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domingo, 24 de noviembre de 2024

Sonetos en alejandrino de Rubén Darío

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A Rubén Darío

Cuánta sapiencia existe, tus liras nos lo dicen.
¡Oh, príncipe de letras de mente prodigiosa!.
Tu palabra es el verso. Tu historia es fabulosa,
y haces que los dioses de tus odas se hechicen.

Que se ricen los mares, que los mares se ricen
cuando la bella Erato con su voz amorosa
declame tus poemas y tu profana prosa.
Éxtasis de ilustrados, los mares te bendicen.

¡Oh, colosal poeta de lengua castellana!,
que te arrullan los mares y te besa la espuma,
le canto al cisne blanco, también a la manzana

emulando tu copla que todo lo perfuma,
exquisito primor, adorno y filigrana,
maravilla es del cielo la gracia de tu pluma.

...................

 

Caupolicán, de Rubén Darío 

 

Es algo formidable que vio la vieja raza:

robusto tronco de árbol al hombro de un campeón

salvaje y aguerrido, cuya fornida maza

blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón. 

 

Por casco sus cabellos, su pecho por coraza,

pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,

lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,

desjarretar un toro, o estrangular un león. 

 

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día,

le vio la tarde pálida, le vio la noche fría,

y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán. 

 

«¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta. 

Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta»,

e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.