Pepe Payá, un gran cuidador de Azorín y su legado
“Desde la montaña llega hasta la ribera un hondo barranco. En el fondo se ve culebrear un arroyuelo. Las laderas del barranco son de tierra rojiza. La arena de la playa –todo a lo largo de la costa– es de color dorado. Lope de Vega, entre versos, ha dado la sensación profunda del agua que va y viene blandamente sobre la arena suave. En su comedia Don Gonzalo de Córdoba, un personaje exclama: ‘¡Qué agradable está la mar!’ Y otro replica: ‘Con las arenas mojadas, parece, entrando y saliendo, que está retozando el agua’. (…) En la espléndida luminosidad reverbera el mar de intenso color azul”.
Azorín: una hora de España. Discurso en la Real Academia)
Pero ahora vas a buscarle y su cuidador (que lleva todos los asuntos del dilecto escritor, gloria de las Letras españolas) no te puede atender, no porque esté difícil de localizar sino porque ya no está en este mundo. De entre los distinguidos directores que ha tenido la casa y el inmenso caudal de su biblioteca, Payá ha sido el que más tiempo ha durado en tal responsabilidad, dinamizando actividades y poniéndose en los tiempos actuales por medio de la difusión del contenido del Museo y la existencia de un premio de novela que permite rejuvenecer y estar al día en la actualidad de los intereses creados en este mundo de la cultura dirigida por los hechos y los personajes afamados que tienen su protagonismo. Pero esto es así, y poco se puede hacer para cambiarlo si es que alguien tuviera un gesto de rebeldía. No, no es posible su respuesta, no cabe ya tocar a la puerta ni llamar de otro modo. La dirección tendrá que renovarse sin que de momento se sepa de qué modo y manera. En la casa familiar del Maestro, de donde hace mucho tiempo que se ausentó el ilustre ciudadano José Martínez Ruiz, el guardián principal, José Payá Bernabé, acaba de imitarle: se ha ido al otro mundo, y allí se habrá encontrado con el personaje que tanto admiraba, tanto estudiaba y tanto le atraía.
No es posible rechazar alegremente los recuerdos que nos llevan a los primeros momentos en que Pepe Payá, nombrado cuidador de tan valioso legado, por la Caja Mediterráneo (ahora inexistente), que hizo posible, a través de sus obras sociales, el acercamiento y el recreo en la cultura de tantas y tantas actividades que nos permitieron hacer cursos y seminarios y tener a grandes personajes contándonos sus historias, sus conocimientos y sus famas correspondientes. Parece que no sea eso lo que llama a la gente culta de estos tiempos de larga epidemia y que todo tengamos que verlo por la televisión que se ha visto obligada a ser mucho más que un divulgador de noticias, a base de series que dan trabajo a los intérpretes que no pueden salir a otra escena que no sea el salón de nuestras casas o donde tengamos puesto el televisor. En aquellos momentos yo siempre le decía a Pepe que no se olvidara de llevar a los escolares de la ciudad de Monóvar, no tan sólo de visita sino llevando a las aulas a entendidos y expertos sobre la obra azoriniana, que no es solamente que puedan presumir de haber tenido un vecino (aunque en otra época) que se hizo famoso escribiendo de todo lo que sucedía (periodismo) sino también creando ambientes y contando historias de los diversos personajes que salieron de la mente de nuestro paisano exponiendo pensamientos y directrices vitales de los que toman las personas cuando se encuentran ante dificultades y enredos.
Era oportuno, pues, aprovechar las circunstancias y los eventos. Por su distanciamiento y oportunidad aprovechábamos la fecha del nacimiento de Azorín: el 8 de junio, al final del curso escolar, porque se podían hacer actos en otros lugares (el Casino cultural, principalmente) y así hacer actos de entrega de premios. La otra fecha aprovechable era el 3 de marzo, día de la muerte de nuestro ínclito escritor, que también era buena en los calendarios escolares para preparar los últimos meses del curso.
Pero no podemos acabar esta reseña que estamos haciendo de nuestro compañero y amigo Pepe Payá sin dejar clara nuestra admiración y gratitud hacia él por haber contribuido a hacer más visible al gran referente de la literaria Generación del 98 en todo el mundo hispano, encabezada por nuestro Azorín, que también fue gran referente en los cambios de estilo y en la forma desenvuelta de estar en escenas de teatro que representaban distintos momentos del tiempo y de la historia. Pepe tuvo que moverse mucho y estar en permanente contacto con la Real Academia y las editoriales que debían difundir el Premio Azorín y las que seguían teniendo los textos del maestro. Tengamos también un recuerdo por el que fue biógrafo oficial durante muchos años, quien también tuvo que trabajar con Payá cuando había que dar toques de “presencia” de los que estuvieron con Azorín al final de sus días. También es preciso hacer un guiño de complicidad con Pepe refrescándonos la memoria de su propio talante, que siempre fue, al menos para mí, de lo más cortés y de lo más cordial. Cuando tuve que dar conferencias sobre Azorín, me facilitaba la actualización de datos sobre las ediciones que se repitieran o las que venían por nuevas empresas editoriales. Escucharle dándome datos y anécdotas era una diversión que compartíamos con mucho humor, que es otra faceta que no debemos pasar por alto. Así que, Pepe Payá, amigo, muchas gracias por tu talante bonachón y servicial.