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domingo, 1 de agosto de 2010

Pequeño gran depredador de las palmeras


Foto de Juan Jesús González Ahumada














El terror de las palmeras, el Picudo Rojo(rhychophorus ferrugineus), una de las plagas mas importantes actualmente, en la zona mediterranea peninsular, llegado desde oriente medio, esta causando estragos en varias especies de palmeras, cuando se detectan los primeros sintomas la planta esta practicamente desauciada, en la imagen dos adultos dispuestos a colonizar nuevos territorios.

Para las palmeras este especie de escarabajo rojo anaranjado-hierro, de ahí su nombre de ferriginoso, es dañino, sin embargo, para mí es de una belleza primitiva impresionante. Miles de estas joyas botánicas son exterminadas por los venemos. Por ello todo es relativo, todo son conveniencias, puntos de vinta. En realidad nadie tiene razón, nadie están en poder de la verdad, sino que poeseemos una parte de la verdad.

La poesía tiene similitud comparativa entre la guerra silenciosa del picudo y las verdes phoenix. O qué palabras o parte de las palabras nos interesan resaltar en un poema de vida y muerte, cuál es la verdad de nuestros sentimientos, si fingimos o si verdaderamente somos partidarios del exterminio la belleza, aunque perdamos cierto prestigio, o cierto poder que nos lleva por los caminos del orgullo y la soledad.

Las personas somos orgullosas por naturaleza, sin orgullo no se gana ninguna empresa; no obstante, a veces hay que doblegarnos, ser flexibles para conseguir ciertas prendas, objetivos si son ellos lo buscando, sin los cuales la arena de nuestra alma se secaría cual pared de cal frenta al sol. Y es que muchas veces, la momia que llevamos dentro aparece en forma de orgullo, con su cara más terrible, que no es más que nuestra manifiesta forma de imporner nuestro deseos ante los intereses de los demás. Imponernos, sobresalir, no pasar ni una, castigar al otro, con un aire de silencio o quizás una de la formas de leve desprecio o mirar por el hombre. ¿Y quién sale perdidiendo?, simplemente nosotros, los que elevamos el orgullo a cotas de castillos imaginarios donde viven nuestras quimeras nuestros complejos de inferioridad. Porque las personas verdaderamente fuertes, que tienen imán no se preocupan de tener desdenfundada constantemente el arma destructora del orgullo.

La humildad puede ser oportuna en gran número de situaciones, porque el humilde gana mucho cuando lo ejerce con ciertas dosis entre santurón y despistado.

Ramón Palmeral

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