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jueves, 24 de abril de 2014

Elena Poniatowska dice verdades como puños sin perder la sonrisa, en el dicurso del Premio Cervantes

El discurso de la autora de 'La noche de Tlatelolco’ mezcló el agradecimiento y la crítica a México


Sus Majestades los Reyes de España y la escritora Elena Poniatowska, en la entrega del Premio Cervantes. / Luis Sevillano

Ayer hubo en Alcalá de Henares dos reyes y una princesa. Los reyes son los de España; la princesa, Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor. A la princesa —polaca de familia, parisina de nacimiento y mexicana por convicción— le molesta que la llamen Elenita, le hace gracia que le digan Poni, y se ríe con lo de princesa. Prefiere reportera. Por eso aguantó sin perder la sonrisa que la nube de periodistas que le seguía los pasos le preguntara una y otra vez de dónde salían aquel vestido o los pendientes en forma de pez, qué le había dicho el príncipe Felipe el día anterior —“hablamos de la educación de sus hijas”— o qué le hubiera dicho su corrosivo amigo Carlos Monsiváis, fallecido hace cuatro años.
Los muertos estuvieron ayer muy presentes durante la entrega del Cervantes a Elena Poniatowska, empezando por el muerto más reciente e ilustre, Gabriel García Márquez, que, curiosamente, se murió sin recibir el mayor galardón de las letras en español: después del Nobel de 1982 ya no quiso más premios. Poniatowska se acordó de él desde el púlpito en el que probó sonido diciendo “está muy bonito” y “me da mucho miedo”. También se acordó de Paula Amor, su madre, que en 1942 la llevó a México huyendo de la II Guerra Mundial a bordo del Marqués de Comillas, el barco con el que Gilberto Bosques —el Schindler mexicano, le dicen— “salvó la vida a tantos republicanos” españoles.

Su obra más conocida "Hasta no verte, Jes´sus mio", 1969, basa en la vida de Jesusa Palancares.

Mexico está de suerte.

Otros premios:

Premios y distinciones

Poniatowska en 2008.