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jueves, 30 de mayo de 2013

El calor humano




No hay nada más natural y reconfortante
que el calor humano
 desde que nacemos hasta que morimos.

Antes de hacer ya sentimos
ese calor en el vientre de la madre.

Al nacer nada nos consuela
 más que el calor de la madre,
y la leche de sus senos.
Al volver a la cuna volvemos al llanto.

Un abrazo denudo a la amada
 es el calor más natural y reconfortante que siete.

Por ello, aquellas personas
 que se quedan solas, echan de menos ese aliento corporal,
y desearían aunque fuera pagando
 el calor de un cuerpo humano en el lecho.

En la ancianidad es cuando
 más se necesita el abrazo,
el calor de las manos, las caricias,
 el consuelo ante una soledad sonora y persistente.

Siempre se agradece una visita,
una conversación, un abrazo y un calor humano.

El calor humano es tan necesario
 como respirar el aire del mar.
 
Calor humano con sus cálidos rayo de amor y amistad.

Si al expirar sentimos, percibimos 
 el contacto de una mano que te toca
 será como un saludo que nos facilitará la despedida.

Ramón Palmera, 
mayo 2013