LAS
PALABRAS ROMPEN LOS SILENCIOS
Las flechas de los abecedarios cruzan los
cielos. Van abriendo caminos a las palabras que rompen los silencios. Esos
silencios dormidos por las poderosas estructuras del dominio con las que los
fuertes acallaron los ánimos inertes de los “hijos del hambre”, estructuras que
surcaron los tiempos de la historia atándoles con férreos vínculos a sus
señores a quienes pertenecían.
Las condiciones de dominio siempre fueros
atroces. Los bosques arrodillados rendían pleitesía entregando sumisos a condes… y barones toda la vida natural que
ellos poseían. Y todo eso bajo una oscura atmósfera que chirriaba por no poder
repartir aire fresco a la ingente multitud que tenía la entrada prohibida.
Los “hijos de la tierra”, entre las cosechas
doradas, de sudor desmedido y exceso de dolor y sacrificio, morían. Y durante
el período que la existencia regalaba a sus vidas, moraban encadenados al
destino que unas mentes sutiles habían forjado en su propio beneficio,
indicando con quién estaba Dios y, con quién, el alma esclava y desheredada de
la tierra.
Pero las flechas de los abecedarios cruzan
los cielos y van abriendo caminos a las palabras que rompen los silencios de
las épocas. Aunque siempre surgen los “señores” que buscan esas flechas para romperlas
por miedo a que las ideas que transportan diluyan su grande y poderoso estatus
que se otorgaron a través de la historia
ellos mismos, “hijos de la avaricia ciega”.
Los señores feudales de nuestra época tienen
nombre, “santo y seña”. Son los dandis del feroz capital que asfixia en los
bosques de la miseria bajo una oscura atmósfera que chirría por no poder
repartir aire fresco a toda la tierra, a todos los estratos de la sociedad
permitiendo que la dignidad de los “hijos de la tierra”, entre las doradas
ciudades, atrapados por la maraña u olvidados en las aceras, muera. Pero
también son los dueños de las obsoletas dictaduras que siguen ahogando con
cadenas y embaucando a los “hijos de la tierra” con falsos sueños de horizontes
de plata y yugo, de serpentina y acero, que introdujeron en una urna de cristal
ahumado la historia y el tiempo.
Hoy se está oyendo la voz del papa Francisco
con visión moderna, por encima de los poderes fácticos y de las voces más
antiguas de la iglesia. Coge su arco de cristal y hace tañer su cuerda para que
el viento esparza sus flechas, palabras que rompen los silencios para escribir
en las jóvenes páginas del siglo XXI el respeto y la predilección que los
silencios siempre tuvieron guardados parar los desheredados y para la
protección de la naturaleza.
El papa Francisco habla con soltura y
decisión de lo que representan las dictaduras: “Las ideologías terminan mal, no
tienen en cuenta al pueblo. Fíjense lo que ocurrió con las ideologías del siglo
pasado, terminaron siempre en dictaduras”. “Las dictaduras no sirven. No asumen
al pueblo”. Esto recuerda a la historia de hace más de doscientos años cuando
el Despotismo Ilustrado estaba en su apogeo: “Todo para el pueblo, pero sin el
pueblo”. Y también opina de lo que significa el capitalismo desbocado: ”El
modelo económico necesita sacrificar vidas humanas en el altar del dinero y de
la rentabilidad”. Y añade: “En la economía, en la empresa, en la política lo
primero es la persona y el hábitat en donde vive”. Además, aborda el tema del
consumismo desmedido y advierte contra este peligro
en el que es tan fácil caer”. Y del cambio climático. Sobre esto último el papa comenta que hay que tomar medidas
para frenarlo, si no se reducirá el agua potable, dañará la agricultura,
conducirá a la extinción de algunas plantas y animales. También habla del
peligro del aumento en los niveles de los mares que podrían inundar muchas
ciudades.
Todos estos factores erosionan al ser humano,
sus libertades, sus principios éticos y deterioran su casa, la naturaleza, casa
de todos y no dominio de unos pocos en su provecho.
Francisco está asumiendo su
responsabilidad como líder mundial y da un paso al frente, y desde su posición,
toma cátedra de opinión e intenta poner en orden el “sin rumbo” que veía en la
iglesia y en el mundo.
Las palabras rompen los silencios
que anidan en el corazón y abren puertas. En forma de flechas cruzan los cielos
de esperanza para el hombre, con su libertad y sus derechos; y para su casa,
con su plenitud de vida, colorido y belleza.
Juan Antonio Urbano Cardona