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domingo, 13 de mayo de 2012

La vanidad y el orgullo

La vanidad y el orgullo
La vanidad es el deseo de ser importante
se identifica con los halagos y alabanzas
con el deseo de provocar envidias ajenas.
Los vanidosos juegan a las condecoraciones
a los méritos, al séquito, a los fastos grandiosos,
como una necesidad de buscar el aprecio de los demás.

El orgullo tiene muchos prisioneros, porque
el orgullos es un amo que antes fue esclavo
porque es demostración de poder sin tenerlo.
-Usted me cae bien.
¿Qué puedes hacer por ti? – responde, o
¿Sabe usted con quien está hablando?
La arrogancia es una mezcla entre vanidad y orgullo
Es también una forma de agresividad vital
un deseo de oprimir y de dominar.

A veces se oculta bajo la humildad y la servidumbre,
A veces, es más aceptable ser humilde que orgulloso,
A veces sin una pizca de orgullo somos vulnerables,
presa, payaso de los que nos toman por sus amigos o compañeros
instalados en pedestales de lo que no piensan descender.
Las culpas siempre son de los demás, porque su debilidad
es que se creen omnipotentes y divinizados.

Sus oídos no tiene hartura de elogios y currículum propios.

A pesar de su apariencia de fuerza y carisma,
somos como los fuegos artificiales una vez explotados
se convierten en cenizas.

Lo trascendental no es lo que tú mismo digas de ti
si no lo que los demás opinan de ti, la opinión que ellos
se han formado a través de tus banderas y pendones.

Lo significativo, creo, es ser humilde con un poco de
necesario orgullo personal o autoestima.


Por Ramón “Palmeral”