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lunes, 4 de septiembre de 2023

Para poetas y cerrajeros

 


 

 

                Para poetas y cerrajeros

                                                           Por Ramón Palmeral

                     La última poesía que estoy leyendo es más narrativa que arte de la expresión con tendencias diversas. Hace unos años era más abstracta y hermética, el surrealismo se impuso con metáforas incomprensibles, sin embargo, no los censuro, porque la poesía es libertad, no un mensaje.

                     La poesía  es el arte del lenguaje, sí que lo es, y el de abrir puerta también lo es,  y  lo son las imágenes a través de las metáforas; y, por consiguiente,  si el lenguaje es el arte de la palabra, la palabra es la imagen abstracta que emitimos al lector u oyente, en un proceso donde se emplea la técnica  de los recursos estilísticos. La presente cerradura se abre a la poesía libre o libertaria, libre de la esclavitud de la rima y los ritmos. Podemos hablar incluso de una poesía progresista, es decir sin límites.

                    El poeta es un prestidigitador  de la palabra y un político mentiroso de la imagen, en consecuencia, he intercalado entre las páginas algunas ilustraciones de mis obras de las series: paroxismo masas y geométricos inteligentes, quizás como una forma de estropear el orden.

                     El título de 69 poemas se me ocurrió leyendo un poemario de Konstantino Kavafis, titulado: 65  poemas recuperados, Hiperión, Madrid 1979, y me pregunté ¿y por qué  no 69 en lugar de 65?, y así surgió la idea, tiene la ventaja de  aprovechar el doble sentido de un equívoco mental como el sexual  vulgar del número 69 ( que no es invento mío) para convertirlo un título nemotécnico,  ello no significa  que  el poemario trate de poesía erótica, aunque esté en la mente del lector, aunque algunos poemas sean amorosos. Es decir, el 69 es un arma publicitaria, un número, y que, si mentalmente tiene connotaciones sexual, es problema del lector, no mío. En otras culturas el 69 es el yin y el yang, el bien y el mal, hombre y mujer, la pareja que se complementa con su destino y proyectos. Podía haber puesto 68 o 70, u otro número, pero he usado una regla nemotécnico que ayuda a la memoria a retener una cosa o una idea o un concepto por el impacto psicológico que conlleva. Pero advierto que no son poemas eróticos.

                      El anexo que he unido al final del libro son mis reflexiones poéticas de cómo entiendo la poesía, artículo que se publicó en la revista Meer en junio del actual.

                     Los poemas son siempre materia subjetiva, una filosofía óntica del ser, tomando el ente como la cosa. Los poemas no se rigen por la razón sino por los sentimientos, su lectura implica un esfuerzo de tinieblas, que como decía Rilke no se escriben para ser comprendidos sino para ser sentidos. Leerlos es paladearlos, solo eso, paladar, no tragar, no entender. Mientras no existe un artilugio de evaluar poemas estos son mis criterios.

                    La imagen proyectada de las palabras tiene un sentido y provoca, por lo tantos, en el oyente otra imagen mental y evocan otros pensamientos.  La palaba no es la cosa sino una imagen que se emite para que el lector la recomponga, la mente humana es muy plástica y si está entrenada el lenguaje lo recompone muy fácilmente.

                    Lo explico con un ejemplo:

                    Si escribo: “El caballo blanco galopa por la playa” (esto lo vemos fácilmente);  pero si el poeta escribe: “Bestias galopando en el arrabal del otoño”, el lector le es más difícil de comprenderlo; y así progresivamente el poeta puede ir componiendo imágenes o metáforas cada vez más complicadas, y resultará que muchos lectores, según su capacidad asimilativa se quedarán  in albis u otros no; no obstante, al poeta le importa poco que el lector lo comprenda o no lo entienda. Es problema del lector, es como si se le sitúa delante de un cuadro de Pollock, no tiene que entender nada, sino admirar y contemplar, eso mismos es la poesía actual.

                      Si la poesía es una de la artes por qué no experimentar con la abstracción poética. Lo importante no es comunicar sino sentir. Por ello, he intercalado algunos dibujos de paroxismo, de éxtasis más allá de la figuración, tiene que ver más con el concepto que con la forma.

 

                     Mi idea como poeta y artista consiste en abrir una nueva puerta cerrada, nuevos caminos, nuevas visiones, conceptos y conjunciones cosmo-poéticas para  llevar este arte hacia una cumbre más elevada y convertirla en utopía del más allá y ser a la vez “poeta-cerrajero” ¿Qué sabemos de los mundos celestiales, invisibles, del más allá? Como sabemos y podemos deducir no es lo mismo un cerrajero-poeta expertos  bielas, bombines y llaves maestras  un poeta-cerrajero que abre ventanas al universo de lo ilógico. Abrir nuevas puertas en la poesía es cuestión de descomprimir estratégicamente el bombín de los sentimientos y de los sentidos, quizás algo más complejo inextricable, trabajoso, cuestión más o menos de valor, como cuando Quevedo habló del ojo del culo, si de ese orificio negro entre las posadera, rompió válvulas en los corazones hipócritas que no se atreverían a nombrarlo.

 

                     Antes se hablaba de la herencia de la sangre, hoy podemos hablar de la herencia de los genes. Que no veamos el Universo extra-galáctico no quiere decir que no exista, sino que no lo vemos. Un nuevo telescopio el James Webb es más potente que el Hubble nos muestra hoy día lo que era imposible ver ayer.

 

                       Los poemas buenos surgen cuando ya eres famoso, a todos los famosos poetas se le perdonan sus faltas. Si llegas a romper la cerradura del anonimato, y abres la puerta de la fama por medio de un padrino con poder, porque si no tiene poder no es un padrino eficaz, llegarás a ser famoso, y lo que escribas siempre será bueno para la crítica, esto es así. Para un premio importante necesitas una recomendación. ¿Y dónde  se esconde esa recomendación?, por lo general, surge espontáneamente o por carambolas que se arrastran desde los primeros premios importantes, es como una cascada de lenguas afines, o algún amigo conocido de la familia, de la tertulia, un conocido de los tíos, que no los regalan, sino que se gana.

 

                     Soy un poeta de la generación del 70 o “novísimos” según la clasificación del crítico José Luis García Martín, que, a partir de ahora  no piensa escribir más libros y, menos ilustrados, no me gustan, pero lo hago para fastidiar a quienes les gusta la poesía tradicional y el orden académico de la Métrica.

 

 

Ramón Palmeral

Poeta y pintor y cerrajero de ideas

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Alicante, 15 de agosto de 2022