Rubén Darío, a cien años de su muerte
El día 6 de febrero de 2016 se cumple el primer centenario de la muerte de Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916). Según entendidos de su obra, como el español Tomás Navarro Tomás que estudió la métrica española, Rubén Darío, ese “indio triste” con bigote de mandarín, es uno de los grandes de la lengua. Denostado, vilipendiado y menospreciado como un don nadie por la élite poderosa y conservadora del hispanismo, sigue siendo un autor oscuro y desconocido, a pesar de su enorme popularidad.No existe poeta en el mundo que se recite tanto, en salones y tertulias, como Rubén Darío. Ahí donde se precien los rapsodas y recitadores se declama “Margarita, está linda la mar”, y “La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?”. Son poemas que más de una vez hemos escuchado. Pero, ¿sabemos quién era Rubén Darío? Todo el mundo dice que fue el creador del modernismo. Una palabra que suena a moderno, que dice poco, porque nunca ha sido un vocablo explícito ni claro. No nos dice mucho. En pocas palabras, modernismo quiere decir que sus poetas escriben una poesía distinta a la del pasado; rompen con los cánones y los metros que proceden de las épocas medieval y el Renacimiento, como el octosílabo y el endecasílabo, para escribir un poema nuevo, de metros distintos, liberados, con acentos desplazados, hasta alcanzar el tono del verso libre. Es la poesía que nace con el espíritu de ser distinta a la escrita hasta el siglo XIX.
El modernismo abrió las cortinas para dar paso a la vanguardia. El maestro Rubén Darío fue un adelantado.
El ritmo es otro, como también los símbolos. El tema de la ciudad desplaza al campo, se describen los interiores y hasta la intimidad, y el hombre, con sus ideas, se convierte en motivo de creación. Esto sonó a demoníaco a finales del siglo XIX, cuando Rubén Darío llegó a España. Para entonces la Iglesia Católica estaba preparada para combatir la masonería, el liberalismo y a una secta de sacerdotes heterodoxos franceses que se llamaron modernistas. La guerra fue implacable. En Europa la Iglesia se organizó secretamente como en los mejores años de la Inquisición, al modo de la CIA. Uno de los blancos fue Rubén Darío. Si no cayó fue por testarudo en sus libros. De 1907 data la encíclica del papa Pío X, el papa santo que desató una cruel persecución contra las ideas. A partir de entonces, todo empezó a cambiar para las literaturas hispánicas del siglo XX. Ese mismo año Rubén Darío publicó, en Madrid, el libro titulado El canto errante, donde se lee un poema que refleja la realidad de la época:
Se cumplen ya la profecíasRealmente estos versos nada tienen que ver con la estética del pasado, ni siquiera con la idea que tenemos del modernismo. Precisamente en eso consistió el modernismo, en abrir puertas y ventanas para que entrase aire con oxígeno nuevo y renovador en la poesía. El modernismo abrió las cortinas para dar paso a la vanguardia. El maestro Rubén Darío fue un adelantado. Por esa razón, Navarro Tomás lo tuvo entre los cinco grandes poetas de todos los tiempos, sentado a la par de Berceo, el Arcipreste de Hita, Boscán y Garcilaso.
del viejo monje Malaquías.
En la iglesia el diablo se esconde.
Ha parido una monja. (¿En dónde?…)
Barcelona ya no está bona
sino cuando la bolsa sona.
China se corta la coleta.
Henry de Rothschild es poeta.
Madrid abomina la capa.
Ya no tiene eunucos el papa.
Se organiza por un bill
la prostitución infantil…
Todavía hay muchos que no lo saben, porque el golpe de la Iglesia fue tan mortal que el nocaut dura hasta hoy.