mismo Dios con sus dones, si Él no me cam­biaba, si no iniciaba en los más hondo de mí una nueva operación, en lugar de hacerme un bien, los sabios, los santos y Dios exacerbarían hasta lo indecible mi deses­peración, mi furor, mi tristeza, mi dolor y mi ceguera.¡Ay de mí! Todavía no he podido renunciar a esta nueva operación esperada de un gesto humano y no obs­tante, ¿para qué? Si es mi destino que superando las cosas humanas llegue por último al fin supremo, al postrer límite de la Tierra...»
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Notas ampliatoria de Ramón Palmeral

    En Ronda se alojó Rainier María Rilke en el Hotel Victoria, un edificio regentado por ingleses, construido en 1908, esta cadena tenía otro Hotel Cristina en Algeciras. Permaneció en Ronda del 9 de diciembre de 1912 al 19 de febrero de 1913, y desde allí machó a París y llegó el 17 de febrero. Admiró el paisaje y el tajo de Ronda con una dulzura de poeta inigualable. Escribió entre otro poemas la Elegía VI Sexta de Elegías de Duino, el soneto XXI de Sonetos de Orfeo, donde le dice a su editor que es una canción de primavera al «oír cantar a la escolanía del pequeño convento de  monjas de Ronda». Ronda llegó como una sorpresa: «Aquí corre un aire fuerte y magnífico, las montañas se abren para entonar salmos por sus vertientes y, apilada sobre una meseta, se levanta una de las más antiguas y extrañas ciudades españolas», escribió el poeta.
     En carta a su amiga Lou Andreas-Salomé de fecha 19 de diciembre 1912 le dice que está leyendo el Corán. La princesa temió se Rilke se volviera anticlericar. No lo hizo en el ángel de las Elegías a Duino no es un ángel cristiano de la Biblia, sino un ángel del Islam, tal y como se lo dijo a Witold Hulewicz  (1895-1941 en Palmiry Polonia) fue un escritor, traductor, editor y crítico literario polaco), en 1925, «El ángel de las Elegías no tiene nada que ver con el ángel del cielo cristiano (más bien con la figura angélicas del Islam).
     Desde el hotel Reina Victoria de Ronda, en una habitación hoy convertida en museo, Rilke fue escribiendo extensísimas cartas, recogidas en El epistolario español, que son un homenaje de amor y admiración a a la España de la que afirmó: "Éste es el lugar en donde al arte le ha sido dado implantar su hegemonía".

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Cesar Antonio Molina escribe en El País. De 24 de mayo de 2013

  «En 1912 la escritura de Rilke se había aletargado al comienzo de Las elegías de Duino. En Ronda reanudó esta empresa titánica escribiendo gran parte de la VI elegía. En Ronda, además de un buen puñado de cartas y alguna prosa, escribió los poemas La trilogía española con un sentimiento de separación del mundo y una necesidad de buscar o encontrar el lado más oculto de la vida. La asunción de María se refiere a un cuadro de El Greco. Al ángel, Ronda fue esencial en su relación con el espíritu angélico. “Tú recibes tu gloria de todo lo sublime; / nosotros nos tratamos con lo ínfimo…”. Resurrección de Lázaro expresa el deseo de estar ya al margen de todo sin tener que volver de nuevo al dolor de la tierra. El espíritu de Ariel y La sexta elegía son dos poemas muy cercanos. Ariel, Próspero, la cercanía con el fenómeno mágico, el poeta como magister, un mago que renuncia a su arte y se desprende de la poesía. ¿Rilke sintió en Ronda que la poesía le podría abandonar? Por el contrario, aquí la recuperó. Caen rodando las perlas, un poema maravilloso ¿de amor a su amiga Sidonie Nádherný?, donde entre otras cosas dice: “… si tú no vienes, / serpentea mi camino hacia el fin. / Sólo te anhelo a ti…”.»