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domingo, 16 de diciembre de 2012

Me quedé esperándote



Me quedé, amor, esperándote con las gambas peladas
 y una copa de cava de Requena frío burbujeante,
 ya sé que estuviste esperando con el llavero de plata
 en la mano, del que colgaban cinco llaves,
 una de ella era la de la biblioteca donde tengo
 los desnudos de varios artistas alicantinos.

Otra vez te fuiste con el hombre de la chaqueta
 de piel auténtica, la de ante, la que tienen todos
 los golfos del whisky, y de la barra de los pub
 en las noches tardía hasta el alba.

Al fin, pasdas las tres de la mañana volviste a mi mesa
 con una pedorra olímpica, así eres tú, Margareta,
 una mujer en la que no puedo confiar, que me engaña
con el primero que te invita a una copa de ron.
 Y sin embargo, yo te empero siempre con las doce
 gambas peladas y un vaso de cava por si no tiene
 ganas de acostarte conmigo, sino acompañarme.

Anoche, cuando pensé que me querías
supe que no, nunca serás mía, la fiel compañera
de horas solitarias, sino una cabra loca, loca de atar.

Ramón Palmeral