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viernes, 4 de noviembre de 2011
Manifiesto de la gran ronda
Manifiesto de la gran ronda
desde latitudes de rosa de fuego o estrella marina
alturas de agua, de violento clamor o fiesta de azadas
traemos el pan de la memoria y en cada ojo
valles de amapolas llanuras en el viento
volcánicos crepúsculos
recodos donde los besos florecen y se descubre la luna
nosotros desde islas repetidas en horizontes nocturnos,
montañas cavadas por la pezuña y el pico,
desde ciudades hundidas en sus pleamares de bullicio
o caseríos tan altos como una bandera, todos los que aquí nosotros,
voz en ristre, manos unidas por el día
clavamos la palabra en la singladura de los pájaros
para que el canto llame en cada hora
y como el mar que prepara su fiesta de espuma en las orillas,
ordenamos
los todos nosotros ajenos a los pactos de la muerte:
no pasará un niño sin su rueda mágica
no habrá mujer sin corona de canto
nunca más el hombre sin su brazo en la herramienta de pan.
Tejedoras de agua con su rosa en los labios
los trabajadores de las artes y los días
inventores de máquinas del tiempo y surcos hacia el alba
los aquí presentes en la gran ronda de digno sueño bajo el sol
declaramos:
la humanidad, distribuida babel, es nuestra casa,
cada palabra la riqueza del mundo.
Nosotros en el viento
vela polen ternura que talla la singladura de la historia
de la raíz la sangre para llevar el puño hasta lo alto
y darle ala al basta que no alcanza.
Nosotros montados en la proa del amor abrimos la noche
en puertos donde flotan las distancias rotas
y pueblos rodeados por la niebla y la espera,
desde pozos de agua apuñalada nos alzamos
desde ruinas humeantes donde corren niños muertos
nosotros con entrecerrados ojos en las polvaredas, bajo tiroteos,
al galope en el tiempo
de frente a la casta de la hoguera codo a codo nosotros
contra lo superfluo y lo maldito contra aquello que muerde el aire
y embrutece la boca
nosotros a contracorriente contra codicia y opresión
contra involucionarios y armamentistas
contra perseguidores de música y caricia
con ojos abiertos y manos tendidas, somos la flecha del sol
aguapura que horada el granito, somos la profecía de la tierra
anunciada en el desvelo de los grillos,
somos hacedores de almuerzos
de puentes y guitarras, de barcas en el oro del trabajo,
de aulas con su lámpara de mirar futuro,
somos la gran ronda del sol en todas partes.
Nosotros, los todos nosotros ajenos a los pactos de la muerte.
Gabriel Impaglione (en Cuaderno de Poesía)