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domingo, 17 de marzo de 2013

Azorín a Baroja una larga amistad

Azorín habló de Pío Baroja con sentimiento y admiración en semblanzas, recuerdos o simples conversaciones

01.03.2013 | 01:48/Artes y Letars /Información.
Los escritores mantuvieron una estrecha relación.
Los escritores mantuvieron una estrecha relación.
Si hubiera que buscar en la historia de la literatura española el caso de dos autores con estilos dispares y personalidades opuestas, no se me ocurre mejor ejemplo que el de la extraña pareja formada por el alicantino José Martínez Ruiz y el donostiarra Pío Baroja. Y es que, aunque mucha gente no lo sepa, desde que ambos coincidieron en ese Madrid del cambio de siglo siendo unos jóvenes aspirantes a escritores, surgió entre ellos una amistad que se prolongaría durante más de medio siglo. Una relación asimétrica en la que - como suele ocurrir - una de las dos partes fue mucho más generosa que la otra (Baroja se mantuvo leal con Azorín cuando otros le dieron de lado, pero no fue nada propenso a las muestras de afecto, ni con él ni con nadie), como prueba el hecho evidente de la multitud de parabienes que el de Monóvar dedicó al de San Sebastián, no solo en forma de críticas de sus obras publicadas con una regularidad inalterable, sino también a través de una serie de textos - semblanzas, recuerdos, conversaciones - en los que el alicantino habló de Baroja con sentimiento y admiración.
Porque, exceptuando el caso de Cervantes, Baroja fue el autor sobre el que más páginas escribió Azorín a lo largo de su carrera: entre el primer artículo que le dedicó en 1900 y el último, publicado en 1960, transcurren nada menos que seis décadas durante las cuales cada nuevo libro de Baroja era saludado en el periódico - a veces incluso por partida doble, en algún medio español y en el diario argentino La Prensa - con una reseña, unas veces más elogiosa, otras con más reservas, pero siempre con un cariño de fondo y una generosidad fuera de toda duda. De los muchos críticos -algunos tan eminentes como Unamuno u Ortega y Gasset - que se ocuparon de las novelas de Baroja, Azorín fue con seguridad el más perspicaz y el único "fijo", pendiente de cada novedad.