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jueves, 6 de septiembre de 2012
TALLER de creación poética (II)
LOS SISTEMAS Y LOS PROCESOS
En realidad todo poeta como creador o receptor de una revelación lo que desea es comunicar sus sentimientos, transmitir el mensaje de sus creaciones, compartir experiencia y buscar la aprobación de los demás, pero en un arte contemporáneo, del “desarraigo” del que hablara Dámaso Alonso, esta aprobación debe situarse en el plano de la distancia, porque el resultado de su creación es la técnica y no el mensaje del halo de la musas. Porque se sentirá en el plano del artista puro, no del “arte por el arte” sino del arte conseguido por el conocimiento o de haber aprendido (aprenderse) la técnica a través de su inteligencia en lo que llamaría “poesía inteligente”. Porque la poesía ha sido desposeída de sus secretos, de sus misterios, de su halo divinizado. Por esta razón, bordar la poesía con encajes de lucimientos ingeniosos, musicalidad mediante métrica y rimas y otros alardes, ya no tiene méritos, se descubrió el artificio, pero ello ahora impera la poesía de la inteligencia no de los oficios.
Define la poesía como un ahondamiento en la realidad, "una aventura hacia lo absoluto. Se llega más o menos cerca, se recorre más o menos camino: eso es todo". Reduce a tres los elementos de su creación: "Estimo en la poesía, sobre todo, la autenticidad. Luego, la belleza. Después, el ingenio" Y en efecto, en Salinas el sentimiento y la inteligencia se hermanan de modo singular: cada uno permite ahondar en el otro. De ahí que, según Leo Spitzer, la principal característica de su arte consista en el "conceptismo interior", que se manifiesta en paradojas y condensación de conceptos. Prefiere los versos cortos y sobre todo la silva, y renuncia casi siempre a la rima. La aparente sencillez de sus versos hizo que Lorca les llamase “prosías”.
¿Cómo empezar a componer un poema? Primero hay que tener algo que decir, de lo contrario es mejor callar, pero si no aceptamos esta sabios consejos, máxima sobre el arte de las prudentes, hemos de seguir un plan, un método. Uno de los métodos que emplean algunos poetas es el plagio con variables, es decir, toman un poema de otro autor, se dejan llevar por sus propios instintos, garabatean nota marginales, abren el diccionario por donde el azar quiere y leen una palabra, toman un vocablo y lo escriben, a continuación lo asocian a una nueva idea, y ya tienen un poema, han llegado al surrealismo. También los hay que se inventan una greguería, que como aseguraba Ramón Gómez de la Serna «la greguería no debe parecerse a nada de lo ya dicho» o «son metáforas humorísticas, sin sentimentalismo», y de ahí parafrasean y lo estiran como el chicle: ha llegado a las vanguardias. La excesiva experimentación en las vanguardias, no les fue muy bien, por cierto cansancio e incomprensibles resultados, más que hermetismo poético, que es otro asunto. El lector al sentirse burlado y engañado, no recompensado por el esfuerzo invertido en leerlos, no les siguió el juego. Si hay algo que la poesía no pueden permitirse, es engañar al lector y considerarle como a un estúpido. Si escribes para ti no publiques.
El lector te soporta durante cierto número de páginas, siempre y cuando le des un incentivo o caramelo extra, si lo dejas hambriento te abandonará. Hay poetas como Pere Gimferrer o María Sanz que hacen una poesía hermética para el gusto de unos pocos «A las minorías, siempre», es como poemar para las momias. O también llamada poesía íntima para ser consumida por mí y otro más. Abusan en cierta medida del profundo conocimiento de la literatura y de sus recursos expresivos, un alarde de su propio saber. También es aconsejable, ser hermético, ocultar ciertos sentidos, dejar cabos sueltos, para que el lector se forme sus propias ideas, pero sin abusar.
Otro sistema arriesgado que emplean algunos poetas es el de tomar tres nombre escritos en una columna y numerarlos, al lado y paralelos tres adjetivos también numerados, se irán enlazando al azar mediante un sorteo, y luego mediante una asociación de ideas estrambóticas, dependiendo del carácter y temperamento del poeta (elementos que comportan al individuo), se componen un poema, y lo dejan que fructifique en la mente de algún lector, que sin comprenderlo, no se atreve a criticar al autor.
La deshumanización del arte, de Ortega y Gasset, nos comenta en la filosofía de la cultura, la necesidad de un arte nuevo, y propuso una estética, un nuevo postulado o prontuario, recojo algunos:
Afán de originalidad.
Hermetismo.
Sobrerrealismo.
Predominio de la metáfora.
Escritura onírica.
LAS METÁFORAS
Algunos poetas componer metáforas, como quien hace churros. Según George Lakoff y Mark Jonson. De hecho, muchas ideas y pensamientos, leves impresiones y sugerencias, no se pueden decir si no es forma de metafóricamente: la mayoría de las proposiciones son espaciales, la totalidad de las perífrasis verbales de aspecto, también (ir, andar, venir, estar, seguir, llegar, etc.). Las metáforas son realidades abstractas con aproximación o asociación hacia algo concreto. Nuestro pensamiento es de naturaleza metafórica, abstracta, asociativa y a través del conocimiento nuestra mente compone una imagen (sentido mental) o un concepto que lo podemos traslucir o trasladar a otra mente, pero el receptor, dependiendo del nivel de conocimientos, evoca en su mente “la cosa”, es decir, «el nombre evoca el sentido mental y el sentido evoca el nombre del objeto». Para componer metáforas es necesario el ejercicio constante, cuando más joven se empiece mejor, acostumbrarse a lo absurdo y a las greguería (metáforas humorísticas)
LEER POESIA PARA APRENDER
Uno de los fundamentos que hemos de seguir para avanzar en todos los campos del saber es la generalizada idea «antorcha olímpica», pero aún más en poesía ya que es tan efímera que todo infortunio le afecta. Esta antorcha del saber nos la entregan para dar pasos adelante hasta el pebetero, no para dar pasos atrás. Se puede intentar imitar o copiar a Vicente Aleixandre o a Miguel Hernández o a Lorca, pero jamás lograremos escribirlas mejor que ellos, por lo tanto, con la herencia y las múltiples posibilidades que nos dan la libertad de expresión, la ausencia de censura, los medios técnicos, Internet incluido, hemos de intentar componer poemas de nueva factura, de atrevernos a cambiar, a renovar, a investigar, sin preocuparnos en demasía que el jurado de un premio florar de un pueblos nos haga pleitesía, en definitiva, buscar nuestro propio estilo para que nuestros poemas no sean efímeros pabilos perdidos en el común de los anaqueles.
Propuesta de nuevos fundamentos para una nueva poética:
Verdad y sinceridad. .
Intimidad y sentimiento.
Novedad sintáctica.
Metáforas sorprendentes.
Palabras nuevas o recuperar arcaísmos.
Volver al uso de los adjetivos en yuxtaposición.
Abandonar de una vez ciertas palabras manidas o baúl, palabras «perchas», palabras comodín, como por ejemplo: luna, ventana, amapola, noche, sueño, flores.... Las palabras comodín son: corazón, silencio, olas, estrellas y amor. Y las prohibidas son: dulce y sonoro.
¿Por qué no podemos incorporar al vocabulario poético palabras de origen administrativo, judicial, forense o económico, de nuestro día? Los puristas creen que no es de gusto escribir algo parecido a:
...no quiero tu consenso de contrabando
en decúbito supino, miserable, lejano,
aduanero malvado, arancel de besos,
almanaque con cefalopatía plana, tu culo,
amortizan (no) mi cariño de ciudad
a largo ni a corto aldabonazo-plazo.
Hemos de olvidarnos del gusto por la palabras rimadas, suaves, leves, de esas que no molestan ni a la vista ni al oído, de la poesía pura, ya pasadas, en favor de nuevas palabras que aporten más que originalidad, un sentimiento sugerente, que no nos dejen indiferentes ante la selva de poemas que andas por ahí amenazando con sus carnívoros versos. Las palabras no son la cosa, las palabras definen insuficientemente nuestro mundo. Tienen sombra. Esto fue, lo que hizo Miguel Hernández en su tiempo. Renovar las palabras, más que las imágenes, renunciar al preciosismo.
Realidades tan vulgares como un sillón o tan humildes como un cubo de basura pueden convertirse en objetos poéticos cuando un escritor con talento proyecta sobre ellos sus sentimientos artísticos. Prueba de ello es, por ejemplo, la décima "Beato sillón", de Jorge Guillén; o el soneto "Cántico dolorosa al cubo de la basura", de Rafael Morales; textos que ofrecemos seguidamente, con su oportuno comentario.
Cuanta más poesía leemos mejor poesía escribiremos.
Por Ramón Fernández Palmeral
De mi blog POESÍA PALMERIANA
PASAR A LA LECCIÓN III