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sábado, 21 de enero de 2012
La leyenda del "chochete" en la portada de la Iglesia de Santo Domigo de Orihuela
Portada de la Iglesia de santo Domingo de Orihuela es obra de Juan de Inglés, terminada en 1561. Es de dos cuerpos con columnas corintias rematadas en un frontón.
Estas representaciones se encuentran en la parte de la izquieda mirando si miramos de frente, y a media altura a salvo de la manos de los fundamentalistas que hubieran acabado destriyéndola o poniénndole una hoja de parra. Como ya hiceron, no sabemos cuando, con la figura del hombre al cual lo castraron, porque se precia la intervención posterior dejando plana la zona de la ingles y sus parte genitales y la pierna derecha también plana..
Cuenta la leyenda urbana que todos los alumnos del Colegio de Santo Domingo dirigido por los Jesuítas, conocían la situación de esta escultura de la mujer desnuda con el chotete al aire, pero era en los tiempos del puritanismo con tiempos de Gabriel Miró, de Miguel Hernández o de Ramón Sijé. Los alumnos se escandalizaban, y lo llevaban muy en secreto.
A mí me lo enseñó Joan Pamies en una excursión hernandiana en 2010.
En realidad es una manifestación del pecado de la carne, pues encima de la figura de la mujer vemos a una especie de demonio desnudo quitándole el vestido a la mujer.
El conjunto de las dos figuras presentan, además de lo que vemos, la necesidad de procrear entre hombres y mujeres como una ncesidad, evidente, de continuar la vida de los seres humanos. La figura del demonio, que en realidad es la de un hombre despata a la mujer y se queda admirando como diciendo "mirad, mirad, por aquí es por donde se introdice le pene y por donde salen los críos".
Otra leyenda más popular es la que dicen que la mujer de Juan de Inglés, el autor de la portada, no pudiento tener hijos, se encomendó a los cielos y puso a la mujer espatarrada mirando a los cielos para ver si la providencia, un ángel anunciador o un rayo divino podía dejar embarazada a la mujer por la Gracia divina. Por eso en realidad debiera considerarse como un exvoto.
Por Ramón Palmeral