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domingo, 28 de abril de 2013

Antigua ESTACIÓN DE AUTOBUSES



Antigua ESTACIÓN DE AUTOBUSES de Alicante

  Salgo de mi casa al filo cortante y agudo de las ocho de la mañana  “acicalado con esmero, resuelto a causar buena impresión...” ,  como escribe Arturo Pérez-Reverte en el Capítulo II del “maestro de esgrima”. ¿Has leído esta novela?, te la recomiendo, si no aprendes literatura, aprenderás a manejar el florete, sabrás que la glisada es una estocada certera, la flanconada o la estocada de los doscientos escudos...
   Caminé media hora, cuando podía caminar, imantado por una sucesión extraña de pasos que me llevaron hasta la estación de Autobuses, tal vez melancolía de cuando viajaba en esas ballenas con reumas o cuando mi novia me despedía con besos grandes como edificios lavados por lágrimas.  Me encanta tomar café en los bares de despedidas, donde el café lo paga siempre con alegría el que se va, sin tener necesidad de obligar al camarero a que saque el cubo de agua para saber quien de los dos paganos apunta más sin sacar la cabeza.
   Los taxistas nerviosos, junto a sus vehículos de urgencia, se desmoronan en la intranquila espera con la puerta de la jaula abierta aguardando con impaciencia al pájaro viajero, volantón y de paso, que es quien le puede pedir una larga carrera. El policía local arrastra las lupas de sus ojos de detective municipal, detrás de algún descuidero o chorizo como si en ello le fuese el empleo.
Las ciudades se escapan por las estaciones de autobuses, tren o taxis. La de Alicante se sitúa en el centro comercial con ambiente a pueblo, con trasiego de viajeros que llegan y se van, esperan o hacen colas en las ventanillas de las empresas. Viajar te da cultura y te hace más humano.
Podemos apreciar dos murales en cada lado puesto, uno del gran pintor  Gastón Castelló y el otro es un plano de Alicante.
Me gustan las estaciones de autobuses y de trenes porque me creo que me va llegar visitas, como si esperaba a algún familiar que va a venir a verme.
La Estación de Autobuses ha pasado ahora a la zona del puerto, con mejer accesibilidad a las comunicaciones terrestres, pero con menos encanto.
Cuando publicaron este artículo en La Verdad, en 1996, lo ilustraron con una fotografía de Arturo Pérez Reverte.

Ramón Fernández Palmeral