LOS SONIDOS, EXPRESIVIDAD FONÉTICA
(V)
Por Ramón Fernández Palmeral
Los sonidos nos sirven para
diferenciar una palabra de otra. Los sonidos son elementos reales. Las normas
imponen ciertas formas de articular los sonidos. Una vocal permite dos variables:
una pronunciación abierta o cerrada. Vocalizar es perfeccionar nuestro lenguaje
para ser entendidos.
La vocal o de gorra es abierta. En
cambio la o de poner sería cerrada
Las cualidades del sonido son el
timbre, cantidad, intensidad y tono.
El acento es el alma de las
palabras. Toda palabra aunque sea monosílaba tiene acento. Los verbos siempre
llevan acento y hay que cuidar su pronunciación.
Consiste en la mayor o menor energía
o intensidad de una palabra. Acentuada o tónica como la á en árbol Inacentuada
o átona como la a en grave Por ello, el significado fónico varía al colocar el
acento cuando queremos que la palabra cuanto pase a formar a la entonación
interrogativa ¿Cuánto?, o exclamativa ¡Cuánto!
La entonación es la línea musical
que afecta a toda la oración, puede dividirse en grupos fónicos, que es el
discurso entre dos pausas o cesuras, o hemistiquios en los que se divide un
verso. La entonación es decisiva en la interpretación semántica de la oración.
En el habla común tenemos que someternos a una entonación que se ajuste a la
norma o a la zona regional donde hablemos.
Para recitar poemas la entonación
debe ser un tono por encima de la norma. La entonación es el arma que posee el
poeta para llegar o atrapar al oyente. O despertar al que se nos duerme.
La entonación como recurso
expresivo fónico puede ser:
Viva o apagada Rápida o lenta Suave
o abrupta Ascendente o descendente.
Dependiente del estado de ánimo.
En el soneto Como el toro de Miguel Hernández vemos la perfecta entonación y
ritmo creciente. Es un soneto que se debería de aprender de memoria para poner
escribi nuestros propios sonetos:
Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.
PASAR A LA LECCIÓN VI