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domingo, 11 de junio de 2017

Luisa Carnés, una escritora olvidada de la Generación del 27


Luisa Carnés, la escritora que no salía en la fotografía de la Generación del 27

Hoja de Lata, una pequeña editorial radicada en Gijón, recupera la obra de una de las autoras más olvidadas de la historia reciente de nuestra literatura

La escritora Luisa Carnés
La escritora Luisa Carnés - ABC
 
Si les pido que enumeren a algunos de los integrantes de la Generación del 27, es probable que se les vengan a la cabeza ciertos nombres, la mayoría masculinos: Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda… Si acaso, y gracias a la labor de la cineasta Tània Balló, recordarán, además, a las integrantes del conocido como grupo de «Las sinsombrero»: María Teresa León, Rosa Chacel, María Zambrano, Ernestina de Champourcín, Concha Méndez, Josefina de la Torre… Pero si les menciono a Luisa Carnés, ¿les suena? Seguramente no. Y, sin embargo, se trata de una de las grandes autoras de aquella corriente que marcó, para siempre, la historia más reciente de la literatura española.
Afortunadamente, su olvido está siendo reparado, en parte, por Hoja de Lata, una pequeña editorial independiente con sede en Gijón. Fundada hace ahora cuatro años por Daniel Álvarez Prendes, un librero que decidió capitalizar así el paro cuando se quedó sin trabajo, Hoja de Lata publicó el año pasado «Tea Rooms. Mujeres obreras», una de las grandes novelas de Carnés, y acaba de editar «Trece cuentos» (1931-1936), una aproximación a la narrativa breve de la autora que incluye cuatro relatos hasta ahora inéditos. Esta última obra cobra aún mayor valor si tenemos en cuenta que los cuentos fue lo único que la escritora llevaba consigo cuando tuvo que partir al exilio con lo puesto.
«El volumen que ahora publicamos tiene el valor literario de pertenecer a la misma pluma que “Tea Rooms”, pero también el valor humano de representar lo que la propia autora quiso salvar de la debacle: relatos mecanografiados y corregidos por ella misma», asegura Álvarez Prendes. Cuando Luisa Carnés cruzó la frontera francesa por La Junquera, en 1939, sólo se llevó una cartera de piel -reproducida en estas páginas- que contenía los originales de su narrativa breve y que su familia encontró intacta, cuarenta años después.

La cartera de piel que Luisa Carnés llevaba cuando partió al exilio
La cartera de piel que Luisa Carnés llevaba cuando partió al exilio- ÁLEX PUYOL
Pero, ¿cómo llegaron los editores de Hoja de Lata a esta «mujer fuerte y libre, preocupada por poner su obra al servicio de su mundo»? Lo hicieron a través de David Becerra Mayor, profesor de Literatura en la Universidad de Lieja (Bélgica) y autor de «La Guerra Civil como moda literaria», publicado hace un par de años por Clave Intelectual. «Coincidimos con él en una presentación en Barcelona y nos dijo que estaba entusiasmado con “Tea Rooms”», recuerda Álvarez Prendes. Poco después, se hicieron con la edición facsímil de la obra, limitada y numerada, que la Asociación de Libreros de Lance publicó en 2014 gracias, sobre todo, al empeño del profesor Antonio Plaza, uno de los que más ha hecho por recuperar la figura y la obra de Luisa Carnés.

Una recuperación emocionante

«Alucinamos con lo que contaba y cómo lo contaba y quisimos que estuviera presente, el año pasado, en la Feria del Libro de Madrid», recuerda el editor. El propio Plaza les puso en contacto con la familia de Carnés, cuyo único hijo aún vive, y la edición de «Tea Rooms» de Hoja de Plata estuvo lista en mayo de 2016. «Tenemos una relación muy chula, cibernética epistolar, con su hijo. El proyecto de recuperación está siendo muy emocionante, tanto para la familia como para los editores, los lectores y los estudiosos», asegura Álvarez Prendes.

Cubierta de «Tea Rooms»
Cubierta de «Tea Rooms»
Aunque Luisa Carnés escribió «Tea Rooms» en 1932 y la publicó en 1934, el editor de Hoja de Lata destaca la «preocupante vigencia que tienen sus planteamientos». Se trata de una novela, de marcado carácter social, en la que su autora se sirvió de sus experiencias como camarera en un salón de té en el Madrid de la época. «Muchas de las personas que nos hacen llegar comentarios son chicas jóvenes, “sinsombreros” del siglo XXI», confiesa Álvarez Prendes. Es el caso de la escritora María Folguera, que hace apenas unos días explicaba a ABC cómo le impresionó la lectura de «Tea Rooms», a la que emparentaba, directamente, con «La colmena».

Origen humilde

Y es que Carnés sabía de lo que hablaba, y por ello lo escribía. Nacida en 1905 en el seno de una familia humilde y obrera en el madrileño barrio de Las Letras, a los once años empezó a trabajar en un taller de sombrerería. Una «Sinsombrero» que comenzó a ganarse el pan, tan escaso en aquellos días, en una tienda de sombreros… Paradojas de una vida que, pese a los apuros económicos, Carnés dedicó en cuerpo, pero sobre todo en alma, a la escritura. «A los once años aprendí un oficio. Entonces, quizás, surgieron en mí las inquietudes, que aún no me han abandonado, las preguntas a las que todavía no he hallado contestación. ¿Por qué las mujeres se odian entre sí tan terriblemente?», aseguraba, en una entrevista publicada en la revista «Crónica» en marzo de 1930. En esas mismas páginas confiesa que en 1923 cogió «la pluma por primera vez para hacer un cuento» y que, como no se podía «gastar un duro en un libro», se alimentaba «espiritualmente con los folletones publicados en los periódicos y con las novelas baratas» y así fue ascendiendo «hasta Cervantes, Dostoievski, Tolstói...».

Cubierta de «Trece cuentos»
Cubierta de «Trece cuentos»
En 1928, Luisa Carnés publicó su primera novela, «Peregrinos del calvario», a la que siguió «Natacha» (1930), ambientada en un taller textil en el que trabajó durante un tiempo. El año de la aparición de esta última obra coincide con su entrada, como taquimecanógrafa, en la editorial Compañía Iberoamericana de Publicaciones (CIAP), donde conoció al dibujante Ramón Puyol, que poco después se convertiría en su marido. Al estallar la Guerra Civil, Carnés se centró en su labor como periodista militante hasta que, acabada la contienda y con la derrota del bando republicano, se exilió en México (se salvó de terminar en un campo de refugiados en Francia gracias a una petición del Gobierno de Lázaro Cárdenas), donde siguió escribiendo hasta su muerte, en 1964, víctima de un accidente de tráfico.

Inclusión en el canon

Pese a que la semana pasada, un gran sello se puso en contacto con Hoja de Lata para incluir a Luisa Carnés en un libro sobre literatura española escrita por mujeres, el objetivo de los editores es «que pase a formar parte del canon, como autora fundamental de la novela social de la preguerra». Si bien Álvarez Prendes considera que su olvido se debe al «hecho de que era mujer y una de las perdedoras de la guerra», la escritora Marta Sanz añade otras razones, como «una militancia comunista que durante mucho tiempo se ha considerado torticeramente incompatible con la posibilidad de tener un estilo o una “calidad” literaria, y el hecho de escribir ciertos textos muy arriesgados, genéricamente inclasificables, híbridos, como es el caso de la novela-reportaje “Tea Rooms”, cuajada, por otro lado, de fragmentos líricos.
Elena Medel: «Su voz es la voz firme de una trabajadora, de una mujer de familia muy humilde y clase baja, obrera, que habla en primera persona»
En este sentido, la poeta y editora Elena Medel, que con el proyecto «Cien de cien» está recuperando a las autoras silenciadas de nuestra historia, considera que «en la mirada de Luisa Carnés» hay «una diferencia» que a ella le interesa «mucho»: su clase social. «La voz de Carnés es la voz firme de una trabajadora, de una mujer de familia muy humilde y clase baja, obrera, que habla en primera persona sobre su experiencia. El núcleo “oficial”, en todos los sentidos, de la Generación del 27 lo integran autores de clase social acomodada, que han disfrutado del acceso tanto a la universidad como a la cultura. En el caso de Carnés o de Lucía Sánchez Saornil, por ejemplo, deben compaginar sus estudios, si lo consiguen, con el trabajo para mantener a su familia, y no acuden a ciertas reuniones de los intelectuales de la época por una razón muy sencilla: están trabajando. No aparecen en la fotografía, de manera literal. Su origen y su condición las expulsa».
En cualquier caso, Medel considera que «este redescubrimiento de Carnés, y de otras compañeras de Generación, nos está permitiendo ubicarlas en un canon que las había marginado», aunque reconoce que «sería interesante» valorar su figura en la historia de la literatura española «dentro de cinco o diez años». De momento, el Ayuntamiento de Madrid tiene previsto instalar una placa en el número 35 de la calle Fernández de la Hoz, en el barrio de Chamberí, en honor de Luisa Carnés.