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miércoles, 14 de junio de 2017

Adam Zagajewsku, Premio Principe de Asturias de las letras 2017

Adam Zagajewski

Adam Zagajewski
Adam Zagajewski.jpg
Información personal
Nacimiento 21 de junio de 1945 Ver y modificar los datos en Wikidata (71 años)
Leópolis, Ucrania Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Polaca Ver y modificar los datos en Wikidata
Familia
Padre Tadeusz Zagajewski Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
Ocupación Lingüista, poeta, traductor, escritor, profesor universitario, novelista, claustro de profesorado y ensayista Ver y modificar los datos en Wikidata
Empleador
Miembro de
Distinciones
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Adam Zagajewski con Wislawa Szymborska (2005).
Adam Zagajewski (Lwów, actualmente en Ucrania, 21 de junio de 1945 - ), poeta, novelista y ensayista polaco. Es un miembro conocido de la Generación del 68 en su país y uno de los más famosos poetas contemporáneos del mismo.

Índice

Biografía

Su padre fue Tadeusz Zagajewski y su madre Ludwika Zagajewska, nacida Turska. Como otros repatriados polacos de las Kresy anejas a la Unión Soviética, su familia fue expulsada por los ucranianos y se instaló en 1946, tras la Segunda guerra mundial, en Gliwice (Silesia), donde hizo sus estudios secundarios. Se inscribió después en la Universidad Jagellónica de Cracovia, donde hizo estudios superiores de psicología y de filosofía. Más tarde enseñó filosofía en la Academia Górniczo-Hutnicza (AGH) de la Universidad de Ciencia y Tecnología. Se ligó entonces al movimiento poético de la Nowa fala ("Nueva ola") en la ciudad y perteneció a su grupo literario polaco Teraz (Ahora), dando a conocer en revistas sus primeros poemas: en 1967 hizo su debut con el poema "Música", publicado en la revista Życie Literackie. Luego fue publicando regularmente en las revistas Odra (1969–1976) y Twórczość (1969, 1971–1973). En 1972 publicó su primer poemario, Komunikat, al que siguió la novela Cieplo zimno ("Caliente y frío"). Difundía además sus ideas en la revista clandestina Zapis, uno de los principales medios de la oposición democrática polaca. Publicó después Sklepy miesne ("Carnicerías"). El objetivo de este grupo de la generación del 68, formado por autores decididos a comprometerse políticamente en sus obras como Julian Kornhauser, Kipska, Ryszard Krynicki o Stanisław Baranczak, era "alzarse contra las falsificaciones de la realidad y la apropiación del lenguaje por parte de la ideología y la propaganda comunista". Dos de los principales lemas de este grupo eran Powiedz prawde ("Di la verdad") y Mow wprost ("Habla claro"). En Cracovia frecuentó a personajes como el escritor Stanislaw Lem y el filósofo Roman Ingarden, y creó varias revistas. También ejerció como traductor (Raymond Aron, Mircea Eliade).

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Adam Zagajewski es ya un clásico contemporáneo. Pocos escritores poseen su lúcida inteligencia y su capacidad de observación con tal economía de estilo. En este nuevo libro nos propone una vez más el encuentro luminoso entre la vida diaria y el arte. Envuelto en el magnetismo que ejercen dos ríos franceses, el Garona, en el oeste, y el Ródano, en el este, el poeta evoca, a lo largo de sus cauces, sus amores, sus viajes, los sonidos de la infancia transmutados, casi milagrosamente, en una epifanía.

Comentarios de la prensa

“De nuevo Adam Zagajewski consigue conferir presencia a lo que a la presencia escapa, hacer cercano lo lejano dando configuración y ritmo a una lengua de lo inalcanzable, observado en el tiempo y el espacio en que se instala. Estos poemas, como siempre admirablemente traducidos por Xavier Farré, se adentran en lo que huye y se esconde en el interior de lo cotidiano, en lo invisible e indivisible de los días. Un libro que tiende un puente entre la existencia diaria y la memoria, entre lo mundano y lo misterioso, lo cotidiano y lo trascendente en un lenguaje depurado y sencillo, conversacional pero eficaz en su naturalidad, gracias a la sorprendente y acechante cercanía material y terrena de sus imágenes y comparaciones”.
Antonio Ortega, El País
“Adam Zagajewski es un poeta polaco, menuda estirpe de poesía extraordinaria, que hoy representa una de las voces más conmovedoras, cultas y poderosas de la galaxia poética internacional. Sí, es un galáctico, pero éste de las palabras. Que se rompan los bobalicones tópicos sobre la poesía. La de Zagajewski en este libro es clara como el agua clara, directa, sin lenguajes herméticos. Es una poesía que habla de lo esencial, el paso del tiempo, los templos familiares, los paisajes de la infancia, los jardines del ensueño, una epifanía constante de sonidos y sensibilidades, de nombres y de sombras, que llega a cualquiera que sienta el paso de la vida como efervescencia natural e imposible”.
Fernando R. Lafuente, ABC
“Nos contagia una música y luminosidad que caracterizan la singular voz de Zagajewski. La memoria y el presente, los vivos y los ausentes, lo visible y lo invisible: la poética de la imperfección de la vida como el principal tema de todo lo que escribe. Además, por la sinceridad con la que el poeta se acerca a las circunstancias de la vida, nos sentimos involucrados”.
Tamara Djermanovic, La Vanguardia
“Zagajewski vuelve sobre un territorio que es el suyo, pero que no puede definirse como el de la elegía porque, aun estando muy próximo a ella, la roza y la bordea, aunque sin llegarla a penetrar. No se trata de un libro solo de nostalgias, sino de momentos de penetrante alegría, a los que se accede no solo en las aguas oscuras y el abismo: también -y sobre todo- en el resplandor en que los percibimos y la claridad con que aparecen”.
Jaime Siles, ABC
“Una serie de poemas de factura narrativa sin farfolla donde su voz destaca por partir de percepciones concretas o recuerdos precisos (a menudo artísticos) y los recrea líricamente. La belleza no está en la rebelión sino en el espacio de reflexión espiritual que es la poesía”.
Anna Carreras, La Vanguardia
“Escribe con un escalpelo. Porque la hondura humana, hasta testimonial, de sus textos llega a través de un laconismo tan frío y despojado que desgarra”.
Matías Néspolo, El Mundo
“Magnífico. Hay un tono general melancólico y mágico”.
Arturo Tendero, La Verdad
“Su última maravilla es Mano invisible”.
Adolfo García Ortega, El Norte de Castilla
“Podemos encontrar todos los elementos que conforman el universo Zagajewski. Lean Mano invisible”.
Josep Maria de Sagarra, El Punt Avui
“Bucea en los vínculos entre la cotidianidad y el arte, la soledad y los viajes, la vida urbana y la naturaleza. Poesía de gran precisión, elegante, concisa”.
Vicente Valero, Diario de Ibiza
“Como en sus mejores textos, se nos traslada aquí a una cotidianidad de doble rasero, a unas Lvov, Cracovia y París en las que se cuela, entre lo más anecdótico, el sentir y el recordar individual y colectivo. El Zagajewski de Mano invisible mira el siglo XX, de nuevo, con elegancia”.
Sergi Garcia, Guía del Ocio
“Estamos ante un libro memorable, ante unos poemas que nos devuelven la finitud perdida de los instantes, uno de esos libros que nos devuelve la fe en la poesía y una obra que sobresale, sin duda alguna, con brillantez, delicadeza y humor, y consolida a Adam Zagajewski como uno de los pocos poetas que se erigen y se mantienen en la cumbre de la poesía actual. Esto sí que es poesía, y con mayúsculas”.
Hasier Larretxea, Koult
“Un libro denso y poderoso, en el que la nostalgia del ayer –sus padres, su tierra, sus memorias de toda índole– se adueña del corazón versal, sin caer nunca en lo blando y vacuo”.
C.M., Piedra del Molino
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Autorretrato

Entre ordenador, lápiz y máquina de escribir
se me pasa la mitad del día. Algún día se convertirá en medio siglo.
Vivo en ciudades ajenas y a veces converso
con gente ajena sobre cosas que me son ajenas.
Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich.
En la música encuentro la fuerza, la debilidad y el dolor, los
tres elementos.
El cuarto no tiene nombre.
Leo a poetas vivos y muertos, aprendo de ellos
tenacidad, fe y orgullo. Intento comprender
a los grandes filósofos -la mayoría de las veces consigo
captar tan sólo jirones de sus valiosos pensamientos.
Me gusta dar largos paseos por las calles de París
y mirar a mis prójimos, animados por la envidia,
la ira o el deseo; observar la moneda de plata
que pasa de mano en mano y lentamente pierde
su forma redonda (se borra el perfil del emperador).
A mi lado crecen árboles que no expresan nada,
salvo su verde perfección indiferente.
Aves negras caminan por los campos
siempre esperando algo, pacientes como viudas españolas.
Ya no soy joven, mas sigue habiendo gente mayor que yo.
Me gusta el sueño profundo, cuando no estoy,
y correr en bici por caminos rurales, cuando álamos y casas
se difuminan como nubes con el buen tiempo.
A veces me dicen algo los cuadros en los museos
y la ironía se esfuma de repente.
Me encanta contemplar el rostro de mi mujer.
Cada semana, el domingo, llamo a mi padre.
Cada dos semanas me reúno con mis amigos,
de esta forma seguimos siendo fieles.
Mi país se liberó de un mal. Quisiera
que le siguiera aún otra liberación.
¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé.
No soy hijo de la mar,
como escribió sobre sí mismo Antonio Machado,
sino del aire, la menta y el violonchelo,
y no todos los caminos del alto mundo
se cruzan con los senderos de la vida que, de momento,
a mí me pertenece.

(De Mística para principiantes, 1997)