La
orilla de tu menta
se
condimenta con mi boca
y la
espuma de mis labios
en tu
mar de olas se desboca.
Las
puertas de tus ascensores
se
abrieron en todo el firmamento.
Aromáticas
salieron
las
mejores sensaciones,
de
entre papeles de envueltos colores,
al
mascar el chicle con nuestros corazones.
La
orilla de mi menta
se
condimenta con tu boca
y la
espuma de tus labios
en mi
mar de olas se desboca.
A la
entrada del Paraíso
los
mejores sabores se ofrecieron,
por
fuera y por dentro se contentan,
por
dentro y por fuera se invadieron.
La
orilla de tu menta
se
condimenta con mi boca
y la
espuma de mis labios
en tu
mar de olas se desboca.
Y de
allí brotó la magia del momento
estábamos
tan cerca de Eros
que
éste nos concedió un deseo:
Al
cerrar los párpados y besarnos tan despacio
viajamos
a un mundo de topacio
donde
es posible vivir sin dolor,
donde
es factible mostrar la pasión,
donde
no hay que trepar para notar el cielo,
donde
ven de frente los que aquí miran al suelo;
donde
convivir no sea de antojo,
donde
dormir no venga por realojo;
donde
se pueda volar sin aviones,
donde
no existan móviles, ni cañones,
donde
estar así a tu lado… sea eterno.
La
orilla de mi menta
se
condimenta con tu boca
y la
espuma de tus labios
en mi
mar de olas se desboca.
Todo en
un simple y condensado beso,
la cadencia
que se enciende
por el contacto
entre los dedos,
como
tocar polvo de yeso.
Y como
combustible el mirar a los ojos;
por
asiento, probar despiertos ambos cuerpos.
La
compañía, sentir nuestras esencias;
brillantes
lunas atraídas,
por las
mareas de escuchar en silencio,
a
nuestras pueriles mentes abiertas.
Y en el
rostro, las sonrisas bobas
por amar
de forma tan sencilla.
La
orilla de tu menta
se
condimenta con mi boca
y la
espuma de mis labios
en tu
mar de olas se desboca.