Anoche a partir de las diez de la noche nos juntamos un nutrido número
de amigos que podríamos ser rondando los sesenta, invitados por la
familia Bermejo, en los jardines de VILLA ELENA, para celebrar la
velada del Canto, La Música y la Declamación. Este acontecimiento es el
segundo con carácter bienal que esta entrañable FAMILIA organiza en
testimonio de su amor al arte y nunca mejor dicho, porque la que se
organizó fue de órdago a la grande en todos los sentidos. Pero no es
solo su amor al arte como he dicho, sino también, a sus amistades a los
que siempre nos hace estar en deuda con ellos. A pesar del excesivo
trabajo que ello supone entre otras cosas, lo feliz que se encontraban,
la evidente cara de satisfacción que tenían y la facilidad con que nos
transmitían esa actitud, era de admirar. Como viene siendo costumbre
Carlos –el anfitrión-, delegó en mí, la parte de fin de fiesta y aun con
los años de experiencia que llevo en temas de esta índole, solo por la
responsabilidad porque todo saliera lo más ameno posible, confieso que
estaba algo intranquilo. Todo, tenía que salir bien y creo que así fue,
pues el ambiente distendido, el glamour del entorno, y las risas que
apenas dejaban oir el croar de las pequeñas ranillas del estanque
repleto de nenúfares y el arrullo de los chorros de agua de las fuentes
¡maravilloso!
Se da banderazo a los comensales para iniciar la velada en su primer
tramo, y en ese mismo momento nos vemos entrar cruzando el jardín a
nuestro compañero Emilio Giménez con un piano eléctrico de siete octavas
y sus dos manos dispuestas para torear Miuras, Victorinos o caracoles
si se hubiera terciao. Acto seguido, se dio paso al espectáculo que
aunque un poco de andar por casa, contando con el elenco de verdaderos
profesionales como ocurrió, pudimos pasar tres deliciosas horas más o
menos, que entre poemas recitados por rapsodas con altas dotes de
declamación, alternando poesía dramática, romántica y de humor, todo
ello a cargo de José Alberto Escolar, Ramón Palmeral, Ramón Rodríguez,
Rafael Ferri, la sorprendente María Amérigo, con música y canciones
interpretadas por el polifacético Romualdo Moreno, Julio Escribano y un
servidor, bien arropadas por el maestro Emilio, además de melodías
clásicas e inolvidables por la selección e interpretación de las mismas
por el amigo José Mª Masip , chistes, imitaciones, parodias, no faltando
la participación popular individual y en masa. Y como colofón final la
actuación de dos angelitos que interpretaron sus temas individualmente
Elena Bermejo, con harmónica y Nuria Llorens con flauta dulce. Todo
ello, como decía al principio me cabe el honor de haber sido el
presentador, coordinador y rellenador de huecos, con los que también
confieso que lo pasé en grado superlativo.
Se van sumando los motivos de agradecimiento hacia la entrañable
familia Bermejo por su aportación e interés en unir a la gente que
practica, siente, ama el arte y la convivencia entre colegas.
Martigodi
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