Actualizado 16/06/2005 - 12:27:11 /ABD de Sevilla
Es poeta y primo de poeta. ¡Y de qué poeta! Primo carnal de Rafael de León Arias de Saavedra. Se llama Antonio de León Manjón. Aunque llamarse, llamarse, lo que se dice llamarse (como diría Jesús de las Cuevas, su gran amigo y compañero de letras), se llama Toto. Toto León para nuestra Baja Andalucía campera, bodeguera, torera, ganadera, cofradiera, pregonera, rociera y caballista. Un humanista en la desembocadura del Guadalquivir. Un noble sanluqueño de la Corte Chica de Montpensier que hubiera sobrevivido a Don Antonio. Con Toto León aprendí a abrir el compás y a asentarlo en nuestra tierra. Un día, en Bajo de Guía, ante el Coto que se conoce como la palma de su mano caballerosa, paisaje sanluqueño de mayetos, pescadores y bodegueros, me dijo mirando la mar de los trirremes:
-Estas son las últimas estribaciones de Grecia y Roma.
Se estaba poniendo el sol por Zalabar, que Toto describe así: «Se encaminaba la tarde/ hacia el otro meridiano,/ condecorando al poniente/ de azafrán y de morado.» Lo he leído en un libro hermoso de versos de poesía popular de Toto: «Coplas y romances del Bajo Sur».
Cuando Lampedusa empezó a escribir «El Gatopardo» tenía 58 años. El señorial Antonio de León Manjón le gana por la mano: ha publicado a los 77 años su primer libro de versos llenos de gracia y de Andalucía. Es como un Gatopardo con aroma de manzanilla pasada, a la orilla del Guadalquivir, por las arenas de Doñana, en las viñas de Jerez. «Después de muchos años de vivir, de trabajar y de hacer y de decir poesía cada día -escribe Antonio Murciano en el prólogo- un hondo y claro poeta andaluz, todo un señor serrano, de entre Sanlúcar y Jerez, caballero de la Orden de Calatrava y de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, agricultor, abogado y académico, animado por sus amigos se decide a reunir en libro sus versos».
El universo poético de Toto León linda con la Frontera universal de Jerez. Con todos los sonidos de Andalucía. Suenan cascabeles y cascos de caballos por la Calle Larga en su «Romance a Doña Petra» (Domecq, claro). Se oye la cartuchería de monteros y furtivos en sus «Coplas de cacerías y cazadores». Esquilones al fondo de su retrato campero de «El tratante»:
«Su voz tenía el desgarro
de la copa de aguardiente
y en su boca eternamente
el palillo o el cigarro.
Las botas limpias de barro,
el cañero ladeado,
reloj grande y plateado,
la cadena en el ojal.
Un hombre fundamental
que se perdió en el pasado».
Tiene la poesía de Toto León todo el saber y sabor campero, hondo, del cante. Hace tréboles de cuatro hojas con sus soleares de tres versos: «Cuídate de despreciar/a ése que pasa a tu lado/sin poderte contestar.» Conoce tan bien la sierra, la campiña, el Marco de Jerez, que hace letanías líricas con los topónimos del Coto de Doñana: Cerro del Trigo, Caño de Brenes, La Abulaga, Lucio del Caballero, La Albardilla... Un Linneo poeta, con sombrero de "alancha" y medalla rociera, que se mete en las pajareras del Coto, como un Adán poniendo nombres en el paraíso: «El silvón y la cerceta,/el carretón y el negrete,/ la pardilla y la ansareta./Labancos y malvasías,/ frisos y el porrón moñúo/ que en las retuertas se crían./Chibebes y zarapitos,/ rabudos y martinetes,/ carretones y moritos./Y el pájaro carpintero/grabando por los chaparros/mensajes con un puntero». ¡Ole!
Si en la misma calle San Pedro Mártir nacieron Rafael de León y Manuel Machado, sin salir de la noble cuna de los León, de los mármoles romanos de la Casa de la Condesa de Lebrija, de Sevilla a Sanlúcar, río abajo, nos encontramos con esta grandeza literaria de la madurez poética del primo carnal del autor de «Tatuaje». Tomaré prestados sus versos al rejoneador Fermincito Bohórquez, para decirle, con relación a su primo Rafael: «Que en Toto León se siente/la rama del mismo tronco/y agua de la misma fuente.»