La palabra
La palabra se adueña de mí,
se aferra a mis balcones,
propone trapecios y malabares,
visitar palacios, escombros,
me increpa a subir/caer,
descubrir brujos en mi almohada.
Que me torne hueco dispone,
que conozca la sal,
el vino, la herida,
que deje llover sobre mi cabeza todos los frutos,
que sea sismo, aire,
cemento y tango.
Se ufana de mis costillas,
de la fragilidad con que desando el hastío,
está en mi tenedor,
en la ducha, en la escalera,
al este y oeste de mis barrancos,
en los floreros, en la pecera, en los gritos.
La palabra se adueñó de mí.
Soy ahora esclavo
célebre testigo de la belleza...
Gustavo Tisocco (Argentina)