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viernes, 30 de septiembre de 2011

Poetas chilenos

La historia poética chilena del siglo XX ya la habían escrito Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Pablo de Rokha y Nicanor Parra, quien inauguró y se aferró con dientes y muelas a un nuevo escenario con su libro Poemas y antipoemas (1954), después de su “fracasado”, germinal Cancionero sin nombre, editado en 1937. Parra y Rojas inician, a su manera, en su tiempo y propia respiración, un nuevo proceso para su poesía y la poesía chilena, a partir de una experiencia poética, un nacimiento frustrado. Detienen la máquina de hacer poesía y hacen mutis por el foro, Parra, 17 años y Rojas, 16 años, tiempo que aprovecharon para montarse en su propio carrusel y zepelín que ya nadie detendría, a nivel nacional e internacional. Los dos, junto a Neruda, han sido profetas en su tierra —aunque Parra lo niegue— y a nivel internacional, un paréntesis nada despreciable en el país del ninguneo. Estuve cerca de Parra físicamente viendo cómo diseñaba su antipoética antinerudiana antitodo y ante todo, parriana. Abría y cerraba el paraguas de la poesía de Chile, como Charles Chaplin. Disparaba al establecimiento local y mundial. Su política era no dejar títere con cabeza, humor, ironía, verso blanco, verso negro, antiverso, popular, culto, parriano, en fin, poesía. Repetía ese chilenismo, a diestra y a siniestra, las manos y el orden del producto cambiaban sin permanecer fijos. Quebraba viejos modismos y modos, se apropiaba de palabras sueltas, dichos, eslóganes, chilenismos, frases hechas, coloquiales, refranes, actualidad, y los cachureos contradictorios, en nuevas y otras vías, eminentemente parrianas. Parra después reparaba todos esos cachureos que tal vez habría acumulado el viento de la palabra alrededor de su panal o viña, mejor dicho. Construía, pieza por pieza, poesía al aire libre. El método consistía en proponer a su interlocutor un tema, una atmósfera, una frase, un camino, una aventura verbal que ya venía girando en su mente. El Olimpo que Parra construía estaba aquí en la tierra, entre la gente, donde sus pies pisaran. ¿La palabra parriana deja hojarasca? Eso lo dirán los botánicos en su momento. Boticarios hay en todas las esquinas.

Un poeta debe escribir / después del futuro / Decir nada y todo estará por decir / Afirmar en su horizonte / una palabra que conmueva.

Por Rolando Gabrielli.
Tomando un muy interesante artículo publicado en LETRALIA