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jueves, 16 de diciembre de 2010

Elegía a Enrique Morente

Elegía a Enrique Morente
15/dic/10 07:50

EL GONGO SILVIA CURBELO PRIETO*

EL DUENDE SALTA DE LA BLANCA CAMA a su pecho, del pecho desnudo a su garganta, y por la garganta seca libera quejidos, quebrantos, nombres, desesperanzas y un adiós que rompe el aire, que quiebra el alma cansada. Maldiciendo está su voz la mala suerte que calza.

Le vela el duende la sombra que lenta y sin tiempo escapa. Ya no puede él empujarla; atarla al presente que hasta ayer mismo aguardaba; trenzarle una soga nueva con sus viejas esperanzas para que se detenga en el filo de su navaja gastada. Besos quisiera darle este duende atormentado, al que le duele el dolor de la muerte que lo llama. Vestida de muerte sola. Vestida de negra dama. Tan fea está en su hermosura, tan baja desde su atalaya, tan tranquila en el reclamo que exige el pago de saldos y cuentas imaginarias.

Ladrona de alientos, susurra el duende a su lado, deja que se aproxime a su sueño el olor de la mañana. Deja que su voz despierte. Deja que sus ojos canten. Deja que sus manos dibujen en la noche de Granada el sonido de mis pasos buscando el agua en la fuente, la calle que callada esconde la risa de muchas infancias, el milagro del hombre que en mi herida alimenta el hondo cantar de su raza.

Y ya no es duende el duende, sino ángel o hada. Y ya no clava el puñal; y ya no exhibe la espada; ya no baja al ruedo ni se baña en la plata de esta luna que llorando llena un vacío que espanta. Pobre luna, pobre duende, pobre en su soledad Granada. Por la cuesta del Albaicín va subiendo el desconsuelo errante, el mudo llanto: "Que se ha muerto el maestro Morente; que lo ha matado la muerte callada".

* Redactora de EL DÍA