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martes, 26 de noviembre de 2019

Tica Fernández Montesinos y la familia García Lorca en América

Tica Fernández Montesinos y la familia García Lorca en América

María Rosa de Madariaga ||

Historiadora ||
Después de Notas deshilvanadas de una niña que perdió la guerra, publicado en 2007, Tica Fernández Montesinos nos obsequia ahora con El sonido del agua en las acequias, en lo que podríamos calificar de “saga de la familia García Lorca”, en palabras de Ian Gibson, con ocasión de la presentación de este libro en la Residencia de Estudiantes de Madrid, el jueves 15 de abril de 2018. De esta “saga” formarían parte Federico y su mundo. De Fuente Vaqueros a Madrid (1986), de Francisco García Lorca, hermano del poeta, Recuerdos míos (2002), de Isabel García Lorca, hermana del poeta, Lo que en nosotros vive (2008), de Manuel Fernández Montesinos, sobrino de Federico y presidente durante años de la Fundación Federico García Lorca, y, por supuesto, los dos mencionados libros de Tica.

El sonido del agua en las acequias, libro de Tica Fernández Montesinos
Vivió y estudio en Nueva York
 
¿Por qué Tica? Porque a partir de su verdadero nombre, Vicenta, como su abuela materna, todos en la familia empezaron a llamarla Vicentica, y, luego, solo Tica, nombre que le quedo y con el que todos sus amigos la conocemos. Yo, prácticamente, desde que los García Lorca- Concha, con sus tres hijos, su hermana Isabel, y la abuela, doña Vicenta, que todavía vivía- se instalaron a los pocos años de regresar a España en un inmueble situado en la misma calle, en la que yo vivía con mi familia. Aunque a Tica la conocí de soltera, la traté más ya de casada, cuando ella y su marido se instalaron en la misma calle que yo a dos pasos de donde vivía su familia y a dos pasos también de donde vivía la mía. Estas líneas, más que una reseña al uso, son la presentación del libro de una amiga.
Ya desde su inicio, advertimos que este libro de Tica, lo mismo que el anterior, está marcado por la doble tragedia del asesinato, primero, de su padre, Manuel Fernández Montesinos, alcalde socialista de Granada, el 16 de agosto de 1936, y, a los pocos días, de su tío materno, Federico. Mayor de tres hermanos, Tica, nacida en diciembre de 1930, tenía entonces cinco años. Habría cumplido en diciembre, seis. De una infancia feliz, solo interrumpida por una enfermedad infantil que la dejó sorda del oído izquierdo para toda la vida y, como secuela, con ciertas dificultades de dicción, Tica pasó a estar rodeada de un ambiente de tristeza, que forzosamente habría de dejar en ella una profunda huella. Dividido en cuatro partes, hay en estos recuerdos de Tica numerosos “flashbacks”, que no perturban la continuidad del relato, sino que contribuyen a avivar el interés o la curiosidad del lector por seguir leyendo.
Inicia Tica su relato evocando la salida de Bilbao en 1940 a bordo del trasatlántico Marqués de Comillas rumbo a Nueva York, donde ya les esperaba el tío Paco y la tía Isabel (Tatabel, como la llamaban cariñosamente sus sobrinos). Tica viajaba en compañía de su madre Concha, hermana del poeta, de sus hermanos Manolo y Conchita, y de sus abuelos maternos, doña Vicente y don Federico., camino de un exilio que, como nos dice, “no sabíamos lo que iba a depararnos ni cuanto tiempo podría durar”. Abandonaban así, lo que don Federico, a medida que el barco se alejaba de la costa, calificaba de “puñetero país”. Después de una travesía de 40 días llegaban a Nueva York el 30 de julio de 1940. Afortunadamente, contaban en los Estados Unidos con el sólido y firme apoyo de don Fernando de los Ríos y de su esposa doña Gloria Giner, padres de Laura, que se convertiría poco tiempo después en la esposa de Francisco García Lorca. Don Fernando, que había sido embajador de la Segunda República española en los Estados Unidos, era, desde el final de la Guerra Civil, profesor de Derecho en la New School for Social Research en Nueva York, les brindó desde el primer momento hospitalidad hasta que encontraran una vivienda apropiada. Con ventanas que daban al río Hudson, Tica recuerda con cariño esta casa, su primer hogar en el exilio, y los letreros luminosos de Manhattan, lo que la lleva a evocar la conferencia dada por su tío Federico antes de publicar su libro Poeta en Nueva York, en la que se refería a cómo los “letreros luminosos” de Times Square habían influido en el proceso de creación de los poemas contenidos en ese volumen.
Cuenta después Tica el traslado de la familia a una casa, que habían alquilado en Milltown, un pueblo situado en el Estado de Nueva Jersey, al otro lado del río Hudson, a su inevitable incorporación a la escuela, que era pública, al primer poema que aprendió en inglés, y a sus dificultades de audición, que le hacían pronunciar mal determinadas palabras o sonidos. La dificultad para oír bien hizo que estuviera en una clase menos adelantada que la de su hermano Manolo, pese a ser mayor que él. Tica recuera con cariño a una de sus maestras, Miss Brown, que le prestó una gran ayuda para vencer su problema de audición. Las dificultades para superar este obstáculo hicieron que en más de una ocasión rompiera a llorar. Pero entonces siempre encontraba consuelo en casa, sobre todo en su abuela Vicenta. Tica representa uno de los ejemplos más extraordinarios que he conocido de fuerza de voluntad y de superación.
Regreso a España en 1952 y se instaló en Madrid.