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domingo, 31 de julio de 2011
HISTORIA DE DOS EXTRAÑOS
Por Diego Hernan /Argentina
Nos miramos, como encontrándonos, nos sentamos y compartimos eso tan preciado que a menudo perdemos y llamamos tiempo. Hablamos de las cosas que hicimos durante todos estos años que la vida estuvo guardándonos, sonreímos entre historias, como si hubiéramos vivido una vida entera juntos y nos olvidamos en instantes que era la primera vez que nos veíamos. Como burlándonos del destino y sus vueltas nos sonrojamos el descubrirnos, éramos todo lo que habíamos buscado, éramos todo lo que el alma andaba necesitando. La cena se sirvió, la copa de vino poco a poco se fue consumiendo. Desperté su admiración, despertó mi intensidad con esa manera de mirarme. La tome de la mano mientras nos contábamos sobre esas cosas que por vivir ganamos y también perdimos. La noche había entrado en la cuidad y ni siquiera nos habíamos percatado de ello. Pedí la cuenta. Caminamos por las calles vacías, despacio ninguno de los dos tenía prisa por llegar; nos descubrimos juntos en el reflejo de alguna vidriera. Y ahí nos quedamos los dos: empezando a extrañarnos, empezando a desear volver a vernos. Llegamos a la rutina, al día a día de vivir, nos descubrimos en la almohada pensándonos el uno al otro, algo extraño había pasado esa noche y ya nada en nuestras vidas volvió a ser igual. En la mañana no entendíamos muy bien que nos pasaba, esa sensación de faltarnos y de comenzar a necesitarnos, era inevitable empezábamos inexplicablemente, poco a poco; a enamorarnos.
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