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lunes, 24 de octubre de 2011

Qué buen maestro es el dolor

Qué buen maestro es el dolor


Dolor y besos en la desesperada vida.
Los besos enseñan a amar y el dolor a vivir
rescoldo de recuerdo entre rejas.
Vivir en dolor de besos y besos doloridos

Recuerdos en colores, dolores vividos.
Enseñanzas del pasado, nada queda,
nada resucita, todo es luto y toro.
Todo el mar es toro negro grande.

Con el dolor vivo entre rejas de nervios,
esos nervios que se colorean con pellizcos o
con una obediencia ciega, yo te sigo,
sigo a los peritos de batas blancas,
que suelen vender esperanza y mientes como actores.

Sin esperanza, sigo y sigo el hilo de la fiebre
el sufrir de segundo a segundo -atado estoy-
atado al mulo, a la muleta estoy preso.
A la sombra del mundo
de ciegas y atoradas esperanzas.

Aunque tengo el corazón desquiciado.
Todo me duele menos la esperanza,
menos los proyectos, menos la risa,
la constancia, y el propósito de ser libre,
libre dentro de mí mismo.

El dolor te obliga a buscar refugio, donde sea, en el fuego mismo,
Amigos leales –quedan pocos-, otros se fueron quizás uno
se convirtió en un egoísta y ciego en su yo
y en su propio dolor y besos desangeladas.
El dolor y el sufrimiento te hacen ser humilde
y sobre todo te acercan a Dios.

El dolor siempre te enseña, que buen maestro es el dolor.


Por Ramón Fernández Palmeral