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lunes, 11 de diciembre de 2017
Cántico, de Jorge Guillén, Detalles mínimos
Un primer problema que se plantea es sobre qué edición de Cántico de Jorge Guillén plantear la recomendación y la reflexión. Porque durante más de dos décadas Jorge Guillén (1893-1984) fue corriendo la obra, modificando su estructura, incorporando nuevos poemas y corrigiendo otros, reorganizando determinados contenidos y mezclando materiales diversos.
Me quedo con la cuarta y última edición de Cántico de Jorge Guillén, publicada en 1950 en Buenos Aires por la Editorial Sudamericana, una empresa que hoy forma parte del Grupo Penguin Random House aunque me queda la duda de si no ha optado por descatalogar buena parte de su fondo bibliográfico (incluyendo el libro en cuestión).
La cuarta edición (que incluye una dedicatoria inicial a su madre, una final a Pedro Salinas e incorpora el verso “Que el puro resplandor serena el viento” de Garcilaso de la Vega) se organiza en torno a cinco partes, tituladas “Al aire de tu vuelo”, “Las horas situadas”, “El pájaro en la mano”, “Aquí mismo” y “Pleno ser” respectivamente. Este texto está compuesto por más de 300 poemas (frente a los apenas 75 de la primera edición correspondiente a 1928 y publicada en Revista de Occidente).
Cántico confirma el singular poder de la voz lírica de Jorge Guillén, su consideración como el heredero más directo de la poesía pura de Juan Ramón Jiménez, la capacidad para redescubrir de manera constante el mundo, su apuesta por la voluptuosidad elegantemente embridada, el gusto por la búsqueda de matices mínimos en los objetos mínimos, el ansia de trascendencia y, en definitiva, la pasión por la existencia globalmente considerada.
Citemos dos fragmentos de poemas para comprobar todo lo hasta ahora indicado (respeto la decisión del poeta de empezar cada verso con mayúscula): El primero de ellos, titulado El viaje, abre la tercera sección (“El pájaro en la mano”): “Habrá un agua entre peñas, / Habrá con hojas viento, / Los mirlos buscarán alturas de álamos, / Unos cerros sin nada / Serán la pista buena de la luz, / Hasta el fondo del coche tendrá aurora, / Y entre ruedas crujientes / Y el pesadísimo entresueño / Veré avanzar los inmortales / Himnos del amor”.
El segundo (incluido dentro de la cuarta sección “Aquí mismo”) es el soneto Unos caballos cuyo comienzo es el siguiente: “Peludos, tristemente naturales, / En inmovilidad de largas crines / Desgarbadas, sumisos a confines / Abalanzados por los herbazales, / Unos caballos hay. No dan señales / De asombro, pero van creciendo afines / A la hierba. Ni bridas ni trajines. / Se atienen a su paz: son vegetales”.
Dedicar algunas horas a la lectura de Cántico de Jorge Guillén es sentar las bases para sumergirnos en este auténtico himno a la creación expresado en un conjunto de versos de belleza muy difícil de superar (cuando no de igualar). Jorge Guillén nos plantea el desafío del goce de la existencia y nada mejor que asumirlo en el periodo vacacional. Así se lo recomiendo a los seguidores de Cincuentopía.
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Jorge Guillén. Cántico. Editorial Sudamericana.
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