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miércoles, 10 de julio de 2013

Berta Singerman, excelente declamadora, cante y actriz argentina (1907-1998)

Murió Berta Singerman, nacida para dar voz a grandes poemas Tenía 97 años Había nacido en una pequeña ciudad rusa y llegó a Buenos Aires a los 4 años Recitó con estilo muy personal a poetas como Neruda, Lorca, Mistral, Juan Ramón Jiménez RAFAEL GRANAD Actriz y recitadora de brillante trayectoria, Berta Singerman murió mientras dormía, ayer, a las 8, en un geriátrico de Palermo, en el que se encontraba recluida, a consecuencias de un paro cardiorrespiratorio. Tenía 97 años según informó su nieta Silvia Gvirtzman, aunque ella sostuvo alguna vez, cédula en mano, en una entrevista periodística, que había nacido el 9 de setiembre de 1907.Sus restos están siendo velados en el Teatro Nacional Cervantes, en cuyo escenario desplegó más de una vez las exquisiteces de su arte. La inhumación se realizará hoy, en el Cementerio Israelita, de la localidad bonaerense de Ciudadela: en ese instante habrá caído definitivamente el telón para una mujer que amó el camino que eligió en el mundo del espectáculo. En ese instante, a la vez, su imagen inolvidable iniciará un vuelo sin tiempo. Eterno.Dotada particularmente para decir los poemas de inmensos autores con infinita sutileza y matices, Berta Singerman cosechó los ardientes elogios de grandes figuras que la conocieron. Manuel de Falla afirmó: Mientras nosotros los compositores buscamos música para las palabras, Berta extrae música de las palabras. León Felipe sostuvo: Es una hermana luminosa, llena de gracia y armonía. A su vez, Gabriela Mistral la calificó de sobrenatural y Ramón del Valle Inclán no dudó en proclamar que poseía la rara maestría de armonizar la voz y el gesto, provocando una fuerte emoción.Recuerdos de la infanciaLa destinataria de tamaños adjetivos -de apariencia frágil, pero que adquiría dimensiones insospechadas en los escenarios- había nacido en Mozir, una pequeña ciudad de la Rusia zarista, que Singerman recordaba con honda calidez: Mozir es el bosque y el río; los cuentos de la abuela. Ahora todo está tan lejano que aquellos años son apenas siluetas en tardes grises de invierno, perdidas en la bruma.De Mozir se alejó cuando tenía 4 años. Su meta era Buenos Aires, donde a los 5 empezó su relación con el teatro, al menos de una manera casera. Representaba obras con sus hermanos y los vecinitos del barrio, que se encargaba de dirigir. A los 8 arrancó profesionalmente en una compañía que hacía melodramas en idish (A mí me tocó interpretar más de una vez a huerfanitos) y a los 10 integró un elenco que hacía nada menos que obras del dramaturgo sueco August Strindberg.Más allá de los escenarios, Berta extraía de esa época otra clase de vivencias. Solía mencionar que jamás se olvidaba de los olores de la cocina judía de su madre, como tampoco dejaba de acordarse de la voz de barítono del padre, que cantaba temas revolucionarios, letras vinculadas a las horas en que luchó contra el régimen zarista de su país. Asimismo, la abuela de los cuentos, una mujer muy religiosa, ocupaba un espacio especial en sus evocaciones.Ya con suficiente experiencia escénica, en 1932 fundó y dirigió la Compañía de Teatro de Cámara, con la que recorrió un amplio repertorio universal. Pero su marca mayor proviene de su etapa de recitadora. En ese terreno, la figura de Berta Singerman crece hasta niveles superlativos. Neruda, Juana de Ibarbourou, Lugones, García Lorca, León Felipe, Juan Ramón Jiménez y muchos nombres más fueron evocados por su garganta privilegiada.Le devolví la poesía al pueblo. Saqué la poesía de los libros, a los que sólo accedían minorías selectas, decía. Al mismo tiempo, le gustaba aclarar: Recitadora o declamadora me parecen palabras odiosas. Soy una intérprete; ése es mi oficio. Por lo demás, su personal estilo impulsó a Jorge Luz a imitarla, con afecto.Casada a los 18 años con Rubén Enrique Stolek, un intelectual judío que murió en 1972; criticada en su momento por haber firmado manifiestos antifranquistas y con algunos problemas originados en su condición de judía, de acuerdo a declaraciones que formuló en determinadas ocasiones, Berta Singerman fue -por sobre todas las cosas- una artista impar.