Lisboa o el cuerpo de Venus con la herida invisible del Tajo y el Atlántico, es península como una llave indolora en su vientre de océano. Ella sostenía la respiración, el jardín de los poemas de Camoens y el sol invadía el territorio ecuóreo del mar a dentro, mar de civilizaciones donde el silencio se hace presente.
Es septiembre, verano en Estoril.
Los apartamentos junto a los palacios, los hoteles de quinientas estrellas junto al Casino con lámpara de coral y luces que juegan a ser soles.
Las playas envolvía Estoril como en un sueño de nadadoras perfectas. Las perlas caían una a una sobres sus gorros. Revoloteando en el mar de plumas indoloras de sal.
Dios se hizo presente con sus ojos fenicios. El olor de los enamorados jazmines saliendo de excursión por las celosías de los palacetes. Todos lo jardines llevan al mar, al paseo marítimo donde el paseo es saludable…
Ramón Fernández Palmeral