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martes, 11 de marzo de 2014
Tu voz entró en mis huesos.
Por el campo, entre la hierba
así tan suave como el hocico de un ciervo
las amarillas orquídeas despiertan al aire marino
cada vez más aterciopeladas y mojadas de rocío.
En tu mano esta flor parece un universo
un mundo interior para ti, junto al romero
de la suerte, porque eres mi amor, y sin
saberlo mi tesoro y mi razón de vivir.
Y ya pálido de esperante en la puerta
llegas con tu ronrisa que lo perdona todo
y en mi brazo tu brazo para salir a tomar
un poléo o un chocolate con leche
en un bar de Portugal.
Tu voz entró en mis huesos doloridos
de tanta nube de oro pesado en la tarde,
de refugio del desconsuelo y reparto
de flores machistas sin pronóstico de curación.
Ramón Palmeral, 11 de marzo 2014