Norberto García
Hernanz, profesor, segoviano, poeta y divulgador poético,
mantiene un blog bajo el título Lo
que opinan mis poetas desde el que propone el siguiente
cuestionario. Ha tenido a bien solicitar las respuestas al responsable de Mientras
la luz. Estas son.
1 - ¿Cómo
definirías tu poesía? ¿En qué proporción su temática y estilo surgen
espontáneamente o son provocados?
Si todo intento
de definir la poesía suele ser una acción fallida, acometerlo con la propia no
hace sino acrecentar las dificultades. Renuncio al reto mayor, pero...
Cómo sabemos que la poesía no existe sin la construcción que permite
sustentarla, léase el poema, me atrevo a decir que entiendo el poema como un
acto de lenguaje en respuesta a una circunstancia emocional o a una provocación
del mundo. Se levanta con palabras, pero el poema, si en realidad lo es, no es
sólo las palabras que lo componen sino que funda su esencia en los vacíos que
entre ellas fructifican. Y la tensión con que – palabras y vacíos– se odian o
copulan. Creo que mis poemas participan en alguna manera de esa noción. Y no
tienen una génesis única. A veces, para su inicio, me basta con escuchar una
palabra. O con imaginar un pasado que pueda justificarme.
2 - Así
como los pintores de larga trayectoria se dice que pintan siempre el mismo
cuadro ¿Crees que el poeta que escribe habitualmente está elaborando siempre el
mismo poema? ¿Cuál es tu caso?
Escribir es
firmar, retratarse. Es imposible escondernos detrás de lo escrito, usarlo de
pantalla. Nos identifica. Pero ese sello indeleble, que debe ser entendido como
voz propia o estilo, no significa repetición de lo dicho. El tiempo nos va
cambiando, no somos la misma persona que éramos hace 20 años, ni nuestros
poemas lo deben ser. Si así fuera significaría que el poeta no existe, que tras
su máscara se esconde un servil escribiente. Pero tampoco somos otra persona
opuesta. La poesía debe acompañar la vida, que es larga y además es lo que
importa. Insistir en nosotros y variar con nosotros, hacer ambos verbos
compatibles es el secreto. La sutileza de ser otro, de ser nuevo, sin dejar de
ser uno mismo y su historia. No sé si lo consigo. Cada vez escribo más poemas
en los que el hombre que ahora soy conversa con el que fui o con el que quise
ser. ¿Por qué?
3 - ¿En qué
modo crees que tu poesía sirve o puede servir como terapia para tus lectores o
para ti mismo/a?
Es sabido que a
muchos y grandes poetas les ha servido la decisión de hacer poemas para
combatir la soledad (Dickinson, Leopardi), que la escritura les ha salvado y
acompañado. Que la escritura salva es un dicho repetido. No creo estar en ese
modelo, en esa semejanza, pero reconozco que me ha aliviado durante algunos
últimos trayectos del camino. Cosa que no es poco y que agradezco. No tengo la
sensación de que mis poemas sean curativos para nadie. faltaría más. Lo que no
empece para que en alguna ocasión algún lector haya compartido conmigo algún
sanador abrazo comunicativo. A veces ha sucedido. Con eso basta.
4 - ¿En qué
modo el/la poeta debe, o no, tender a elaborar una poesía de la totalidad?
No sé si
manejamos el mismo concepto de la totalidad en poesía. Creo que si por ello
entendemos la capacidad del poeta para crear mundos cerrados, definibles y
propios a su alrededor (Machado, Vallejo) esto solamente podemos apreciarlo a
posteriori. Entender la búsqueda de la totalidad, o de la transcendencia, como
propósito inicial puede llevar al ridículo o la frustración. O a la genialidad.
En todo caso es algo que sólo al final se hace evidente o no, nunca puede ser
premisa. El poeta debe intentar escribir poesía, llegar a su cercanía, dotar a
sus poemas de ese aroma. No es poco si a veces lo consigue. Somos pavesas y
búsqueda, lo que encontremos lo encontraremos por añadidura.
5 - Musicalidad
(con o sin rima), contenido, lenguaje poético: ¿de cuál de estos tres pilares
podría deshacerse un poema e incluso así, seguir teniendo calidad?
Ya dije
que el poema, como voluntad de expresión, como vómito o como camino hacia, es
un acto de lenguaje. Esa actitud decidida de crear desde las palabras me parece
condición sine qua non. Pero el poema, que es una intención, debe ser una
tentación depurada. Me incomoda hallar en él desaliño o verborrea. Y me molesta
la palabra que ocupa lugar y no trabaja. Vivimos en la época en que se llama
poesía a lo que alguien dice que es poesía. Sea. No seré yo quien ponga normas
a nadie, pero tengo para mí que sin cadencia en el decir, léase musicalidad, me
cuesta levantar el poema, siento que me rehúye. No hablo de rebuscamientos, no
hablo de línea clara o hermética, simplemente defiendo que en poesía la forma
también es fondo. Y que escribir un poema es tensar el lenguaje, aunque no lo
parezca. Me incomoda la obviedad, lo repetido. El lenguaje poético, naciendo
del habla culta y/o coloquial, debe trascender lo establecido y provocar; debe
dotar a las palabras y a los silencios que lo pueblan de nuevos significados,
de sugerencias, de posibilidades. Recuerdo de mi infancia “estaba la mar en
calma/ la luna estaba bravía”, pues eso, ese bravía dicho de la luna que me
hacía mirarla de otra forma.
6 - ¿Hasta qué
punto es deseable que un poema sea sencillo, desnudo, corto? ¿Es el paradigma
del buen poema, conseguir delegar en el lector el mayor peso posible, a la hora
de interpretarlo?
Las
características físicas no presuponen la bondad del poema. Es preferible para
mí, y en eso creo no ser original, la ausencia de oropeles lingüísticos, de
retorcimientos, de chantajes emocionales. Respecto a su extensión digamos que
ahora están muy en boga los aforismos, que en ocasiones son poemas cortos,
esenciales, en otras esbozos de poemas con posibilidades, y en otras muchas
simples ocurrencias que buscan la paradoja como escudo. Qué decir de la
inundaciones producidas por los haikús occidentales. Cualquier forma es capaz
de contener poesía. El problema no es ese. En general prefiero la sencillez
ante lo simple, lo enjuto ante lo corrupto. Y suelo hacer caso al poema cuando
este me pide terminar. Pienso en el lector al escribir y no deseo acumular
obstáculos ni oscuridades. Tampoco los evito porque sí. Anhelo el coloquio con
el lector que quiere ser interpelado, que busca. O cuando menos desea ser
encontrado. ¿Paradigma del buen poema? Es difícil contestar, pero en ocasiones
algún lector desearía haber escrito lo que termina de leer: para él es un buen
poema. Tal vez estemos en el camino de su definición, aunque sea una opción
teñida por la subjetividad. A mí me ha pasado recientemente leyendo al
colombiano José Manuel Arango.
7 - ¿Favorece a
la poesía actual la gran variedad de temáticas y la ausencia de monolitos
generacionales como los del 98 o 27?
Ignoro si
favorece o no. Tengo dicho en algún lugar que el panorama de la poesía española
actual semeja una gran meseta, densa, muy poblada, de cierta altura, pero que
carece de picos nevados visibles, de faros guías. Parece que nadie pide ni
necesita maestro (a no ser anglosajones) en este territorio fértil, de enorme
productividad editorial, que hoy aparece atravesado por multitud de
caminos, de medios con que recorrerlo. Aunque tal efervescencia conlleve
dificultad al poeta para ser atendido o ser referencia social como antiguo
sucedía. Propondría –es un juego– parar a un nombre corriente, de la calle, del
trabajo, de la vida, y preguntarle por el nombre de un poeta español vivo,
¿sospechan la respuesta? Tal vez este estado de cosas no favorezca al poeta
como bien social, pero sin lugar a dudas la poesía vive uno de sus momentos más
rico, más libre, más ingenuo, más joven, más diverso. Las redes han dado un
puñetazo en la mesa. Me gusta como está. Sólo faltan compradores no
adolescentes.
8 - ¿En qué
proporción el/la poeta deben vivir, más que escribir, o viceversa, para
alcanzar un nivel elevado de calidad y honestidad en su creación?
La vida está
para ser escrita y el poeta no puede escribir de otra cosa sino de la vida. La
escritura o la vida, tituló Semprún., en donde la o es más identificación
que disyuntiva. Las experiencias, las cosas del mundo, el tiempo y su
ignorancia, el amar y su desasosiego, los otros, la muerte, el enigma de
existir… ¿De qué diablos escribir si no? No sé vivir, escribo, dice uno
de mis versos últimos. No sé escribir, vivo, tal vez sea uno de los que
espero. El acto de escribir es posada, refugio en el sendero del vivir, también
alternativa. En ocasiones están tan próximos que se confunden y los
confundimos. La calidad y la honestidad de la creación poética son asuntos
ajenos a esta realidad.
9 - Cuando
creas poemas, ¿en qué medida lo haces con afán pedagógico?
En ninguna
medida. Nunca me le he planteado. Es curiosa esta pregunta y esta respuesta que
ahora me sorprende. Porque es el caso que tengo dos títulos –Cuaderno de
Boccaccio y Locus Poetarum– donde reflexiono sobre el acto y el
hecho de escribir, sobre modelos, sobre supuestas escuelas. Pero en ambos me
veo como alumno que anota lo que aprendió y aprende de lo leído, de lo vivido,
jamás como alguien que intenta remediar.
10 - ¿Cuál
crees que es la clave para hacer que un recital poético sea atrayente (Música
durante la recitación o entre poemas, cantidad de poemas a leer, número de
presentadores o lectores, temporalización, cualquier otro complemento)?
Como todos, he
leído en público en numerosas ocasiones, y en bastantes de ellas me he
preguntado por la utilidad del acto para mí y para los oyentes. En unas pocas
(que bien guarda mi memoria) he sentido un silencio denso y atento a mi
alrededor. Casi nunca se sabe qué es lo que ha producido ese unánime
pálpito de conciencias. Otra cosa es lo del aparataje con que se circunda y
visten las convocatorias, con el que se pretende evitar lo triste o aburrido, y
a veces se consigue, pero la comunión comunicativa es otra cosa. En ocasiones
se produce y en otras no. Afirmo, eso sí, que hay actos largos y/o tediosos,
sin garra ni porqué que deberían evitarse: todos los hemos protagonizado o
sufrido, y lo seguiremos haciendo.
11 – La famosa
pregunta de escribir para uno mismo y/o para los demás.
Creo que
escribo desde mí para mí y para los demás. Uno siempre espera entenderse, uno
siempre espera prolongarse, aunque sea mínimamente. Estuve años sin publicar
¿debo suponer que escribía para mí? Después he publicado en demasía ¿escribo
para los demás? Ya sé que el sentido de la pregunta no atiende al hecho o no de
publicar, pero aprovecho para recordar lo que un buen amigo me advirtió (ante
mis dudas sobre si dar a luz el primer libro): Publica si te hace ilusión,
no pasará nada, pero recuerda que nadie espera un libro tuyo; ni de ti ni de
otros, claro. Tenía razón. Parece evidente que los demás pueden vivir sin
conocer nuestros poemas. Probemos a no editar y verán como no pasa nada. En un
siglo caben muy pocos poetas necesarios. Este estado de cosas nos hace más
libres en la opción, no menos responsables con la poesía.
12 – Si te
apetece, hazte tú mismo/a esta pregunta final y contéstala (por supuesto).
¿Todo tiene un
final?
Sí, y está bien que así sea.