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miércoles, 6 de abril de 2011

¿QUO VADIS, MULIER?

Por Carmen Garrido

Abriría una brecha en mi frente,
a golpe de machete,
ahora, justo ahora, seis de la mañana, lluvia y yo.
Un movimiento brusco que te pillara en falta,
que te obligara a delatarte,
a confesar el porqué, el origen, el punto aquél de "no retorno".
Once upon a time un mes de julio, una noche imprecisa, banal, como ésta.
Me había dormido albergando órganos.
Me desperté extrayendo la piedra de la locura.
Pero, ¿qué hubo antes?
¿Desde dónde la llaga,
desde cuándo el grito,
cómo llegó el precipio desde el óvulo materno hasta la sangre de los dieciocho?

[Sólo yo vi cómo se paraba su sangre.
Despacio, despacio.
De tanto recorrer esa piel, supe, antes que ella, del último estertor.
La Síndone contra tu cuerpo, mi vida, macerándolo,
arruga contra antibiótico aire.
No darte tu lugar...
¡A dentelladas hubiera arrancado las cabecitas armadas, infectas
para llevarte a tu cama y que el alma se te fuera,
color Il Gesú
con olor prendido en vides amontilladas!]

[Tres caídas desde el Purgatorio.
De la nada al azul túnel, al deseo más selvático, al rugido de mi bestia.
¿Acaso se puede soñar con la Muerte desde la Muerte misma,
cuando el ser humano no se duele, no se padece,
cuando los espejos reflejan el rojo mercromina de un espíritu en pena?
¿Acaso no hay que seguir existiendo cuando el único recuerdo
lo único que volvía una y otra vez,
entre lanzas y gargantas violadas,
era aquella frase, aquélla, precisamente: ¡Levi, Levi, lama sabactani!]

[Nadie está en posesión del Infierno.
Estúpidos los que lo afirmen, porque no lo vieron de cerca.
No hay gloria en las visitas de Lucifer,
no impregna la sala de azufre
ni te propone un intercambio de almas.
Mefistófeles son las piernas ardiendo en medio de la tarde,
cuando sólo la posibilidad del salto se cruza en el camino.
El fuego arde cuando los cabellos no responden a las caricias,
ni los ojos a las preguntas.
Las cenizas vuelan sobre los libros abiertos hace un mes por la misma página,
las diecisiete llamadas silenciadas,
las persianas cerradas porque la luz duele,
los tacones cortados, la glotis aparcada, silencio imperativo.
El tridente del Maligno se yergue sobre un cerebro,
que sólo recuerda nanas, canciones de la Walsh, imágenes de Bonanza.
Hemisferio izquierdo que adopta postura fetal
y espera una hora para los valientes]

Y ahora ésta, tu hija, la que ovillaste y maldeciste, se contempla y te inquiere:
¿Cuánto camino queda, dime,
tú que lo sabes todo, tú que repartes tus dones sin calendario,
tú que creas Fosas de las Marianas al abrirse el desayuno,
tú que barruntaste este destino, la mala baraka, la suerte bizarra?
¿A machete me he de abrir para saberme, a machete,
dejando la llaga viva
en otra madrugada como tantas, con este aguacero,
en otro día que ya perfilas como esa locura, ya casi eterna, que es mi nada?

Publicado por Carmen Garrido
Ha sido ganadora del Premio de poesía Miguel Hernández para menores de 35 años.