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domingo, 16 de junio de 2019

“La caligrafía actual predispone a los niños a ser pequeños dictadores”


El entrenador neurocaligráfico desgrana su método para mejorar la actitud ante la vida a través de la letra



“La caligrafía actual predispone a los niños a ser pequeños dictadores”
Joaquim Valls imparte la asignatura de Gestión del Talento del grado de ADE del campus Manresa de la UVic-UCC (Ana Jiménez)
Cuando nació su hija, Joaquim Valls (Barcelona, 1959) tuvo claro desde el primer día que dedicaría todo su conocimiento a educar una niña feliz. Desde entonces el economista y neuropsicólogo, que imparte clases de Matemáticas y de gestión de talento a universitarios, empezó a preguntarse qué tienen en común las personas de vida plena.
Para cumplir con su propósito, encontró siete rasgos que comparte la gente que se siente realizada y tiene éxito. Luego, buscó una unidad de medida para potenciar estos aspectos de la personalidad en las personas que carecían de ellos. “Y, entonces, como yo era grafólogo, pensé en utilizar la letra”, comenta Valls, que ha escrito una decena de libros, entre ellos Buenos días y buena letra (2010), Maravillosa mente (2013) y acaba de publicar Manual-mente (Libros Cúpula), donde desgrana las claves del coaching neurocaligráfico y analiza la caligrafía que aprenden los niños en las aulas.
En la actualidad Valls compagina su trabajo de profesor universitario con su labor al frente del Instituto de Programación Neurocaligráfica (método Kimmon), donde ayuda a consejeros, profesores y padres a mejorar su inteligencia emocional educando su inconsciente a través de la caligrafía. Un método cuya eficacia ha podido comprobar a través de una tesis doctoral.
- Usted recomienda educar el inconsciente.
Sí, porque sólo el 10% de las acciones que llevamos a cabo durante el día son conscientes. El resto (el otro 90%) las hacemos de forma inconsciente, de manera que centrar nuestros esfuerzos en formar únicamente el consciente es dedicarlos sólo a una decena parte de la capacidad de nuestro cerebro.
- El primer paso para reeducar nuestro inconsciente.
Primero, veamos qué es el inconsciente, que ha sido secuestrado por Freud y a menudo se confunde con el subconsciente. Yo hablo del inconsciente cognitivo: todo aquello que hacemos de memoria, como la conducción, el habla o la escritura a mano, que es absolutamente inconsciente. Y eso es fácilmente educable de diferentes maneras.
- ¿Cómo?
Si nos fijamos en las ventanas a través de las cuales mostramos nuestro inconsciente cognitivo, podremos reeducarlo. Por ejemplo, el modo en el que organizamos las frases. La programación neurolingüística analiza cómo las estructuramos y el lenguaje que usamos, de manera que cambiando las palabras, podemos modificar nuestros pensamientos.
- Y usted se dedica a reeducar la caligrafía para mejorar la actitud ante la vida.
La caligrafía es una ventana de nuestro inconsciente cognitivo, al igual que la letra es el espejo del alma. Las personas felices o que tienen éxito escriben de manera diferente a cómo lo hacen las personas tristes o deprimidas. En el experimento que dio origen a mi tesis doctoral conseguí demostrar que reeducando la letra de una persona negativa podemos conseguir que se vuelva más positiva y tenga menos miedos y ansiedad.

“La caligrafía es una ventana de nuestro inconsciente cognitivo”

- ¿Cuál es la base de este método?
Cualquier método que quiera reeducar el inconsciente se basa en la repetición. Todo aquello que hacemos repetitivamente, la acabamos ejecutando de una manera más eficaz. ¿Quieres cruzar los brazos?
- Hecho.
Entrelázalos de nuevo, pero esta vez que las manos queden al revés de como las tienes. Estás más incómoda y te lo has tenido que pensar. La primera vez lo has hecho con los ganglios basales, que se asocian con nuestros hábitos y las acciones que hacemos por repetición; la primera vez que de niña cruzaste los brazos te costó, pero a base de repetir ese gesto, llegó un momento en que lo hacías sin pensar. En cambio, la segunda vez que has entrelazado los brazos –al revés de como lo aprendiste- lo has hecho con la corteza cerebral, la parte consciente de nuestro cerebro.
- ¿Cuántas veces hay que repetir un mismo hábito para que permanezca?
Según William James, padre de la psicología moderna, se requieren 21 días para reeducar un hábito. Hay una explicación científica: tenemos unos almacenes de neuronas cuyo desarrollo depende del entrenamiento (neurogénesis) y tardan este tiempo en producirse. Pero aún hay mucha controversia sobre esto. En mi método cambiamos nueve hábitos emocionales a través de un entrenamiento de 15 minutos diarios durante nueve meses.
- ¿Qué hábitos?
El autoconcepto, el optimismo, la perseverancia, la gestión de las emociones, la extraversión, la empatía, la proactividad, la paciencia y la gratitud, que son los hábitos que tienen en común las personas que tienen éxito en la vida.
- ¿Qué tipo de ejercicios practicar para mejorar en estos aspectos?
En primer lugar, se incide en los ganglios basales, pero también en otras zonas del cerebro, como el hipocampo, donde se encuentra el relato que nos hemos construido de nosotros mismos, nuestras anécdotas, las sugestiones que nos han inculcado desde pequeños y creencias limitantes. Pero tu pasado no tiene por qué condicionar tu futuro.
- Póngame un ejemplo.
Yo he enseñado Matemáticas a 45.000 personas, pero nunca me he encontrado a ninguna que no las pudiera aprender.Todo el mundo que le ha puesto horas ha aprendido esta ciencia a un nivel universitario. Por tanto, el relato mayoritario de que la gente no es numérica es una creencia absurda que nos han inculcado desde pequeños.

Joaquim Valls es licenciado en Economía y doctor en Ciencias Humanas, Jurídicas y Sociales por la Universidad Internacional de Catalunya (UIC)
Joaquim Valls es licenciado en Economía y doctor en Ciencias Humanas, Jurídicas y Sociales por la Universidad Internacional de Catalunya (UIC) (Ana Jiménez)
- ¿Cómo cambiar nuestro relato sobre nosotros mismos?
A través de la autosugestión. Mis alumnos escriben por la mañana frases autosugestivas para cambiar el relato negativo, pesimista y desalentador que tienen de sí mismos por otro positivo e ilusionante. Esas mismas frases las deben escuchar cinco veces seguidas en el duermevela, momento en el que el filtro consciente está muy bajo, de manera que el mensaje va directamente al inconsciente.
- ¿Y qué ocurre luego?
No memorizan estas frases ni las aprenden. Su consciente no las recuerda, pero de pronto, en un momento dado, cuando necesitan una frase que les dé ánimos, el inconsciente la genera de manera automática, lo cual puede ser muy útil en una negociación o en un examen.
- El tercer ejercicio para incidir en nuestro inconsciente…
Se basa en reeducar la atención. Nosotros pensamos que atendemos a todo, pero en realidad sólo nos fijamos en aquello que el tálamo -el recepcionista de nuestro cerebro- deja entrar. Rápido, mira todas las cosas azules que hay en esta habitación.
- Ya está.
Cierra los ojos y dime las cosas rojas que has visto.
- No recuerdo…
Fíjate que no has visto los objetos rojos porque te he dicho azul. Cuando educamos a nuestros hijos, sin darnos cuenta les educamos en el miedo. “Si sales de noche, llévate una chaqueta”, “ves con cuidado, mira el tráfico, no pases en rojo”, les decimos. Estamos educados para ver los peligros, si una persona es una enemiga, buscamos lo malo que hay en el mundo para sobrevivir. Eso estaba muy bien en la selva porque había muchos peligros, pero aquí hemos construido una sociedad bastante segura.

“Mis alumnos escriben por la mañana frases autosugestivas para cambiar el relato de sí mismos”

- ¿Cómo cambiar esta mirada precavida del mundo?
Cada fin de semana mis alumnos hacen una redacción basada en la praxis de la psicología positiva para reeducar el tálamo, donde se encuentra la atención. Por ejemplo, deben explicar lo mejor que les ha pasado esa semana. El primer día no saben qué escribir porque se han fijado sólo en lo malo que les ha sucedido, mientras que la segunda semana que realizan el ejercicio, les cuesta menos ya que el cerebro inconscientemente ha empezado a focalizar la atención en las cosas positivas, de manera que conseguimos reeducar la mirada después de cuatro redacciones.

- ¿Qué pasa en nuestro cerebro cuando escribimos a mano?
Escribir a mano es un extraordinario regulador de nuestra neurología, por lo que cuando queremos memorizar, escribimos una palabra varias veces, por eso muchos estudiantes se hacen chuletas. Además, es excelente para la gestión emocional.
- Interesante.
En mi generación cada día nos hacían hacer dictados y redacciones a mano, lo cual ayuda a fijar la atención. Sin embargo, hoy en día en las escuelas se escribe mucho menos manualmente. Esto explica que sufrir TDAH le haya afectado más a mi hija que a mí, que me lo diagnosticaron con 56 años.

- Una aplicación que podría tener su método.
- La neurocaligrafía es un recurso gratuito para las escuelas porque ya enseñan caligrafía. En el último capítulo de Manual-mente hago un análisis grafológico de la caligrafía que se enseña a nuestros hijos, que no es una caligrafía adecuada al siglo actual, aunque sí para el XIX y principios del siglo pasado, cuando se produce la revolución industrial y la gente deja de vivir en el campo para trasladarse a ciudades y trabajar en fábricas.

- ¿Cómo es la letra que se enseña en los colegios?
Predispone a los niños a ser obedientes, respetar el orden establecido, realistas y con control emocional, por eso se hace una caligrafía sobre renglones completamente horizontales. En el libro propongo, y muchas escuelas ya lo han adoptado, que la letra se trace ligeramente hacia arriba para conseguir niños optimistas, alegres y con más iniciativa.

“Escribir a mano es un extraordinario regulador de nuestra neurología”

- ¿Qué otra cosa nos dice la caligrafía escolar?
En general, el retrato robot que describe la caligrafía actual es la de un niño egoísta, un pequeño dictador, por eso muchos padres y maestros se quejan. Esto se ve en la barra horizontal de la letra “t”, que se hace muy sobrealzada, lo que predispone a imponer tus ideas a la de los demás, ser poco tolerante y testarudo.
- ¿Algún ejemplo del pasado?
Si analizamos la firma de Napoleón Bonaparte, su “t” minúscula es como una “T” mayúscula, similar a la que hacía Hitler.
- Preocupante.
- Además, la barra horizontal de la letra “t” es corta con respecto al palo vertical. En grafología el palo vertical simboliza los “quieros” y la barra horizontal simboliza los “puedo”. Si los “quieros” son más elevados que los “puedos” estamos haciendo una persona que no persevera en las tareas porque se desanima al ponerse objetivos difícilmente alcanzables. Para trabajar la perseverancia, virtud fundamental en enseñanza, el palo vertical y el horizontal deberían ser del mismo tamaño.
- ¿Qué otros aspectos de la tipografía que se enseña en las escuelas cambiaría?
- Por ejemplo, la “n” y la “m” que se enseñan en forma de puente generan personas que controlan las emociones más que gestionarlas, de manera que les cuesta expresarlas en público, y eso no es bueno. La “o” que se hace con un lazo predispone a comerse el coco, a darle muchas vueltas a las cosas e, incluso, tener dificultades para conciliar el sueño.
- ¿Propone alguna otra modificación caligráfica?
- Es mejor adelantar un poco el punto de la “i” para mejorar la iniciativa, las ganas y la ilusión de hacer cosas.
- ¿Cuáles son las carencias que normalmente encuentra en las caligrafías que pasan por sus ojos?
- Detecto sobre todo mucha ansiedad, que se detecta en las palabras consecutivas que se separan mucho entre sí. La separación correcta es la de la propia letra “m” minúscula. Más esporádicamente se percibe depresión, que se detecta cuando las líneas en vez de ser ligeramente ascendentes u horizontales, descienden un poco, lo que denota desánimo y cansancio psíquico. Cuando la última sílaba de la frase cae, indica que la persona sufre depresión, aunque mucha gente no es consciente de padecerla.
- ¿Por qué es tan importante cambiar los aspectos de la personalidad atribuibles a una vida plena?
Las personas optimistas viven de media siete años más y ligan más. Además, nadie quiere coincidir con el cenizo del ascensor que siempre se queja y te deprime ni tampoco con una persona que no sabe gestionar las emociones, que a menudo está de malhumor, grita y se enfada. Preferimos a personas que gestionan bien las emociones, encantadoras, empáticas, que saben escuchar y son pacientes, que son las que obtienen resultados a largo plazo.

“En las caligrafías que analizo detecto sobre todo mucha ansiedad y, esporádicamente, depresión”