Me quedé, amor, esperándote con las gambas peladas
y una copa
de cava de Requena frío burbujeante,
ya sé que estuviste esperando con el llavero
de plata
en la mano, del que colgaban cinco llaves,
una de ella era la de la
biblioteca donde tengo
los desnudos de varios artistas alicantinos.
Otra vez te fuiste con el hombre de la chaqueta
de piel
auténtica, la de ante, la que tienen todos
los golfos del whisky, y de la barra
de los pub
en las noches tardía hasta el alba.
Al fin, pasdas las tres de la mañana volviste a mi mesa
con una
pedorra olímpica, así eres tú, Margareta,
una mujer en la que no puedo confiar,
que me engaña
con el primero que te invita a una copa de ron.
con el primero que te invita a una copa de ron.
Y sin embargo, yo te empero siempre con las doce
gambas peladas y un
vaso de cava por si no tiene
ganas de acostarte conmigo, sino acompañarme.
Anoche, cuando pensé que me querías
supe que no, nunca serás mía, la fiel compañera
de horas solitarias, sino una cabra loca, loca de atar.
de horas solitarias, sino una cabra loca, loca de atar.
Ramón Palmeral