Encerrado en el aire de mi habitación,
al escribir, quiero mimar cada palabra
con la sensibilidad de la delicadeza,
y la capacidad de poder expresar la sensación
de desentrañar las cosas:
como la del espíritu que se posa en el tiempo
y el espacio, y contempla la luz..
con el deseo de ver en ella ese horizonte de paz
que tanto anhelamos, haciendo de ello
una bella filosofía de vida.
Y si las palabras pueden crecer hacia esa luz,
perfilar los detalles en los filtros de la mente,
convirtiendo los instintos en una realidad transparente,
y los propósitos en verdades absolutas, mecidos
en el columpio del mejor estado de ánimo
abrigados con el calor de la esperanza.
Aprendiendo de esa manera, a saber libar
toda la energía positiva generada, enriqueciendo
la esencia de esa forma de vida.
Marcelino Menéndez González