(En el acceso a San Saturio en 1932)
Mis recuerdos de Antonio Machado
por
Inés Tudela
Conocí
a don Antonio el verano de 1931. Este
año, profesores y amigos de don Antonio
prepararon un homenaje al poeta, entre
los organizadores recuerdo al distinguido
catedrático del Instituto, don Pelayo
Artigas y a mi tío Bienvenido Calvo,
abogado de profesión y muy vinculado al
Ayuntamiento soriano.
El acto
consistiría en descubrir una cabeza de
bronce, en relieve sobre las rocas,
incrustada en las peñas que circundan la
plazoleta, delante de la ermita del Santo
Patrón de Soria, San Saturio. Además de
esta efigie en relieve se colocaron
también en lo alto de la roca y grabados
en letras de bronce sobredoradas los
versos machadianos:
Y en las
rocas del camino, a su izquierda se
colocarían también las letras, las
palabras de los versos siguientes:
Debo
intercalar que las iniciales de los
nombres de mis padres fueron grabadas en
un chopo, ahora ya invisibles al crecer
los árboles, al crecer sus ramas.
Volviendo
al tema de este homenaje, sabía por mi
padre, que don Antonio sentía temor,
tenía miedo a encontrarse con una Soria
distinta a aquella que fue suya, a la
vivida en su estancia de 1908 a 1912.
Pero la
bondad sin límites del poeta venció
este temor y dio gusto a sus amigos
sorianos.
En el
autobús de línea llegó a Soria
acompañado de mi padre y de su hermano
Pepe. Mi padre buscó los billetes, los
mejores asientos para el viaje, en la
delantera del ómnibus hicieron el viaje
don Antonio y mi padre. Detrás Pepe
Machado. De esta manera el poeta podría
disfrutar del paisaje y mi padre oírle
los comentarios, sus recuerdos, sus
observaciones.
Esperábamos
el coche de línea mi madre, mi hermana y
yo. Recuerdo cómo saltó rápidamente mi
padre para ayudar a bajar los peldaños a
don Antonio. Después bajó Pepe, hubo
saludos entrañables y llenos de alegría
entre todos nosotros.
Don
Antonio puso sus manos sobre nuestras
cabezas de niñas y como llevábamos buen
flequillo él nos separó el pelo para
vernos las caras. No lo olvido. Por parte
de mi madre hubo desilusión pues
después de prepararles el almuerzo en
casa dijeron que se iban a comer a una
famosa casa de comidas en Soria, "La
casa del Pedrito".
Sé que
después de comer dieron unos paseos por
nuestra dehesa, el parque soriano y por
la ciudad. Y ya no encontró su vieja
ciudad, pero lo más doloroso para él es
que no encontró los jardines de
evónimos, con telas de araña entre sus
ramas y entre sus hojas, aquellos
románticos jardines de nuestra alameda.
Soria ya
no era la ciudad silenciosa, tranquila...
y se desvaneció el recuerdo de la vieja
Soria.
El acto
de homenaje se celebró al atardecer en
la plazoleta de la ermita del santo, bajo
el relieve en bronce de la cabeza del
poeta y de sus versos.
Hubo
varios discursos de autoridades y amigos,
nosotras niñas, sentadas en la
escalerilla del estrado, a nuestra altura
estaban los pies de don Antonio, frente a
nosotras los chopos del camino que ya
empezaban algo a amarillear.
Hay
fotografías de este acontecimiento
soriano, están en el aula Antonio
Machado de nuestro Instituto de Segunda
Enseñanza. Se ve a los organizadores
durante las alocuciones, detrás Isidoro,
tío de Leonor, practicante entonces en
Soria, y las inspectoras de la Normal,
entre ellas nuestra inolvidable amiga
doña Cruz Gil.
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Los hermanos Machado no eran dos, sino seis: Manuel, Antonio, José, Joaquín, Francisco y Cipriana. En la primavera de 1915, Francisco, oficial del Cuerpo de Prisiones, remitió varias cartas a Unamuno desde El Puerto de Santa María (Cádiz); en una le enviaba unos versos lamentando la guerra europea: ¡Qué triste contemplar en la montaña, / el bajo mundo de la infértil tierra, / y el tremolar de la voraz guadaña, / sobre los yermos campos de la guerra!". Pedía a don Miguel consejo sobre sus poemas, pues pretendía seguir el brillante camino literario que ya transitaban Manuel y Antonio. En su intento solamente publicó una obra, Leyendas toledanas, dejando otras poesías desperdigadas por revistas de la época. Ahora, el libro El Reloj de la Cárcel rescata de la penumbra su figura y su desconocida labor literaria. En el año 1883 la familia Machado abandonó Sevilla para trasladarse a Madrid. El abuelo, Antonio Machado Núñez, pionero de los estudios prehistóricos e introductor de las teorías de Darwin, fue nombrado catedrático de la Universidad Central. El padre, Antonio Machado Álvarez, reconocido folclorista y estudioso del flamenco, comenzó a trabajar de profesor en la Institución Libre de Enseñanza y allí estudiaron los pequeños Manuel y Antonio. En la capital nacieron Francisco y Cipriana, quien falleció a los 15 años. Las clases en la Institución no daban para mucho y Machado Álvarez decidió emigrar a Puerto Rico en busca de fortuna. Sus hijos no volvieron a verle con vida (en 1893 murió en Sevilla enfermo de tuberculosis). Francisco Machado Ruiz nació el 19 de febrero de 1884. Tras haber trabajado en el Matadero Municipal, se licenció en Derecho y aprobó unas oposiciones al Cuerpo de Prisiones. Completó su formación en la Escuela de Criminología de Madrid. Su paso por este centro fue decisivo para su futuro profesional y personal, pues en la Escuela conoció la nueva concepción del régimen penitenciario, donde la pena se orientaba hacia la readaptación social del delincuente, según las teorías de Concepción Arenal. |
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