A mi amiga PALMIRA
Me dijiste un día que tu padre
te puso el nombre de Palmira en recuerdo
de la antigua ciudad nabatea situada
en el desierto de Siria, nombrada en la Biblia como Tadmir.
Tu bonito y sonoro nombre se repetía
en cada uno de los reciales
que organizaba el Grupo Numen,
pues la poesía era una de tus muchas otras actividades de ocio.
Eras muy buena madre, abuela y amiga de tus amigos.
Dejas muy buen recuerdo de tu persona.
Una tarde de primavera
vino la muerte silenciosa,
y en tu cuerpo anidó.
Se llevó tu cuerpo, pero no tu alma
ni tú recuerdo, porque estos son eternos.
Y como dijera nuestro común
amigo el filósofo José Antonio Suárez
aunque anide en nuestro cuerpo temporal
la avariciosa muerte, el Ser es porque es nuestro
camino, nuestro camino de estrellas
en el Infinito, un viaje hacia Dios.
Te recordaremos siempre, recitando
con tu voz peculiar en nuestro oído
como una campana nueva.
Tú siempre voluntariosa y jovial.
Ha venido el manotazo duro imprevisto
y sin esperarlo, ha sido un partir entero,
sin tiempos de despedidas,
como si la avara muerta no quisiera compartir nada.
Me quedo llorando al borde de tus poemas,
de tus versos y canciones, y el calor
de los besos de saludo que siempre
me dabas porque entre nosotros hubo un amor fraterno.
Adiós PALMIRA, adiós con resignación
pero con esperanzas del reencuentro.
Ramón Fdz. Palmeral, Alicnte 8 de mayo de 2013